Termino de leer a Judith y quedo helado.
Todavía me estremece su relato: “Me colgué de un polín para morir, pero no pude porque la cuerda se rompió. Entonces tomé un espray y quemé lo que había a mi paso. En eso se despertaron y comenzaron a gritar. No supe cómo, pero echaron agua para apagar lo que había prendido. Cuando él entró quitando la cadena de la puerta, tomé un cuchillo para herirlo, para destazarlo, pero no lo alcancé. Entré al baño para cortar la instalación eléctrica y electrocutarme, pero bajaron el interruptor. Fue cuando, con el cuchillo, me corté el cuello. Llegaron las patrullas y me trajeron aquí”.
II
No es una carta de una habitual lectora. Es una historia que desespera, angustia, estremece y te pone a pensar qué tan desprotegidas pueden estar las mujeres en un mundo de machos, de idiosincrasias, de prejuicios y estigmas.
Cuando empecé a leer, jamás imaginé que trece hojas pudieran concentrar una vida atormentada… Judith me atrapó en su vida, si así se le puede llamar.
Por un momento me hizo recordar a “Los motivos de Luz”, película de Felipe Cazals y estelarizada por Patricia Reyes Spíndola, cuya actuación hizo estremecer a hombres y mujeres allá, a mediados de los 80.
III
Documentación y Estudios de Mujeres AC (Demac), en coordinación con la secretaría de Gobernación, convocó al Séptimo Concurso “Premio Demac Penitenciario 2012. Para mujeres que se atreven a contar su historia”.
Aquí es donde aparece Judith Díaz Francisco, del Centro de Reinserción Social en Papantla, Veracruz, quien obtuvo el primer lugar en este ejercicio de narrativas.
Judith purga condena por 35 años, y tiene 34 de edad. No sabe si un día pueda volver a ver a sus hijas, saber si están bien, besarlas y abrazarlas, “decirles que tuvieron un gran hermano. No sé si eso se pueda”.
IV
“Besé a mi hijo y le dije que terminaría con nuestros sufrimiento, que lo amaba y que me perdonara. Lo sujeté con un brazo, y con mi mano le quité la respiración tapándole la nariz y la boca. Se convulsionó y luego quedó quieto. Lo besé nuevamente y le pedí perdón”.
Por eso le dieron 35 años de cárcel a Judith. Por supuesto, si usted se pregunta qué obliga a una madre, a una mujer, a un ser humano tomar la decisión que tomó Judith, podrá hacer muchos juicios… pero si logra conocer o leer la historia de Judith en el compendio “La llave es la pluma”, podrá comprender porqué hay tantas historias que narrar y conocer en el centro de Reinserción Social, no sólo de Papantla, sino en todo México.
“Al subir al área de mujeres, muchas me rechazaron por lo que hice; se sentían jueces y verdugos. Como suele pasar, unas te hablan por el morbo de saber qué pasó, otras para burlarse, y otras por interés”.

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