Siempre he creído en la fuerza de la Palabra. Sea escrita, oral y por supuesto, con señas.
Si no, que lo diga la síndica Karla Estrada Gómez que dicho sea de paso, demostró que es capaz de ruborizar al “negrito Sandía”, a “Pepito el de los cuentos… colorados”, por supuesto, y a cualquier carretonero.
Por eso, la broma en la sección de empleos de cualquier periódico de Martínez de la Torre: “Se solicita cargador o albañil que quiera platicar con la síndica del Ayuntamiento”.
Es claro que Karla Estrada actuó como lo haría cualquier madre en defensa de su hijo. Es claro que Karla Estrada actuó como lo haría cualquier funcionario prepotente. Mala combinación.
Pero la fuerza de sus palabras fueron tal, que sin tocar a los policías les provocó hematomas… de acuerdo a las fotos publicadas en algunos medios.
Dejemos el triste caso de Karla Estrada que sólo ha de servir para el anecdotario… cada vez que asome la cabeza, habrá quien siempre la recuerde como “Lady Síndica” o “Lady Verg…üenza”.
II
La fuerza de las palabras en un político, en un funcionario, en un servidor público, pueden ser cargadas de emotividad porque se especializan en dar discursos que endulzan los oídos, o bien pueden ser cargadas con velos de amenaza, como ocurrió en San Andrés Tuxtla, donde al reportero Chucho Córdoba, el alcalde Manuel Rosendo Pelayo le dirigió las siguientes palabras: “Si te metes con mi persona, también me meteré con tu persona… me vale ver… quien te esté pagando para madrearme”.
Quien conoce a Chendo, como coloquialmente se le conoce al edil tuxtleco, sabe que es un tipo bonachón, alegre, desmadroso… su problema es cuando ingiere alcohol y de ello hay una anécdota durante el cumpleaños de un alto funcionario porteño donde al calor de las copas, el hoy alcalde levantó tanto la voz que sus palabras parecían cachetadas en el rostro de una dama que lo acompañaba…
¡Aguas! Chucho Córdoba debe tener cuidado con la fuerza de la palabra de Chendo.
III
Afortunadamente hay políticos que saben utilizar la fuerza de su palabra en otros tonos. Si bien son duros, secos, directos, no llegan a la mediocridad de una Karla Estrada Gómez o de un Manuel Rosendo Pelayo.
Uno de estos personajes es José Yunes Zorrilla, Pepe. Escuchar al Senador hablar y más en estas últimas fechas, no sólo lo convierte en un político de palabra, sino que obliga a poner atención a cada una de sus expresiones por el peso que le da a éstas.
Hay una expresión que habla mucho del peso en las palabras de Pepe Yunes que un once de diciembre de 2014 enunció: “Hagan bien sus cuentas y ojalá les alcance”.
Si uno fuera supersticioso, diría que desde que Pepe Yunes pronunció esas palabras, el Gobierno de Javier Duarte de Ochoa no las ha visto todas consigo, le ha ido mal, peor que si se hubiera levantado con el pie izquierdo…
Si uno fuera supersticioso, diría que las palabras de Pepe Yunes aquel 11 de diciembre no fueron una amenaza… ¡sino un anatema! ¡una maldición gitana!
La piedra en el zapato del Gobierno duartista está en Sefiplan, en sus arcas, en la Hacienda… precisamente en esa área de donde es titular de la Comisión el Senador… precisamente en esa área donde tiene a un gran amigo el Senador: Videgaray.
Pero pensar así sería ser demasiado supersticioso y cayendo en cuentas, quizás, de todas maneras, este gobierno estaría mal en sus finanzas, sin necesidad de la fuerza de las palabras de Pepe Yunes: “Hagan bien sus cuentas y ojalá les alcance”.

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