Carlos Fuentes.
El Premio Cervantes de Literatura es el máximo galardón que se otorga en lengua española, e incluso existen opiniones que después del Premio Nobel de Literatura, el Cervantes es el de mayor prestigio y reconocimiento a nivel mundial.
Carlos Fuentes fue el segundo escritor mexicano en recibir el prestigiado Premio en el año de 1987. Su abundante obra ha contribuido a enriquecer la literatura de nuestra lengua castellana y sus libros son leídos en cualquier parte del mundo. La presencia de Fuentes al igual que la de Cervantes, es permanente, porque son escritores clásicos y siempre tienen algo que decirnos, que enseñarnos, sus obras al igual que el Quijote siguen cabalgando, porque siguen siendo leídas.
En la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, Carlos Fuentes en su discurso manifestó: “La información moderna, el privilegio pero también la carga de la mirada plural, nacen en el momento en que Sancho le dice a Don Quijote lo que el bachiller Sansón Carrasco le dijo a Sancho: estamos siendo escritos. Estamos siendo leídos. Estamos siendo vistos. Carecemos de impunidad, pero también de soledad. Nos rodea la mirada del otro. Somos un proyecto del otro. No hemos terminado nuestra aventura. No la terminaremos mientras seamos objeto de la lectura, de la imaginación, acaso del deseo de los demás. No moriremos -Quijote, Sancho- mientras exista un lector que abra nuestro libro.”
El dialogo antes transcrito por Carlos Fuentes, lo realizaron los personajes ficticios creados por Cervantes en el año de (1615), cuando salió publicada la segunda parte del Quijote, hoy cuatrocientos años después, por supuesto que Cervantes, Don Quijote, Sancho, viven, y a ellos se les une Carlos Fuentes, y en esta ocasión el libro que abrimos para su lectura se titula: Aura.
Aura es considerada una de las novelas más importantes de Fuentes, fue publicada en el año de 1962, es una novela corta donde los temas centrales son el amor, la belleza, la juventud, la obsesión, el erotismo, la brujería, la reencarnación, y la eternidad. La técnica narrativa es maravillosa, porque es narrada la historia en la segunda persona del singular. En Aura convive lo natural con lo sobrenatural, es por ello que es considerada pionera del género fantástico en México.
Antes de hacer una breve presentación de la historia de la novela, quiero hacer mención que la obra que posiblemente inspiró a Carlos Fuentes para escribir Aura, es la pequeña novela de Henry James: Los papeles de Aspern, publicada en el año de (1899). En la novela de James, la historia es narrada en primera persona por el protagonista principal, quien es un crítico literario del cual nunca sabemos el nombre, todo el relato se desarrolla en la ciudad de Venecia.
El crítico literario es un admirador del finado poeta Jeffrey Aspern, y realiza el viaje a la ciudad italiana, con el propósito de conseguir las cartas que el poeta Aspern escribió a su amada Juliana Bordereau. La señorita Bordereau es una anciana con más de cien años de edad quien vive con su sobrina Tita Bordereau, y tiene en el cajón de los recuerdos los valiosos papeles de su amado poeta, sobre estos tres personajes girara toda la historia, de investigación literaria, recuerdos, pasión y ¿amor?.
Inspirado Carlos Fuentes en la estructura de Los papeles de Aspern, con su propia imaginación, magia y temática, escribió Aura. El personaje central se llama Felipe Montero, es un joven historiador quien había estudiado becado en la Sorbona de París, Francia. Un día leyendo el periódico se enteró de la oferta de un empleo: “Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recámara cómoda, asoleada, apropiado estudio.”
Felipe Montero acudió a la casa donde se ofrecía el empleo, ubicada en la calle Donceles en el centro histórico de la ciudad de México, una casa permanentemente oscura donde se desarrollará toda la historia. Montero se entrevistó con la señora Consuelo, quien era una anciana de 109 años de edad y dueña de la casa: “-Felipe Montero. Leí su anuncio.-Sí ya sé. –Voy al grano. No me quedan muchos años por delante, señor Montero.- se trata de los papeles de mi marido, el general Llorente. Deben ser ordenados antes de que muera. Deben ser publicados. Lo he decidido hace poco. –Y el propio general, ¿no se encuentra capacitado para …? –Murió hace sesenta años, señor. Son sus memorias inconclusas. Deben ser completadas. Antes de que yo muera.”
En lo que Felipe Montero estaba si aceptaba o no el empleo, apareció Aura, quien era compañera y sobrina de Consuelo. Aura entre las muchas gracias que tenía, poseía unos hermosos ojos verdes muy parecidos a los de la señora Consuelo, una vez que Felipe la vio sólo dijo: “-Sí. Voy a vivir con ustedes.”
La noveleta te va narrando las vivencias y convivencias de Felipe Montero con Aura y su tía Consuelo. Felipe Montero se enamora de Aura y es correspondido, en una de las tres noches de pasión que narra la novela entre Aura y Felipe, es descrita de la siguiente manera:
“-Siéntate en la cama, Felipe. –Sí. –Vamos a jugar. Tú no hagas nada. Déjame hacerlo todo a mí. Te quitará los zapatos, los calcetines, y acariciará tus pies desnudos. Tú sientes el agua tibia que baña tus plantas, las alivia, mientras ella te lava con tela de gruesa, dirige miradas furtivas al Cristo de madera negra, se aparta por fin de tus pies, te toma de la mano, se prende unos capullos de violeta al pelo suelto, te toma entre los brazos y canturrea esa melodía, ese vals que tú bailas con ella, prendido al susurro de su voz, girando al ritmo lentísimo, solemne que ella te impone, ajeno a los movimientos ligeros de sus manos, que te desabotonan la camisa, te acarician el pecho, buscan tu espalda, se clavan en ella. Aura, de cuclillas sobre la cama, coloca ese objeto contra los muslos cerrados, lo acaricia, te llama con la mano. Acaricia ese trozo de harina delgada, lo quiebra sobre sus muslos: caes sobre el cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos abiertos, extendidos de un extremo al otro de la cama, igual que el Cristo negro que cuelga del muro con su faldón de seda escarlata, sus rodillas abiertas, su costado herido, su corona de brezos montada sobre la peluca negra, enmarañada, entreverada con lentejuela de plata. Aura se abrirá como un altar. Murmuras el nombre de Aura al oído de Aura. Sientes los brazos llenos de la mujer contra tu espalda. Escuchas su voz tibia en tu oreja: -¿Me querrás siempre? –Siempre, Aura, te amaré para siempre. -¿Siempre? ¿Me lo juras? –Te lo juro. -¿Aunque envejezca? ¿Aunque pierda mi belleza? ¿Aunque tenga el pelo blanco? –Siempre, mi amor, siempre. -¿Aunque muera, Felipe? ¿Me amarás siempre, aunque muera? –Siempre, siempre. Te lo juro. Nada puede separarme de ti.”
Estimado lector, quiero decirles que Felipe Montero, sí se enamoró e hizo el amor, pero no precisamente con Aura, porque, tal vez, en esa casa sólo vivía la anciana Consuelo, entonces la pregunta final sería ¿existió Aura? O solo fue un engendro de la anciana para perpetuar sus deseos, su pasado, su amor y a través de Aura lograr la eterna juventud.
Todo lo antes señalado es una posibilidad, cuando Usted lea la novela, podrá realizar su propia interpretación, en lo que si no hay ninguna duda es que Cervantes y Fuentes, siguen vigentes, porque se cumple el presagio que Sancho le dijo a su amo Don Quijote: “No moriremos, mientras exista un lector que abra nuestro libro.”
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