Elena Poniatowska

Con la escritora y periodista Elena Poniatowska, se concluye el mes dedicado a conocer una obra de los cinco mexicanos que han ganado el Premio Cervantes de Literatura. Al momento de recibir el premio en el año 2013, Poniatowska señaló: “Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera.”
Poniatowska es de las escritoras vigentes más leída y apreciada por la juventud mexicana. Elena es una de las figuras públicas que en México no se callan, su postura crítica y de denuncia es permanente, gran parte de su obra lleva el sello aguerrido de la escritora, por eso es tan querida, apreciada y reconocida. Sin embargo, una voz crítica ayuda mucho, pero lamentablemente no alcanza, necesitamos Voces como la de Elena, que denuncien la corrupción, la barbarie, las injusticias, y la mejor manera de presentar un ejemplo de lo antes señalado, es leyendo una de las obras más importantes de Poniatowska titulada: La noche de Tlatelolco, publicada en 1971.
La obra antes citada es una crónica de voces, es por ello que en la contraportada del libro, este es presentado de la siguiente manera: “No bastaba una sola voz, por dolida y sincera que fuese, para dar el sonido, la significación, la dimensión misma de los trágicos días vividos por muchos mexicanos en octubre de 1968. Este es un libro que será oído más que leído. Un libro que no podemos dejar de oír.”
Las voces de testimonios que integran el libro La noche de Tlatelolco, son más confiables que cualquier periódico que informó sobre los hechos ocurridos el 2 de octubre de 1968. Son voces que vivieron esa masacre desde diferentes trincheras, hay testimonios de estudiantes, actores, escritores, madres que perdieron a sus hijos, extranjeros que presenciaron la masacre, presos políticos, pero hay algo más en esta valiosa obra, Poniatowska también en su libro le da cabida a las voces oficialistas, integrada por autoridades y tristemente tengo que decir que gran parte de prensa.
El libro está estructurado en dos partes, la primera parte titulada: “Ganar la calle”, la cual a través de los testimonios de diversos actores y comentarios de Poniatowska, narra todos los sucesos previos al 2 de octubre, y en la segunda parte: “La noche de Tlatelolco”, conoceremos la noche trágica y las narraciones posteriores a ella.
El primer testimonio que quiero compartir es el del escritor Luis Gonzales de Alba: “Yo no soy el mismo; todos somos otros. Hay un México antes del Movimiento Estudiantil y otro después de 1968. Tlatelolco es la escisión entre los dos Méxicos.” En éste libro Poniatowska nos presenta las diversas posturas de importantes escritores sobre el movimiento estudiantil, tal es el siguiente ejemplo: “-¿Y su conferencia? – No señor Acevedo Escobedo, yo me voy a la silenciosa… -Pero usted tiene que dar su conferencia. Ya hay público esperándolo. Mírelos en las butacas… -No señor. Invito al público a la manifestación… esa que sea mi conferencia. La del silencio, ésa sí que es buena onda… -Pero esto no es posible. El público vino a la conferencia no a una manifestación… -Mire señor Acevedo Escobedo, a los que no quieran irse, mejor cuénteles usted una de vaqueros… ¡Yo me pelo!”. Esta fue una conversación entre el escritor José Agustín y Antonio Acevedo, el 13 de septiembre de 1968, durante la serie “Los narradores en el público”.
En el mero día de la matanza, hay testimonios narrados como si fueran de películas de guerra y no de la vida real, ejemplo es el que compartió Diana Salmerón de Contreras: “Jalé el brazo de mi hermano: “Julio, ¿qué te pasa? Lo volví a jalar, sus ojos estaban muy tristes y entreabiertos y pude oír sus palabras: “… Es que…” No pude pensar en nada. El tremendo apretujamiento de la gente hacia difícil oír. Después pensé que si hubiera sabido, si me hubiera dado cuenta de que Julio ya estaba muriéndose, hubiera hecho algo descabellado en ese mismo momento y lugar.
Más tarde algunos de los soldados que habían disparado a los edificios que rodeaban la plaza se nos acercaron. El olor a pólvora era insoportable. Poco a poco la gente nos hizo un lugar para que me pudiera acercar a Julio: “Hermano, contéstame.” –Debe estar herido –Me dijo una mujer-. Afloje su cinturón. Cuando afloje su cinturón, mi mano me hundió en una herida. Después en el hospital supe que había sido tocado tres veces; una en el estómago, otra en el cuello y otra en la pierna. Estaba muriéndose.”
Por supuesto que el 2 de octubre en México nunca se olvidará, el Estado tiene la facultad de mantener el orden y evitar la ingobernabilidad, el caos, el desorden, pero por ningún motivo se justificará semejante barbarie como la del 2 de octubre, porque asesinar a la juventud, es asesinar el futuro de México. Diana Salmerón de Contreras al final de la trágica muerte de su hermano nos cuenta: “Julio tenía 15 años, estudiaba en la Vocacional número 1 que está cerca de la Unidad Tlatelolco. Era la segunda vez que asistía a un mitin político. Él me invitó a ir ese día. La primera vez, fuimos los dos juntos a la gran manifestación silenciosa. Julio era mi único hermano.”
Finalmente, aunque Luis González de Alba tiene mucha razón, al declarar que hay un México antes del 68 y otros después, a pesar de ello, yo veo los mismos rostros, los mismos estilos, la misma corrupción, solo que un poco disfrazada, diría el maestro René Avilés Fabila: “Yo sigo viendo al mismo solitario en Palacio de Gobierno, sólo que ahora tiene un copete.”

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