Las iglesias llevan el registro de sus muertos, el Estado “casi” el de todos, y nosotros los amantes de la literatura y de sus escritores llevaremos el registro de los nuestros, es por ello, que el título de las 5 columnas del presente mes será: Obituarios, que significa lo antes dicho, es decir, el registro de los muertos, y el primer registrado es el periodista y escritor Julio Scherer García, quien falleció el pasado mes de enero a los 89 años de edad.

Julio Scherer, fue de los periodistas fundamentales en la segunda mitad del siglo XX en México, crítico, luchador, figura clave para lograr un mayor espacio en la libertad de expresión, por varios años dirigió el entonces prestigiado periódico Excélsior, y cuando el Estado represor le dio un golpe bajo y lo destituyeron de Excélsior, Scherer fundó la Revista Proceso.

Julio Scherer, además de ser un destacado periodista, también tiene una amplia obra publicada. Algunos de sus libros más conocidos son: Los presidentes (1986), El poder. Historia de familia (1990), una obra muy leída recientemente son sus memorias publicadas bajo el título: Vivir (2012), entre otros, pero el libro que en esta ocasión desarrollaremos en la presente columna se titula: Siqueiros. La Piel y La Entraña.

Como primer dato importante quiero mencionar que: Siqueiros. La Piel y La Entraña, es el primer libro publicado de Julio Scherer en el año 1965 por la Editorial Era, por lo tanto, la obra está cumpliendo 50 años de vida. Sobre ésta obra Scherer apuntó: “Es una semblanza, el apunte de un carácter; no pretende el rescate de acontecimientos ni obedece a un orden, el libro está formado por recuerdos, emociones, tragedias, fantasías, todo revuelto. Su contenido es como la tierra, el agua, las flores, las hojas que el viento arrastra.”

Si tuviera que darle mi propia descripción al libro en comento, diría que es un libro que describe la vida más íntima de Siqueiros, el hombre. Scherer no se detiene solo en presentarnos al artista o al personaje tan influyente en la vida pública de México, Scherer nos presenta a Siqueiros completo e íntegro, tal vez, por eso el libro no tiene orden, porque la vida no puede ser vivida y contada de manera metódica, la vida por su naturaleza es falible y eso si bien nos hace pasar malos momentos, al mismo tiempo nos da originalidad, porque al final todo se puede resumir en que hay que “vivir para contarla”.
El libro está compuesto por el prólogo y 51 capítulos, todos son muy pequeños, Julio Scherer siendo reportero entrevistó en muchas ocasiones a Siqueiros, el libro es producto de las continuas conversaciones que tuvo con Siqueiros, cuando estaba preso en la penitenciaria de Lecumberri entre los años 1960-1964. Con el transcurso de los años Scherer y Siqueiros fueron muy amigos, todo ello se ve reflejado en la lectura de ésta obra, porque hay anécdotas que sólo las podría narrar una persona muy cercana, un ejemplo es el capítulo: “Maldita sea la muerte”, donde Scherer nos cuenta que Siqueiros siendo un niño, descubrió que su tierna y amada abuela doña Eusebia estaba muerta:
“Sin sospechar aún, el niño le habló con voz dulce: “Doña Eusebia, doña Eusebita.” Pero como le respondiera el silencio, empezó a gritarle: “Mamá grande, contésteme por favor.” Angustiado, la tomó por los hombros, la incorporó sobre el lecho y la sacudió sin importarle que su cabeza rebotara como un muñeco sin resortes. Desesperado la jalo de los cabellos para sacarla de la cama y arrastrarla lejos. Fue el momento en que un tropel de sirvientes invadió la recamara.”
Del Siqueiros pintor mucho se ha escrito, sin embargo, en la lectura de: Siqueiros. La Piel y La Entraña, te encuentras con anécdotas invaluables y exquisitas, y para ponerles un ejemplo, les platicaré dos capítulos íntimamente relacionados. En el capítulo titulado: “Tres pesos por un retrato.” Scherer nos cuenta que un día cualquiera, una mujer como de setenta años de origen campesino, se presentó ante Siqueiros y le pidió que la pintara:
“Sé que usted retrata a las personas, siñor, y yo quiero tener un retrato en pintura, que es lo que me dicen que usted hace. –Le pregunté si lo quería para regalarlo y me respondió que no, que lo quería para que sus hijos la vieran cada vez que fueran a visitarla, estuviera o no en su casa. –Yo quise agradarla, seguirle la corriente y no le dije que me había atraído poderosamente como una posible modelo. Reservado le pregunté. Muy bien, señora, ¿y cuánto me puede pagar? –Yo pago lo que sea. – Creo que aquí hay un fotógrafo y pintor llamado Montenegro. ¿Cuánto cobra ese señor por los retratos? – A una hermana mía le cobró tres pesos por un retrato iluminado. – Yo le hago el retrato iluminado por los tres pesos.”
Con el transcurso de los días la mujer se llevó su cuadro, le pagó los miserables tres pesos y Siqueiros se quedó con un retrato, no le había dejado ganancia económica, pero le había gustado mucho esa pintura.
Pasaron varios años y Scherer en el capítulo: “Laughton, Chaplin, Marlene.” Nos relata que Siqueiros estando en Estados Unidos recibió a las tres de la mañana una llamada de su amigo y agente comercial Dudley Murphy, quien estaba en ese momento tomándose unas copas con Charles Laughton, Charles Chaplin y Marlene Dietrich. Murphy le comentó a Siqueiros que el gran director y actor de cine Laughton, estaba interesado en algunos cuadros, luego, luego, llegó Siqueiros al llamado y sucedió lo siguiente:
“Charles Laughton era alto y gordo, poderoso, dueño de una seguridad que avasallaba. Pero nada le impresionó tanto a Siqueiros como verlo avanzar hacia él con dos cuadros, uno en cada mano, y una voz dominante que interrogaba: -How much, sir? How much? How Much do you want? – Siqueiros vivía agobiado por problemas económicos y aún tenía dificultades para vender su obra. De momentos no supo qué responder. “Si cobro mucho –se dijo – a lo mejor me dice que no, pero si cobro poco y él pensaba darme mucho más, viviré, sin saberlo, una desgracia.” Murphy, atrás de Laughton, le hacía señas con los brazos y el cuerpo sostenido en la punta de los pies: súbele, súbele. Siqueiros cerró los ojos y aventuró. – One Thousand dollars each. –No, no- atacó Laughton. Su negativa dejó frío al pintor. One Thousand dollars each. – gritó jubilosamente colérico y para que no hubiera duda sacó la chequera del saco y firmó con las rodillas en la alfombra y el cuerpo inclinado sobre una mesa baja en la que se amontonaban copas y botellas.”
Estimado lector, sé que los que llegaron a esta parte de la columna estarán esperando que les confirme lo que están pensando, y sí, confirmado, uno de los dos cuadros que compró Laughton, es el de la campesina pintada por tres pesos.
Finalmente, transcurrieron los años y el tiempo pasó sin sentirse, hoy ya no tenemos ni a Siqueiros ni a Scherer, los dos ya están registrados en nuestro primer Obituario.
Correo electrónico: miguel_naranjo@nullhotmail.com