“Visión de Anáhuac.”

Alfonso Reyes (1889-1959) es de los grandes escritores mexicanos reconocidos ampliamente en Latinoamérica y Europa, su aportación a las letras hispanas fue fundamental en la primera mitad del siglo XX. Don Alfonso, además de contar con una obra amplísima, junto a otros intelectuales fue un creador de Instituciones, con Antonio Caso y Daniel Cossío Villegas, fundaron El Colegio de México y El Colegio Nacional, también perteneció a importantes grupos de intelectuales que buscaban transformar la vida política, económica, educativa y social de México, como lo fue el Ateneo de la Juventud.
De Alfonso Reyes hay mucho por biografiar, pero de la misma manera hay demasiado por leer, y en esta ocasión festejaremos los cien años de haber escrito uno de sus textos más leídos y reconocidos, titulado: Visión de Anáhuac. La pequeña obra fue escrita en la Ciudad de Madrid, España en 1915, Don Alfonso participó abiertamente en el Ateneo de la Juventud y en esos mismos años sucedió la conocida y triste decena trágica donde murió su padre Bernardo Reyes, bajo estos hechos Don Alfonso se fue a vivir a Francia y por motivos de la primera guerra mundial, decidió irse a vivir a Madrid, Ciudad donde vivirá diez años y escribirá parte importante de su obra, entre ella, Visión de Anáhuac.
Si bien la obra fue escrita en 1915, fue publicada hasta 1917 (En Costa Rica) y posteriormente en 1923 (en España). Visión de Anáhuac es un ensayo poético, en esta obra se puede claramente percibir el amor que Alfonso Reyes le tenía a su patria y sobre todo la enorme tristeza que sentía de vivir en el exilio, Don Alfonso en su: Historia documental de mis libros, escribió: “Fue el recuerdo de las cosas lejanas, el sentirme olvidado por mi país y la nostalgia de mi alta meseta, las que me llevaron a escribir la Visión de Anáhuac.”
El ensayo está dividido en cuatro subtemas, existe plena unidad en la temática desarrollada la cual describe al México prehispánico, en: “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire.” Alfonso Reyes cuando se refiere a la vegetación de Anáhuac la describe con estas palabras: “La mazorca de Ceres y el plátano paradisíaco, las pulpas frutales llenas de una miel desconocida, pero, sobre todo, las plantas típicas: las biznaga mexicana –imagen del tímido puerco espín –, el maguey (del cual se nos dice que sorbe jugos a la roca), el maguey que se abre a flor de tierra, lanzando a los aires su plumero; los “órganos” paralelos único como las cañas de la flauta y útiles para señalar la linde; los discos del nopal –semejanza del candelabro –, conjugados en una superposición necesaria, grata a los ojos: todo ello nos aparece como una flora emblemática, y todo como concebido para blasonar un escudo.”
En este primer subtema el escritor también señala que a través de los siglos el hombre disecó sus aguas y devastó sus bosques, a pesar de todo ello, casi al final de este primer subtema, Alfonso Reyes contundentemente plasmó el sentir sobre su patria amada: “Lo nuestro, lo de Anáhuac, es cosa mejor y más tónica. Al menos, para los que gusten de tener a toda hora alerta su voluntad y el pensamiento claro. La visión más propia de nuestra naturaleza está en las regiones de la mesa central: allí la vegetación arisca y heráldica, el paisaje organizado, la atmósfera de extremada nitidez, en que los colores mismos se ahogan –compensándolo la armonía general del dibujo; el éter luminoso en que se adelantan las cosas con un resalte individual; y, en fin, para de una vez decirlo en las palabras del modesto y sensible Fray Manuel de Navarrete: una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos.”
En el segundo subtema Alfonso Reyes utiliza como epígrafe, una referencia de Bernal Díaz del Castillo: “Parecía a las casas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís… No sé cómo lo cuente.” Aquí la temática se desarrolla en tres sectores fundamentales en la vida de los aztecas, el primero es el religioso, el segundo el comercial, y el tercero el político. En cuanto al religioso Reyes escribió: “El templo mayor es un alarde de piedra. Los gigantescos ídolos –afirma Cortés –están hechos con una mezcla de todas las semillas y legumbres que son alimento del azteca.”
Cuando se refiere a la vida del mercado, de manera muy particular les comparto que este apartado me fascinó, porque si bien Alfonso Reyes en algunos párrafos se basa en crónicas de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, y Alexander Von Humboldt, la forma en que describe la vida del mercado, lo hace como si él hubiera estado allí, ejemplo de ello es el siguiente párrafo:
“Se hallan en el mercado –dice – todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra. Allí venden –dice Cortés –joyas de oro y plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, huesos, caracoles y plumas; tal piedra labrada y por labrar. Venden también oro en grano y en polvo. Hay calles para la caza, donde se encuentran todas las aves que congrega la variedad de los climas mexicanos, tales como perdices y codornices, gallinas, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas y pajarillos en cañuela; buharros y papagayos, halcones, águilas, cernícalos, gavilanes. Hay calles de herbolarios, donde se venden raíces y yerbas de salud, en cuyo conocimiento empírico se fundaba la medicina: más de mil doscientas hicieron conocer los indios al doctor Francisco Hernández, médico de cámara de Felipe II y Plinio de la Nueva España.”
En el tercer apartado del segundo subtema, Alfonso Reyes nos platica como era la vida del Emperador: “Tiene contrahechas en oro y plata y piedras y plumas todas las cosas que, debajo del cielo, hay en su señorío. Su reino de oro, sus ropajes de oro, su carne de oro. Sus dominios se extienden hasta términos desconocidos, a todo correr parten a los cuatro vientos sus mensajeros, para hacer ejecutar sus órdenes. Moctezuma “vestíase todos los días cuatro maneras de vestiduras, todas nuevas, y nunca más se las vestía otra vez. Todos los señores que entraban a su casa, no entraban calzados”, y cuando comparecían ante él, se mantenían humillados, la cabeza baja y sin mirarle a la cara. Señor-mi señor-gran señor.”
Hasta aquí brevemente se ha desarrollado dos subtemas de la obra: Visión de Anáhuac, el tercero es maravilloso, a los interesados en la poesía prehispánica este tercer subtema los deleitara, Alfonso Reyes utiliza el epígrafe de El Nigromante: “La flor, madre sonrisa.” El cuarto y último subtema está bajo el siguiente epígrafe: But glorious it was to see, how the open región was filled with horses and chariots… Bunyan, The Pilgri´m Progress.
Con este apartado Reyes concluye su obra, el tema central es la unidad: “Nos une con la raza de ayer, sin hablar de sangres, la comunidad del esfuerzo por domeñar nuestra naturaleza brava y fragosa. Esfuerzo que es la base bruta de la historia. Convéngase en que la emoción histórica es parte de la vida actual.”
Ese amor por nuestra patria, pos nuestra historia, por nuestra grandeza, se ve reflejado en Visión de Anáhuac, ensayo escrito con un pasión y nostalgia que contagia, y por supuesto que convenimos en que conocer la grandeza de nuestra historia emociona y es parte de nuestra vida actual, porque en 1915 en Madrid se terminó de escribir Visión de Anáhuac y hoy a cien años de su nacimiento la leemos y releemos con emoción.
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