Hubo una época en que el diario que era de mayor circulación en Xalapa, publicaba en su sección de Oportunidades, la gran cantidad de anuncios de “Masajes”. Que el Mañanero, que el Raspadito, que el Rapidín, que Chico-Chico, que la Colegiala… ¡vamos! la demanda era tan grande que los precios parecían accesibles para todo mundo.
Por eso, un amigo que trabajó conmigo en la redacción del periódico “Política” y su servidor, ideamos hacer un reportaje a raíz de estos anuncios, localizándolos, sus tarifas y de acuerdo a lo comentado, la edad promedio de las “masajistas”, ¡todo ello, desde la comodidad de la oficina hablando por teléfono!
Así, mi amigo todas las mañanas o tardes, dependiendo de la carga de trabajo, hacía llamadas, preguntando por los servicios. Apuntaba el nombre del negocio, de a cuánto, en dónde y lo demás.
En serio, la cantidad de anuncios era excesiva, abrumadora y ya cuando iba por las cincuenta llamadas, tras una semana de trabajo, paró.
Entonces me pasó todos los datos que ya iba vaciando para dar forma al reportaje. Y poco a poco, que mete textos, saca textos, armamos todo pero… dentro de la información me encontré un teléfono y un anuncio simple que decía “masajes”. Lo incluí sin tarifas, sin nada en especial, sólo como un dato más… ¡y publicamos nuestra nota!
Al día siguiente, llegando a la oficina, me pasan el recado de que me reportara con una doctora que quería hablar sobre mi nota de masajes.
Intrigado, llamo para escuchar un reclamo. Cuando llega mi amigo y le pregunto con los datos en la mano por qué había incluido a este centro de masajes que sí era de masajes, me dijo que fue el único dato que no corroboró.
Por supuesto, error de él, error mío. No confirmó el dato, yo confié en mi fuente.
Con la cara llena de vergüenza, fuimos a las oficinas de la doctora quien con otra cara indignada, nos recibió.
Tras intentar explicarle nuestra novatez periodística, creo que nos comprendió y salimos de allí con una entrevista sobre su trabajo, sobre la confusión que había originado el florecimiento de tantos prostíbulos disfrazados de centros de masaje y el bochorno que pasaba cada día cuando le preguntaban si tenía “final feliz” su trabajo.
Bueno, pues esta historia es similar a lo que ocurrió con la lista de los 210 “aviadores” que dicen que filtró Alberto Silva Ramos.
Los medios que publicaron esa lista no corroboraron la información y confiaron en su “fuente”…
Entrecomillo “fuente” porque el lunes, por la noche, llega a mi bandeja electrónica un correo de esa “fuente” con una lista de supuestos “aviadores”… la checo y la borro… ¡ya no me interesa!
¿Por qué? porque el asunto de los “aviadores” parecía que tenía una buena intención en su inicio y se fue tergiversando. El acto de justicia y de ley empezó a tomar matices personales e iniciaron los ataques de los que el Gobierno del Estado pretende involucrarnos contra un Miguel Ángel Yunes Linares y éste a su vez, responde en el mismo tono.
Hoy, el tema de los “aviadores” se concentra en reclamos de maestros que nada tienen que ver con el pleito Fidelato vs Yunes.
Hoy, el tema de los “aviadores” se concentra en que “supuestamente” Alberto Silva Ramos filtró esos nombres.
Hoy, el tema de los “aviadores” se concentra en una edil, de los más de 200, que aseguran en los correos electrónicos que ella sí es “aviadora” de Yunes Linares.
Insisto: El tema de los más de dos mil aviadores que iban a “desplomar”, pasó de ser una buena noticia, a un chisme entre dos partes: Los fidelistas contra Yunes.
Ya nada más bastaría hacer una petición en Ruiz Cortines con Francisco Moreno: ¡Que alguien le recuerde a Alberto Silva Ramos que es el dirigente del PRI estatal y no el Vocero del Gobierno estatal! Es dirigente de los priistas veracruzanos, no el abogado del primer priista del estado.
smcainito@nullgmail.com