La cantidad de “peros” que podemos encontrar a quienes hoy en día aspiran a un cargo de elección popular pueden ser infinitos. Gran parte de los que se involucran en el tema electorero abona de un modo u otro, con razón o sin ella, en negarle la oportunidad a quien pretende verse en una boleta.
Pueden argumentar que “es muy joven… que tiene hasta dientes de leche”, le dicen a Rodrigo Montoya Rivera, con 24 años de edad, quien pretende ser candidato a diputado. Entre los alcaldes más jóvenes que ha habido está por ahí Jorge González Azamar que, si no mal recuerdo, rondaba la misma edad que el ex secretario privado de Américo Zúñiga. Ya ni se diga Adolfo Mota, cuando fue “Dipuchavo” y posteriormente, secretario y dirigente del PRI estatal.
Entre los otros discursos está también el del “es Duartista”, como es el caso de Vicente Benítez, ante conocido como “el Chileño”, hoy, como “el Chile Relleno”.
Por supuesto que los fanáticos del “Chile Relleno” argumentarán que ha hecho labor social y liderazgo en los Tuxtlas… por supuesto, siendo oficial mayor de la SEV ¡cualquiera! Ahora sí, dijeran, con dinero baila el perro.
Tanto en el ámbito social como en el político se está a veces en contra de la figura o de lo que representa.
Ya que pusimos estos dos casos (Rodrigo y Vicente), en las redes sociales es más criticable el chile xalapeño que el “Chile relleno”, aunque si se pudiera poner en báscula el desprestigio, creo que todos sabemos hacia dónde se inclinaría la balanza… porque al menos, en el centro (no sé en Los Tuxtlas) es más criticable en estos momentos ser duartista que ser joven (o póngale el adjetivo si usted rechaza la aspiración de Rodrigo).
Aunque también hay algo que sea en los Tuxtlas, en el norte, en el centro o donde sea, que igual es criticable para un grueso de la población: “El Chapulín”. Sí, aquel funcionario o servidor público que “abandona” su cargo para buscar uno de representación popular.
Quizás no sea tan criticable aquel “Chapulín” que tiene un puesto de confianza (como es el caso de Vicente Benítez), aunque haya desconfianza que en su paso por ese puesto, haya usado los recursos a su alcance para promover su imagen, levantar un “liderazgo” y generar un ambiente de Mesías redentor.
Aunque sí es más criticable aquellos “Chapulines” que tras pelear un cargo de representación popular y obtenerlo por la confianza de un gran sector de la población, abandonen su cargo.
Ahora, en estos momentos, se tienen en puerta algunos casos, como el del alcalde de Acayucan, Marco Antonio Martínez Amador; el de Banderilla, Esteban Acosta Lagunes; o el de Juchique de Ferrer, Ernesto Cuevas, que pertenecen al partido político AVE.
Su caso llama la atención porque lejos de asumir en su totalidad una responsabilidad con el pueblo que representan, se ponen a la disposición del dirigente de su partido.
Pero, pues qué se puede esperar cuando estos alcaldes y Alfredo Tress Jiménez muestran dos cosas: ELLOS) la exhibición en todo su esplendor de lo que es el salto del Chapulín (de cargo en cargo, sin importar cuál deja a medias); ÉL) La falta de cuadros.
Por supuesto, tampoco se les puede culpar por completo por el fenómeno del Chapulín. Nuestro sistema político se los permite. Nuestros votos lo permiten. Y peor: Cómo podemos exigirle al AVE y a sus alcaldes un comportamiento, cuando al menos tres de nuestros potenciales candidatos a la Gubernatura saltan del Senado y del Congreso de la Unión para buscar un cargo… Héctor, Miguel y Cuitláhuac.
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