Para otros, el viaje turístico que llevará a más de un millar de personas a bordo del barco Crystal Serenity en una travesía de 32 días a través de aguas deshieladas del Círculo Polar Ártico es sólo “el crucero de la extinción”.
El argumento es simple: el crucero es posible gracias al deshielo en el Polo Norte, y hace posible un grado de actividad humana y comercial que introduce nuevos y peligrosos elementos en un medio ambiente deteriorado ya por el calentamiento global.
Así, lo que promete ser un viaje soñado para algunos, a partir del 16 de agosto, resulta una pesadilla hecha realidad para otros.
La polémica alrededor del “tour”, que incluirá conferencias de expertos en zoología, exploradores, historiadores, fotógrafos y otros especialistas, así como excursiones en helicóptero, botes de goma y kayaks, se refiere sobre todo a la ecología, pero hay también tonos de historia…
“La tierra encima de la tumba de la tumba de sir John Franklin debe estar vibrando mientras el gran explorador ártico se sacude violentamente con la inminente partida del barco crucero Crystal Serenity para transitar por el Paso del Noroeste”, escribió Trevor Greene, autor del libro “No hay Planeta B; Promesa y Peligro en Nuestro Mundo en Calentamiento” en el Huffington Post.
El barco llevará un mil pasajeros y 600 tripulantes a través del Paso del Noreste, una vía marina que es para muchos un cementerio de infortunados que se vieron atrapados por el cambiante clima polar, especialmente en eras menos avanzadas. La expedición de Franklin, con 129 hombres en total, quedó literalmente atrapada en el hielo en 1845.
Los integrantes de la Marina Real Británica murieron por enfermedades, envenenamiento de plomo, exposición al frío y al parecer debieron recurrir al canibalismo.
La lírica expresión de disgusto puso de relieve sin embargo la discusión desatada por la decisión de iniciar cruceros turísticos por el hasta ahora imposible Círculo Polar Ártico y sus posibles consecuencias, por más que un articulista lamentó que la mayor consecuencia de los turistas pueda ser quedarse sin suficiente licor.
Para los críticos del viaje, y de la idea en general, la huella ecológica que dejarán el barco y sus sucesores terminará por arruinar lo que queda del medio ambiente en esa región.
Para el grupo Polar Bears International (Osos Polares Internacional), que busca defender la situación de esos animales, se trata de un tema alarmante, tanto por lo que se espera que sea un creciente paso de barcos —cargueros y turísticos— como de la mayor actividad y presencia de visitantes.
“Puede llevar a un estallido de conflictos entre osos polares y humanos”, advierte la organización, al recordar que los osos polares son curiosos por naturaleza y que esa característica los puede atraer a vistas y olores desconocidos, como campamentos o simplemente paseantes en la playa.
El barco está marcado para salir de Anchorage el 16 de agosto próximo y se espera que llegue a Nueva York alrededor del 20 de septiembre siguiente. A su paso, y a pesar de las garantías de limpieza de la empresa naviera, los ambientalistas esperan que deje una estela de basura, gases y combustible quemado.
El barco donde se hará el crucero tiene un desplazamiento de 68 mil toneladas y mide el equivalente a 13 pisos de altura. Para facilitar muchas de las actividades de los pasajeros y prevenir emergencias, otro barco, más pequeño, lo escoltará a lo largo de su ruta.
Los boletos para el viaje van de los 30 mil a los 150 mil dólares por persona y la empresa promotora ofrece “experiencias de vida únicas que incluyen la oportunidad de ver raros animales salvajes en su forma más pura —de ballenas jorobadas, belugas y boreal, a focas y morsas, bueyes almizcleros— en las costas y abundantes colonias de gaviotas y aves pescadoras del Ártico”.
Asegura también que lo svacacionistas podrán encontrarse con indígenas —”en grupos pequeños”— y tal vez osos polares.
La empresa Crystal afirmó que sus tripulaciones tienen entrenamiento ecológico y no lanzan desechos al agua, y que una parte de la basura será incinerada a bordo del buque. Otra parte será almacenada en el barco escolta que hasta que pueda ser entregada en instalaciones específicas fuera de la región polar.
Pero la pura huella de carbón —o sea la cantidad de gases invernadero emitida en este caso por el navío— resulta preocupante per se, aunque el temor principal parece referirse más bien al ejemplo.
“Con la apertura de nuevas rutas navieras internacionales como el Paso del Noreste debido a la disminución del hielo en el mar, el riesgo de grandes accidentes y derrames de petróleo transfronterizos se eleva”, comentó Rod Downie, a cargo del programa polar de la Federación Mundial de la Vida Silvestre en Gran Bretaña, citado por el diario Daily Mail.
Por 300 años el Paso del Noreste fue el Santo Grial para los exploradores hasta 1906, cuando el explorador noruego Roald Amundsen navegó la ruta en tres años.
El crucero de un mes está completamente vendido. Y la mayor tribulación que pueden esperar es tal vez quedarse sin buen (whisky) escocés”, lamentó Greene.
En todo caso, para muchos ecologistas es una tragedia en ciernes.
“Los cruceros árticos son lo último en turismo de alto costo. Icebergs, osos polares, ballenas beluga, vistas asombrosas y aisladas comunidades inuit (esquimales): ¿qué no le puede gustar a un viajero hastiado? Pero hay algo más: los cruceros árticos involucran mayores problemas e impacto ambiental que casi cualquier otro tipo de turismo”, afirmó Michael Byers, catedrático de política global y ley internacional en la Universidad de Columbia Británica (Canadá).
En un artículo para el diario canadiense Globe and Mail, Byers advirtió por un lado de riesgos para la navegación, como los llamados “growlers”, que son trozos de iceberg difíciles de ver porque flotan apenas sobre el agua, amén de que el número de icebergs propiamente dichos ha crecido como consecuencia del creciente derretimiento de glaciares.
Advirtió también del riesgo de encallamiento debido a que las aguas polares no están bien delimitadas, al margen de lo impredecible del clima.
Pero la preocupación principal está en el impacto ambiental del barco.
Por un lado, la posibilidad de derrames de combustible. ”Un crucero del tamaño del Crystal Serenity lleva más de un millón de litros de combustóleo” y, aunque el navío y su empresa “son muy profesionales”, Byers subrayó que “el viaje atraerá a otros cruceros al norte, para hacer un accidente serio algo casi inevitable”.
Y ese tipo de viajes, afirmó, son “una forma de ‘turismo de extinción’”.
Los viajeros van a ver especies, o culturas humanas, “mientras aún se puede”… mientras las especies o las culturas que provocan curiosidad aún existen o se apegan a sus costumbres.
“El cambio climático avanza con rapidez en el Ártico, y amenaza una cadena alimenticia basada en el plancton y el bacalao ártico que han evolucionado en las grietas y huecos bajo el hielo marino; cuando ese hielo desaparece, lo hacen también esas especies y los depredadores que sostienen, como las ballenas beluga y los osos polares”, precisó.
Peor todavía, añadió, esos viajes crean su propio círculo de cambio climático: sólo son posibles por el derretimiento del hielo y sus emisiones de carbono contribuyen a una mayor desaparición de la capa congelada.
Y eso, al mismo tiempo, se traduce en la pérdida de regiones habitables para especies como los mismos osos polares.