Porque el generar juicios y culpar constantemente, te genera negatividad y puros sentimientos tóxicos. Cuando nos enfocamos en complacer a otros sobre nosotros mismos, perdemos gran parte de nuestra energía.
Cada persona es un mundo, cada situación y cada experiencia que vive cada persona es distinta. Todo lo que se juzga o se califica es de acuerdo a estándares diversos, muchas veces ilógicos. Siempre habrá quién no esté de acuerdo con tus decisiones, opiniones y proyectos porque, cada quien juzga de acuerdo a su propia vara y a sus valores.
Debemos dejar de juzgarnos porque de esta forma perdemos tiempo, nos desgastamos y nos enfocamos en seguir las normas y sueños de otros.
Recuerda que de la culpa, nada positivo puede salir, si esta no se lleva a una reflexión y hechos que contribuyan a un cambio. Deja de juzgarte con los ojos de los demás, porque solo perderás tu rumbo.
Comienza por hacer tuyo tu sistema de valores, reconocer los criterios por los que quieres regirte, adopta la visión que deseas del mundo. Claro, estate abierto a escuchar, comprender y respetar las opiniones de otros, pero recuerda que tu vida, tus decisiones y tus acciones dependen de ti. Es común hoy en día escuchar gente que no sabe qué quiere, no sabe que le gusta, no puede identificar ni sus gustos ni preferencias, porque solo se mueve a las preferencias y deseos de los demás.
Recuerda que tu felicidad depende de ti, de voltear a tu interior. Cada vez que te alejas de ti mismo, de tu esencia, te alejas de encontrar y vivir de acuerdo a tu verdadero propósito.
Reconéctate con tu esencia. Escucha tu cuerpo, tus síntomas positivos y negativos, qué te dice tu salud física y emocional. ¿Te sientes con paz interior o vives con insatisfacción?
Redescúbrete. Pregúntate qué quieres de verdad, identifica las cosas que te hacen feliz, te emocionan y te hacen sentirte vivo.
Presta atención a ese llamado interior que te hace tu alma. Dios te quiere ver feliz, no quiere que vivas en un mundo de culpas; Dios desea verte en paz y feliz contigo mismo.