El proceso de divorcio entre Reino Unido y la Unión Europea (UE) será largo, podría tardar hasta dos años, y condicionará la futura relación entre las dos partes.
La opción de abandonar la mancomunidad por cualquiera de sus países miembros está permitida desde diciembre de 2009, cuando entró en vigor el Tratado de Lisboa, que por primera vez incorporó el tema, justamente por presión de Reino Unido.
El artículo 50 del pacto establece que el primer paso del proceso deberá ser la presentación por parte de Reino Unido de la decisión oficial de desligarse de la UE, lo que acciona el procedimiento de separación irreversible.
Reino Unido aún no anunció cuando pretende presentar la decisión, pero los líderes de la UE pidieron este viernes que se realice “con celeridad”, a fin de evitar un “periodo más largo de incertidumbre”.
En seguida, el gobierno británico y sus homólogos de los 27 países que permanecen en la UE deberán negociar los términos de la separación.
Ello implica la recisión de contratos internacionales y la revisión de legislaciones británicas, incluyendo la revocación de actas que determinan la prioridad de las leyes europeas sobre las nacionales.
Todo el proceso puede tardar un máximo de dos años, pero la velocidad real dependerá de la disposición de todas las partes.
Mientras no se concluya esa etapa, Reino Unido continuará bajo las legislaciones europeas, tal y como al día de hoy.
Del lado europeo, el acuerdo final debe ser aprobado por unanimidad, antes de ser ratificado por mayoría en el pleno del Parlamento Europeo.
El presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, ya se dijo favorable a la inclusión de condiciones severas con el propósito de mostrar a los demás países las “consecuencias” de eventualmente seguir por el mismo camino que Reino Unido.
En varios países europeos -como Francia y Holanda, que celebrarán elecciones en 2017-, partidos nacionalistas en franca ascensión manifestaron la intención de celebrar consultas similares a la británica.