«El sentimiento de culpa es una emoción provocada por nuestro pensamiento, de tipo cognitivo», explica Catherine Aimelet-Périssol, terapeuta y Doctora en Medicina. Se trata de un proceso bastante corriente que puede tener varios grados. Podemos hablar de un sentimiento de culpa leve o de otro más invasivo que puede acabar provocando una depresión.
«Soy madre soltera y me acabo de pillar por un chico, algo que no me sucedía desde hace dos años, y el problema es que ahora tengo menos tiempo para dedicarle a mi hija», se lamenta Vanesa.
«Cuando se hace algo, se hace bien», le susurra a Claudia una vocecilla interior. Por eso se siente mal si no está al 300% en las fiestas de Navidad…
¿Pero qué es en realidad el sentimiento de culpa?
El primero es inofensivo. Hace un día maravilloso y Ana ha quedado para comer con una amiga que se acaba de divorciar. Al final, acaba poniendo la excusa del trabajo para faltar a su cita y poder salir a respirar aire puro. «Probablemente el sentimiento de culpa le persiga y le impida disfrutar plenamente de ese momento», analiza nuestra experta. En estos casos, la culpa acaba movilizando nuestra energía para intentar «reparar» y, como se suele decir, remediar la situación.
Después está la culpa que reconcome. Por ejemplo, has roto con tu pareja y ahora resulta que se ha quedado en el paro y está hundido en la miseria. Esto «podría causarte un profundo malestar y no abandonarte nunca», advierte la terapeuta.
La pena
Tu hijo pequeño te pide que no vayas a tu cita porque le duele un poco la barriga. Tu chico está desilusionado porque celebras su cumpleaños con desgana después de la discusión del día anterior… «Cuando nos sentimos culpables entran en juego una serie de emociones, siendo la pena una de las más importantes», afirma Catherine Aimelet-Périssol.
Algunas personas la sienten de manera muy física, con tensión o bajadas de energía; otras, sienten que tienen que remediar algo que han hecho mal. En cualquiera de los casos, necesitarás toda tu energía para ponerle remedio.
Una ventaja para nuestras relaciones sociales
Percibimos la culpa como algo ajeno a nosotros mismos, una sensación de la que queremos librarnos. Sin embargo, puede sernos útil. Al igual que la rabia o el miedo que nos pone en alerta, la culpa tiene una función concreta. «Se trata de un complemento indispensable para relacionarnos, nos lleva a observar las reacciones de nuestro entorno con el fin de hacernos ver las consecuencias de nuestro comportamiento», declara nuestra experta.
No te has acordado de llamar a tu madre para felicitarla por el día de la madre y probablemente puedas sentir en su voz o en su cara su decepción, algo que, sin duda, hará que te sientas culpable. Esta situación generará una especie de aprendizaje que te ayudará a no volver a actuar así la próxima vez. La culpa nos sirve para «convivir» y para evitar que nos hagamos daño los unos a los otros.
«Si no la sintiéramos, no sabríamos cuáles son las consecuencias que nuestras acciones o palabras tienen sobre los demás», continúa Catherine Aimelet-Périssol. Nos ayuda a empatizar con «el dolor» de los demás y, si se utiliza bien, podría llegar a ser la antesala de la compasión.
Aprende a domesticar tu sentimiento de culpa en lugar de ignorarlo
La reacción más frecuente ante la culpa es querer librarse de ella. Lo peor es cuando reaccionamos emocionalmente y de manera negativa ante nuestros propios sentimientos. «Es como si estuviéramos atrapados entre lo que sentimos y el deseo de no querer sentirlo», explica Catherine Aimelet-Périssol. Es como la «patata caliente» que intentamos endosarle al otro, y que al final dará lugar, inevitablemente, a conflictos y tensiones relacionales.
Querer librarse de ella sin intentar sacar un mensaje positivo puede ser contraproducente. Cuanto más intentemos controlar lo que sentimos, mayor será el descontrol. Que la rechacemos o que la suframos, la culpa, con total seguridad, acabará invadiéndonos.
Es importante considerarla para «encauzar la situación». «La culpa gana otro significado en ese «vivir juntos»», asegura la terapeuta. La pregunta es: «¿Qué podemos sacar de lo que acaba de suceder?». Todos tenemos recursos y capacidades para responder, siempre y cuando tengamos en cuenta o entendamos mejor lo que puede dañar al otro.
Otra clave importante es que en medio de esa situación de conflicto interior intentemos analizar qué significa también para nosotros. A la hora de “crear” una situación vivida como difícil siempre se es dos. Paradójicamente, la culpa, incluso si llega a ser perturbadora, permite encontrarle un sentido a las cosas. Así que podemos dejar de tener remordimientos de conciencia por haber hecho algo o por no haberlo hecho.