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Agencia Imagen del Golfo

Una mancha negra escurre del antiguo basurero municipal que se mezcla entre los maizales de la comunidad San Antonio Ojital. Pero desde hace casi un mes las familias de seis comunidades viven entre la humazón que emana del tiradero de basura, donde una enjambre de moscas y los zopilotes sobrevuelan el lugar.

La columna de humo que sale de los montículos de basura se esparce a kilómetros de distancia y se adentra a las viviendas de las localidades como Adolfo López Mateos, Miguel Hidalgo, Valentín Gómez Farías, Jardines, Ampliación Adolfo López Mateos y Cardenales.

Sobre los escurrimientos de lixiviados y los desperdicios sobrevuela un enjambre de moscas. La pestilencia putrefacta seca la garganta y causa tos en las personas, relató Nemesio Vargas, un hombre de edad avanzada que sostenía en sus manos una coa con el que arrancaba la maleza de su parcela.

El líquido negro está impregnado en la vegetación que rodea el basurero municipal y que de acuerdo a los lugareños, los lixiviados han contaminado los pozos artesianos, mantos freáticos, el pasto y hasta los ganados.

La humazón comenzó desde el incendio ocurrido el pasado sábado 18 de junio. Desde entonces las familias viven entre el humo y las moscas dentro de sus casas. Las autoridades se comprometieron a tapar todo el desperdicio, pero no han cumplido.

A unos kilómetros de distancia, el gobierno municipal, representado por el alcalde, Marcos Romero Sánchez ya creó un nuevo tiradero de basura entre pozos petroleros ubicados en la comunidad Cerro Grande- Escolín.

Ahí, desde hace una semana los camiones arrojan los desechos a un barranco mientras una maquinaria pesada \»empareja\» el terreno donde depositarán las toneladas de basura que generan los habitantes de Papantla.

Al sitio también permanecen las personas que se dedican a reciclar botellas, cartones y otros objetos que pueden comercializarlos y obtener una ganancia económica.