Ser bebé está rodeado de comodidad: nos cuidan, nos pasamos el día comiendo y durmiendo y no tenemos que preocuparnos por nada. Sin embargo, la mayoría de nosotros no recuerda nada de esos maravillosos años.
Teniendo en cuenta todo lo que aprendemos durante la niñez, cabría esperar que tuviéramos cantidad de recuerdos de esos años. Experimentamos el mundo por primera vez, aprendemos a caminar y a hablar y, sin embargo, la mayoría de nosotros no recuerda nada de antes de los tres o cuatro años o incluso más tarde.
Hace más de un siglo, el mundialmente conocido psicoterapeuta Sigmund Freud acuñó el término ‘amnesia infantil’ cuando trataba de averiguar qué pasaba en nuestra mente a esa tierna edad. A día de hoy, ese proceso continúa siendo un misterio.
¿Los recuerdos dependen de la cultura?
No existe una respuesta única ni ampliamente aceptada a esta pregunta, pero numerosos estudios muestran que el tiempo al que se remontan nuestros primeros recuerdos puede variar de persona a persona y de país a país, informa BBC.
Flickr / simpleinsomnia
La psicóloga Qi Wang, de la Universidad de Conrell (EE.UU.), publicó en 2004 una investigación en la que recopiló cientos de recuerdos de estudiantes estadounidenses y chinos. El estudio reveló que los primeros tenían recuerdos más largos, más elaborados y visiblemente más egocéntricos que los segundos, que los tuvieron más breves y concretos. Asimismo, como promedio, los recuerdos de los primeros datan de seis meses antes.
Esto sugiere que tal vez la forma en la que nuestra cultura enmarca los recuerdos y valora el pasado tiene un impacto significativo en la ‘amnesia infantil’. Por ejemplo, muchos maoríes neozelandeses, cuya cultura hace mucho énfasis en el pasado, pueden recordar sucesos de cuando tenían poco más de 2 años.
¿O dependen del habla?
Algunos psicólogos consideran que el factor clave lo desempeña la capacidad del habla. «El lenguaje nos ayuda a estructurar y organizar nuestros recuerdos. Eso es una narrativa. Al crear una historia, la experiencia es más fácil de recordar durante más tiempo», sostiene Robyn Fivush, psicóloga en la Universidad de Emory (EE.UU.).
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Así, puede ser que cuando somos bebés simplemente no tenemos el ‘equipo mental’ necesario para almacenar y organizar adecuadamente los recuerdos, una hipótesis reforzada por el famoso caso de Henry Molaison o ‘el paciente HM’. Después de que una operación para curar la epilepsia le dañara el hipocampo (el centro de nuestra capacidad para aprender y recordar), se volvió incapaz de recordar ningún suceso reciente (a pesar de contar con memoria temporal a corto plazo y poder aprender nuevas habilidades).
«Entonces, ¿es el subdesarrollo del hipocampo lo que hizo que perdiéramos nuestros recuerdos a largo plazo, o es que estos nunca se llegaron a formar?», plantea la columnista de la BBC.