La canonización de la Madre Teresa de Calcuta el domingo será la culminación de un proceso -a veces llamado «la máquina de hacer santos»- que es largo, complejo, caro, poco claro y con frecuencia polémico.
La Iglesia Católica confiere póstumamente la santidad a personas consideradas tan virtuosas durante su vida que ahora están con Dios y pueden interceder ante él para realizar milagros. Ese es el estatus de la monja reconocida por su trabajo en los barrios pobres de la ciudad india ahora llamada Kolkata.
Pero el camino hacia la santidad es con frecuencia más burocrático que beatífico.
La Madre Teresa murió en 1997 y el fallecido Papa Juan Pablo II, quien se reunía seguido con ella, rompió las reglas del Vaticano para otorgar una dispensa que permitió que dos años después de su muerte, en vez de los cinco usuales, comenzara el proceso para presentar su caso a la santidad.
El proceso, conocido como «causa», comienza a nivel local cuando una diócesis cree que alguien en su comunidad vivió una vida piadosa. El postulante envía documentación al Vaticano donde se analiza el caso junto a teólogos. Si se considera que debe seguir, el próximo paso es la beatificación, para la que se requiere un milagro.
El primer milagro atribuido a la Madre Teresa involucra a una mujer india, Monica Bersa, cuyo tumor de estómago habría desaparecido después de que ella y otros le rezaron a la monja en 1998, un año después de su muerte. Una comisión médica analiza los casos por si hay una explicación científica de la sanación.
Después de la beatificación, que para la Madre Teresa se hizo en el 2003, se necesita un segundo milagro para continuar el proceso hacia la santidad. Esta vez fue el brasileño Marcilio Andrino quien, según la Iglesia, se recuperó de improviso de una severa infección neurológica en el 2008 después de que su familia le rezó a la monja.
El proceso de convertir santos no ha sido inmune a la corrupción y mala administración, con acusaciones de que el sistema favorecía causas con partidarios ricos.
El grupo conservador Opus Dei fue acusado de usar su considerable peso financiero para impulsar la canonización de su fundador, el sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer, declarado santo en el 2002.
En el 2015, una comisión que analizaba las finanzas de la Santa Sede halló que la oficina de santidad tenía poca o ninguna documentación de fondos usados por los postulantes. Según una fuente, el banco del Vaticano congeló en el 2014 alrededor de 1 millón de euros en fondos sospechosos de postulantes.
El sacerdote canadiense Brian Kolodiejchuk, postulante de la causa de la Madre Teresa, dijo que el costo del proceso fue bajo -de menos de 100 mil dólares- comparado a otras canonizaciones del pasado. Explicó que fue cubierto mayoritariamente por una única donación anónima y que no se utilizaron contribuciones destinadas a los pobres.