Las torres gemelas de Nueva York se derrumbaron el 11 de septiembre de 2001 tras ser impactadas por dos aeronaves comerciales. Mientras tanto, un avión más se estrellaba contra el Pentágono y otro en los campos de Pensilvania. A 15 años de los atentados también conocidos como el 9/11, cuyo aniversario es hoy se recapitula para conocer su situación actual y el lugar que ocupa México como parte del fenómeno terrorista.
A partir del 9/11, el terrorismo cobró nuevas dimensiones. Bush juraba acabar con ese monstruo Al Qaeda y devolver a los estadounidenses el sentido de seguridad que habían perdido. Se aprobó la legislación más severa de la historia sobre la materia.
Se creó un gigante burocrático costoso y complejo, el Departamento de Seguridad Internao Homeland Security. Se decidió intervenir militarmente Afganistán e Irak, así como arrancar la mayor cacería de terroristas jamás vista.
Incluso, años más tarde, ya con Obama, se terminó con la vida del líder y autor intelectual de la tragedia, Osama Bin Laden. No obstante, quince años después, el mundo sufre alrededor de cinco veces más muertes por ataques terroristas que en aquél entonces. Al Qaeda sigue viva y una de sus escisiones –ISIS- representa, en palabras del presidente estadounidense, la mayor amenaza a la seguridad de la superpotencia.
En la actualidad, quizás ya no vemos torres derribadas por jets. Pero sí vemos, de manera cada vez más frecuente, individuos asesinando inocentes en un bar, en un café, en un centro comercial, o atropellando gente en un desfile. Más aún, de acuerdo con diversos estudios del año pasado, una mayoría de estadounidenses reporta que se siente más insegura en el presente que en 2001, y 40% reportaba que el terrorismo es la principal amenaza del país.
¿Qué es el terrorismo?
El terrorismo no es solo violencia material, sino una táctica que emplea esa violencia material contra civiles solo como instrumento para provocar un estado de conmoción y terror en terceros y así, inducir cambios en las opiniones, en la conducta o en las actitudes de la gente, con la intención de transmitir mensajes o reivindicaciones y, entre otras cosas, ejercer presión política en tomadores de decisiones.
Por lo anterior, el verdadero daño de un atentado rebasa con mucho a las siempre lamentables víctimas directas, o la cantidad de destrucción provocada.
La marca más honda del terrorismo radica en los efectos psicosociales ocasionados a partir de la comunicación del acto violento, de la reproducción y contagio del miedo masivo, y el impacto que ese miedo termina provocando en la agenda o en la toma de decisiones de un determinado país o grupo social.
Con el 9/11 cambió la historia
Los atentados del 9/11 cambiaron la historia. El evento fue visto y retransmitido incansablemente en todo el planeta durante días, semanas, meses y años, generando con ello, millones de víctimas indirectas. Esas otras víctimas, cuyos nombres nunca alcanzan una placa o siquiera una mención, son todas las personas que atestiguan el acto violento a través de los medios, y quienes, invadidas por el miedo, se estresan y cambian su forma de actuar, sospechan del vecino o de quien “parezca árabe” y terminan apoyando respuestas de fuerza por parte de sus gobiernos.
Los pasos implementados por la administración Bush, tanto en lo interno como en lo externo, así como por parte de muchos otros países que se sumaron a la causa antiterrorista, consiguieron, efectivamente, algunos de los objetivos trazados. A pesar de que varios ataques más –como el de Madrid en 2004 o el de Londres en 2005- fueron perpetrados por Al Qaeda, o por células afiliadas a esa organización, sus principales bases en Afganistán fueron desmanteladas.
Bin Laden y los combatientes que sobrevivieron fueron obligados a huir y a ocultarse, degradando con ello su capacidad operativa. La amenaza de ataques terroristas en países occidentales, con el nivel de planeación, sofisticación y operación visto en 2001, 2004 o 2005, disminuyó considerablemente. Las agencias de seguridad desmantelaban células, frustraban planes y atrapaban potenciales terroristas en toda clase de sitios.
Resultados de la Guerra contra el terrorismo
La “guerra contra el terrorismo” no terminó con el terrorismo. Al revés, le alimentó, le hizo mutar y reproducirse. Según el Índice Global de Terrorismo (IEP, 2015), actualmente tenemos alrededor de cinco veces más muertes por esa clase de violencia que en 2001. De esas muertes, 80% se concentra en solamente 5 países.
Dos de esos países son Irak y Afganistán, justamente los dos intervenidos militarmente por las potencias occidentales, además de naciones como Siria y Pakistán, lo cuales son países limítrofes con los dos primeros.
Filiales de Al Qaeda
A lo largo de los años, Al Qaeda estableció filiales importantes como las de Yemen, el Magreb o Irak, además de una serie de grupos menores, células e individuos que le juraron lealtad. Una de esas filiales, la de Irak, se transformó en lo que hoy conocemos como ISIS o “Estado Islámico”.
Si bien las agencias de seguridad consiguieron reducir la amenaza de atentados sofisticados, el terrorismo siempre supo encontrar caminos para seguir golpeando el sentido de seguridad de sus enemigos. Desde los ataques suicidas y coches bomba en los sitios donde las grandes organizaciones tienen sus centros operativos, hasta los atentados y secuestros de inocentes en los que los atacantes emplean armas cortas, largas o semiautomáticas, incluso cuchillos, machetes, o camiones para atropellar gente como en Niza hace algunas semanas.
Nuevos medios de impacto mediático
La cuestión central es que, en nuestros días, gracias a la evolución de la tecnología de las comunicaciones, ya no se necesita secuestrar un avión y estrellarlo en un rascacielos para provocar el impacto mediático y psicológico deseado.
En los últimos años, 70% de las muertes por terrorismo en países occidentales, son producto de atentados a manos de lobos solitarios. Basta que alguien fotografíe o filme un atentado “simple” o “casero”, para que el evento sea atestiguado de manera indirecta por millones de personas, al instante, en vivo, mientras los sentimientos de vulnerabilidad y terror son producidos, incluso a miles de kilómetros de distancia. Esa eficacia, a su vez, incentiva ataques similares.
Una investigación realizada por El Universal, ha demostrado que las medidas más eficaces para reducir ataques terroristas no son militares, sino policíacas y de inteligencia. Sin embargo, el brutal incremento en el uso de la violencia terrorista demuestra que, mientras la motivación de cometer ataques exista, sin importar la cantidad de países invadidos, bases desmanteladas, líderes caídos, o disposiciones de seguridad puestas en marcha, los grupos o personas que han decidido utilizar esta clase de violencia, terminarán por encontrar la forma de seguirla utilizando.
Terrorismo en México
En 2014 se efectuaron en México cuatro atentados terroristas, con lo que se posiciona dentro del medio centenar de naciones con los índices más elevados de ataques terroristas; así como el tercer sitio a nivel América Latina, pese a que los daños materiales y humanos que dejaron dichos incidentes fueron mínimos respecto a otros casos.
México se encuentra entre las 50 naciones con mayor actividad e impacto terrorista del mundo, de una lista de 124 países analizados.
Por otro lado, en informes de 2015, el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), informó que el Índice Mundial de Terrorismo arrojó que el impacto del terrorismo en México es mayor que en naciones como Alemania, Italia, España, Venezuela o Nicaragua.
A escala global, 2014 fue uno de los peores años en la historia pues el número de muertos con ataques terroristas creció 80 por ciento en comparación con el 2013. Las pérdidas económicas ascendieron a casi 53 billones de dólares, también la cifra más alta registrada hasta ahora.
Aunque grupos como el Estado Islámico y Boko Haram son los responsables demás de la mitad de las muertes por terrorismo en el mundo, el informe alerta que en el mundo occidental el 80 por ciento de ataques son perpetrados por organizaciones o grupos locales de tinte radical, racial, extremistas políticos, y del crimen organizado.
Sugerencias para erradicar el terrorismo
Un texto del Foreign Affairs publicado esta semana reveló que los grupos terroristas no se sostienen sin la existencia de redes criminales como organizaciones de narcotráfico, lavado de dinero, o tráfico de personas, por mencionar algunas.
Para erradicar el terrorismo, en países occidentales como Francia o Bélgica, las estrategias de largo plazo deberán incluir acciones para revertir el proceso de radicalización de individuos y grupos, tales como la reducción de las desigualdades socioeconómicas y el fomento a la inclusión e integración de amplios sectores que hoy se sienten marginados.
No se trata de medidas simples. Pero el no entrar en el tema de fondo es lo que ha resultado, hasta ahora, en que la cantidad de personas que murieron el 11 de septiembre del 2001 palidezca ante las cifras de los que mueren a diario en nuestros días a causa de este tipo de violencia.