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Redacción

“Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”.
Aunque Simón Bolívar se refería así a las guerras que enfrentó con los españoles por la independencia de los países de América Latina a donde extendió su lucha, para el atleta xalapeño Santiago Sánchez Mata, quien falleció esta semana a los 91 años, esa frase del libertador venezolano bien puede aplicarse al deporte que practicó por cerca de cuatro décadas de manera ininterrumpida hasta morir en la raya de la meta.
Ires y venires, entre los 100 metros planos, 200 metros y 400 metros con relevos en las pistas de la ciudad que lo vio nacer, Xalapa, de otras ciudades de Veracruz, México y Estados Unidos, pero también ires y venires “fastidiosos” de oficina a oficina “solicitando un apoyo que entre promesas y promesas, nada, nunca llegó nada”. Sin embargo, ganó casi por su propia cuenta y con la ayuda de sus hijos, más de 80 medallas, la mayoría de oro, las más en 100 metros planos, con un récord mundial de 13 segundos y 18 décimas.
Aun con esas penurias de querer ser alguien en el deporte nacional, Santiago Sánchez se convirtió en el único mexicano del ranking internacional de la lista de atletas veteranos más veloces de todo el mundo. Sin embargo, en esos ires y venires, Santiago no se amilanó porque sabía que su trayectoria fue una historia de triunfos y fracasos, de alegrías y tristezas, ante todo un homenaje a la vida. “Sigo enamorado de lo que hago y corro todos los días, hasta los domingos”, decía.
Santiago recorrió miles de kilómetros en casi 40 años de correr y correr. “Ni tantos” dice. Su prueba favorita fueron los 100 metros planos, donde labró sus triunfos –regionales, nacionales e internacionales— a pulso y así lo demuestra su historial deportivo.
En 2011 fue su última competencia internacional en Sacramento, California, donde representó a Veracruz y a México en el XIX Campeonato Mundial de Atletismo Master (WMA Championships), en el cual se dieron cita atletas de noventa países para compitieron en diversos disciplinas del atletismo y en varias categorías. Santiago compitió en 100 y 200 metros y en relevos de 4×100, competencias en las que obtuvo el tercer lugar, el segundo y el primero, respectivamente.
El atleta, que apenas rebasaba el metro y medio de estatura y no llegaba a los 50 kilos de peso, mostraba orgulloso las medallas que acreditaron su posición en el ranking mundial y afirmaba: “La velocidad es lo mío”.
Y eso que nunca tuvo entrenador. “Yo he sido mi propio entrenador, yo solito”. Aunque comentaba que se debía cuidar y atender de una hernia, porque le hubiera gustado ir a Finlandia el siguiente año, a donde fue convocado luego de su triunfo en Sacramento. “Sí me interesa ir a Finlandia –decía–. Si Dios me presta vida, posiblemente sí vaya. Por eso me quiero operar esto de la hernia. Si recién me acababa de operar, apenas tenía un mes y así fui a participar”.
Aunque empezó ya entrado en edad, cuando ayudó a conseguir el espacio de la Quinta de las Rosas para los ancianos de bajos recursos, su afición por el atletismo le viene desde que era niño, cuando trabajaba cortando y cargando café en una finca de Coatepec. A los doce años cortaba setenta kilos al día, los que tenía que acarrear de un lugar a otro con el costal al hombro.
Cuando no era tiempo de corte de café, Santiago jugaba basquetbol o beisbol con sus hermanos en el parque Colón. “Éramos cuatro hermanos y nos pusieron ‘los vagos del Colón’ porque ahí nos la vivíamos, pero haciendo deporte”. Jugó con tres equipos y estuvo en varias ligas de beisbol de Veracruz, pero con ninguno terminó porque, confesaba, tenía el carácter muy fuerte. Además, practicó natación y frontón, pero desde que empezó en atletismo se le entregó en cuerpo y alma.
Santiago se casó a los 25 años con Guadalupe Carrillo, quien cuenta con la misma edad que su difunto marido y hasta hace poco tiempo todavía se mantenía activa bailando y haciendo aerobics. Santiago también trabajó como albañil y panadero para sostener a sus cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres, pero eso no fue un pretexto para abandonar el deporte.
Para mí, señala el hijo mayor del velocista, Lucio Sánchez, bajista y fundador del grupo de jazz de la UV, Orbis Tertius, es muy importante ver el ejemplo de vida que nos dio mi papá, pues no importa la edad que tengas; si tienes las ganas, la energía y la disposición, puedes hacer lo que quieras, como él lo hizo con el deporte.
Definitivamente, el movimiento te mantiene vivo, sano del cuerpo y de la mente.
Algo más que caracteriza a Santiago es la alegría.”Yo no me quejo. Siempre quiero estar contento”. Y su alegría era contagiosa.
Aunque corrió carreras de diez kilómetros, Santiago decía estar seguro de que lo suyo era la velocidad, sobre todo los 100 metros: “Como es una carrera corta, me concentro en la salida y al final, en cerrar fuerte –comentaba–. Cuando voy a participar nada más me paro, camino tantito y ya, porque la velocidad viene con la persona. Creo que siempre fui rápido, por lo mismo del trabajo pesado”.
Santiago se negaba a abandonar las pistas. Todos los días se le veía por el estadio xalapaeño Heriberto Jara Corona y la USBI. “El deporte es una especie de alimento que se necesita todos los días”, sostenía enfático el velocista, y añadía: “Yo me voy a morir en la raya”.
Así fue que Santiago llegó a su última meta.