El 2016 fue el año más caluroso de la historia debido al calentamiento global, con el aumento de la temperatura del planeta una gran parte de los océanos absorbieron el calor, hecho que unido a la sobrepesca, amenazan la riqueza marina sobre todo en las regiones ecuatoriales y en los polos.
Investigadores de España, Australia y Nueva Zelanda, explicaron que el objetivo del estudio no era detallar las consecuencias del cambio climático, sino identificar qué áreas del planeta se están viendo más afectadas por el calentamiento global y deberían ser prioritarias para la conservación.
El estudio, liderado por el investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), Francisco Ramírez, utiliza información de 2.183 especies marinas (1.729 especies de peces, 124 especies de mamíferos marinos, y 330 tipos de aves), facilitada por la IUCN (International Union for Conservation of Nature) y BirdLife International.
Mediante imágenes de satélite, el estudio tiene en cuenta por primera vez tres variables: el aumento de temperatura de los océanos, los cambios en las corrientes oceánicas y de los niveles de productividad marina de los últimos 30 años.
Con el estudio se determina que las zonas con más biodiversidad marina están entre las más afectadas por el calentamiento global. Hay seis áreas más vulnerables que se encuentran repartidas por todo el globo pero están más cercanas a los trópicos y los polos: como el Mar del Norte entre Europa y América, la costa este de EEUU y Canadá, la zona del ecuador (especialmente en Perú), o el sureste de Australia y Nueva Zelanda.
“Como ecólogos, nuestro trabajo consiste en ver cómo los organismos responden o se adaptan a los cambios derivados del calentamiento global pero para ello primero había que determinar qué cambios les están afectando y dónde”, detalla a Efe el investigador.
El reto era difícil porque “los ecosistemas marinos son muy grandes, dinámicos y complejos” pero con la ayuda de las imágenes de satélite y la información recopilada de más de 2.000 especies marinas “intentamos determinar cómo y dónde se distribuyen estos cambios”.
El resultado sorprende: “vimos que no todas las áreas se están viendo afectadas de la misma manera; unas se están sobrecalentando y otras se están enfriando. Así pues, hemos comprobado que el impacto del cambio climático está siendo generalizado (en toda la Tierra) pero también que sus efectos varían muchísimo incluso en lugares separados sólo por unos cientos de kilómetros”.
Incluso en la misma especie, puntualiza Ramírez, los efectos del calentamiento global pueden afectar de manera diferente a unas poblaciones de otras, según dónde se encuentren.
Finalmente, al contrastar los datos del estudio con la información sobre la actividad pesquera de los últimos 60 años “vimos una preocupante coincidencia: las zonas de biodiversidad marina más ricas del mundo son también las áreas más afectadas por la explotación pesquera”, lamenta Ramírez.
En consecuencia, el estudio advierte de que los impactos de la pesca industrial y del clima deben ser considerados “simultáneamente para la conservación”, por lo que hace un llamamiento a la comunidad internacional para que proteger la biodiversidad con políticas pesqueras a escala mundial, como las que se han puesto en marcha para luchar contra el cambio climático.
“No se trata de acabar con la actividad pesquera sino de poner en marcha políticas de conservación necesarias no sólo para preservar el medio ambiente, sino también para mantener de manera sostenible la pesca”, avisa el investigador español.