La empatía es una de las características que hacen más humanas a las personas. Este mecanismo neuronal básico, presente desde las primeras comunidades, comenzó siendo útil para poder ponerse en el lugar del otro y analizar cuáles eran las intenciones de los extraños que se acercaban a un grupo determinado. Pero, ¿es igual en todas las personas?, ¿se genera en una área determinada del cerebro?
Para hallar una respuesta a estos interrogantes, un equipo de investigadores de Universidad de Colorado, Boulder (EU), escaneó el cerebro de 66 voluntarios mientras oían testimonios reales de dramas humanos, con diferentes desenlaces.
Los voluntarios, además, debieron valorar cómo les hizo sentir cada historia por separado, sin ningún escáner de por medio. El primer gran descubrimiento fue que no existe una región del cerebro en el que la empatía se desarrolle, sino una red que une diferentes zonas.
“El cerebro no es un sistema por módulos donde haya una zona encargada de la empatía. Se trata de un proceso distribuido”, explicó Tor Wager, director del laboratorio de neurociencia de la Universidad de Colorado y coautor del estudio publicado en la revista Neuron. Su colega, Yoni Ashar, principal autor, agregó: “Las mismas regiones que interviene en la valoración de la comida o el dinero, aparecen implicadas en nuestro estudio al valorar el bienestar de los otros”.
Eso sí, no todas las historias conectaban las mismas zonas y, de hecho, generaron dos tipos de patrones, entre las que reunían “solidaridad y compasión” con los que causaron “angustia empática”. En la primera se activaban áreas cerebrales como el córtex prefrontal ventromedial o la corteza medial orbitofrontal, relacionadas con los procesos con los que el cerebro da valor a algo.
Por otra parte, historias como la del veterano de guerra que se queda sin hogar despertaron más angustia que compasión y, por ende, activaron otras zonas, como la del córtex premotor o la corteza somatosensorial primaria, que son conocidas por participar en los procesos llamados de espejo.
“Las áreas cerebrales que aparecen preferentemente relacionadas con la angustia empática también se activan mientras experimentamos u observamos acciones, sensaciones y expresiones faciales”, agregó Ashar.
Más allá de las marcadas diferencias, hubo algo que aunó a los participantes: todas las personas escaneadas revelaron patrones cerebrales muy similares cuando empatizaban con los protagonistas de cada historia.
Los especialistas explicaron que si bien la emoción que se despertaban era una respuesta muy personal, “el patrón de activación era común”. Tanto fue así que utilizaron estos patrones como marcadores para predecir cómo valoraría otro grupo de 200 personas a las que no les escanearon el cerebro las mismas historias que oyó el primero.
Finalmente, los investigadores sostuvieron que “estos patrones podrían, en el futuro, servir en la detección de trastornos como la psicopatía”.