La temporada de lluvias se ha demorado este año 2017 en la región sur de Veracruz, principalmente por los grandes problemas del cambio climático y el calentamiento global, de modo que las pocas lluvias que han caído más que una ‘bendición’ para los ganaderos, representa un potencial peligro.
El presidente de la Asociación Ganadera de Agua Dulce, Mario Espinosa Ríos, explicó que para el sector agropecuario la lluvia es fundamental, pues no sólo mantiene el pasto que los animales comen, sino que asegura el agua que beben las vacas, mismas que diariamente deben consumir casi ocho litros de agua por cada litro de comida seca, es decir, que pueden llegar a beber hasta 60 litros en una jornada.
Sin embargo, estas lluvias esporádicas son de poca ayuda para la ganadería, pues al alternarse el calor y las precipitaciones, la evaporación aumenta la sensación térmica y la misma deshidratación en el ganado al provocar una sensación de calor más fuerte.
“También esas lluvias provocan que la tierra se vuelva lodosa y con el calor el pasto se echa a perder, lo que necesitamos son verdaderas lluvias fuertes, pero es no es de mucha ayuda”, lamentó Espinosa Ríos.
Actualmente, ante la falta de proyectos para la elaboración de “ollas de agua” o de pozos artesianos, los productores locales enfrentan un difícil reto durante la época de estiaje, de modo que al tener pocos recursos y apoyos oficiales, difícilmente el hato ganadero completo puede sobrevivir esta temporada.
La mortandad de animales ya comienza a registrarse no sólo por la falta de agua o fuerte calor, sino también por los suelos lodosos que Mario Espinosa explicó, pues ese tipo de terreno hace que las vacas sean más propensas a romperse una extremidad y ser sacrificadas prematuramente ante el fuerte daño óseo.
Si bien ya es verano, las lluvias apenas han sido casuales y ha sido más la actividad eléctrica que las mismas precipitaciones, por lo que los ganaderos hidrómilos tienen la esperanza de que la situación cambie en las semanas próximas y se registren precipitaciones constantes, sin alternancia de calor, que permitan que la tierra reabsorba el agua de forma efectiva, el pasto no se arruine y los animales no sufran por los choques de cambios de temperatura.