Hay maratones en sitios inhóspitos, con temperaturas extremas, ya sea bajo un calor agobiante o un frío paralizante. Otras, caracterizadas por sus superficies que acomplejan la tarea: trayectos distinguidos por su abundante cantidad de piedras, arena, nieve. Terrenos frondosos poblados de subidas y bajadas empinadas que agregan un mayor grado de dificultad. Todas condiciones poco apropiadas para correr.
Estás carreras se suelen encasillar como las más excéntricas y complejas de completar. Motivos no le faltan. Pero dentro de este selecto lote hay además algunas peculiares, diferentes, que rompen con el estilo base de las más tradicionales. Y no es precisamente por las singularidades climáticas o con relación a la superficie. Una de ellas es la Maratón Du Medoc, una prueba única, genuina, que combina diversión, gastronomía y sí, también algo de ejercicio físico.
Esta competencia se realiza una vez al año en los pueblos de Pauillac, Saint Estephe y Saint Julien -situados al norte de Burdeos- en la región de Médoc, Francia. Es promocionada como la carrera más lenta del mundo. Y por su duración es considerada una de las más largas, un calificativo alejado de la extensión (cumple con los tradicionales 42 mil 195 metros), ya que está más emparentado con las opciones que ralentizan el rendimiento de los corredores.
La curiosidad más grande: la oferta de agasajos para los participantes. Aunque las isotónicas y el agua están disponibles como opción, en los puestos de hidratación reina la bebida oficial de la carrera, el vino. Los atletas pueden catar al menos más de 20 clases de vinos, todos producto de las cosechas locales. Las bodegas que decoran la ruta conforman una importante zona vitivinícola del país galo.
Los corredores también pueden probar otras especialidades autóctonas, como queso, dulces, bizcochos, embutidos, carnes asadas y helados. Además, la excentricidad también abarca la ropa y rompe con estándares de las clásicas maratones. En su mayoría, los atletas (casi todos aficionados) corren con indumentarias extrañas. Imprimiéndole color al momento, en vez de vestimentas apropiadas para la actividad, van ataviados con disfraces a elección.
Durante las seis horas y treinta minutos marcados como el tiempo límite para completar la prueba, el desafío pasa por superar cada tentación y distracción que se interpone en el camino. Empezando por el recorrido, ya que transitar por los paisajes pintorescos, viñedos y castillos presentes es uno de los atractivos. Además de las degustaciones, hay bandas musicales que tocan a orillas de la ruta. Los organizadores, sin embargo, a pesar de ello afirman que la mayoría logra completar el trayecto.
La maratón es más que una carrera. Compone un festival de tres días. Antes de correr se organiza la noche de las “Mil Pastas”, una cita para 1 mil 500 invitados que se da en uno de los castillos. El día de competencia se cierra con una gran fiesta abierta para todos con conciertos, baile y fuegos artificiales. Y en la última jornada se concluye con un paseo programado por diferentes viñedos.
Este año será la edición 33, a disputarse el 9 de septiembre. Como en cada año, la cantidad de solicitudes supera notoriamente al número permitido, establecido en principio en 8 mil 500. Finalmente terminan corriendo cerca de una decena de miles. Personas que llegan de distintas partes del mundo.
Alguna vez elegida como la segunda maratón internacional mejor organizada después de la de Nueva York, la Maratón Du Médoc es exótica hasta en los premios: el ganador se lleva el equivalente de su peso en botellas de vino de las mejores cosechas. Por todo lo mencionado, desde su creación en 1984 por un grupo de aficionados del deporte, se convirtió en una experiencia infaltable de los runners viajeros.