«Llegó Juan Gabriel a Orizaba unos días antes de morir, a un concierto en el Toreo de la Concordia. Lo abarrotó. Se le veía cansado, mientras afuera llovía y llovía. Hubo un momento en el que al dar la vuelta en el círculo de su escenario, se agarraba para sostenerse. Nos deleitó, y ese concierto que fue de los últimos, quienes allí estuvimos no lo olvidaremos. Cantó con el dolor encima. Cantó y cantó hasta que lo rindió el cansancio. Esa vez nos alegró. Descanse en paz». Es parte de lo que escribe Gilberto Haaz Diez en sus «Acertijos».