Doña Valeria avanza lento, su pausado paso marca el ritmo de sus dos perros que ha salido a pasear sobre la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma, la cual después del sismo del 19 de septiembre no ha vuelto a ser la misma, aún está dolida, en sus cafés y restaurantes el mismo tema de conversación: el temblor.
Pareciera que la fiesta del barrio de moda: el hipster, el de la gastronomía y cervecerías artesanales en la capital mexicana se ha apagado, las mesas de los locales que han empezado a abrir lucen semivacías, sobre sus calles la gente anda con una mirada de desasosiego, tratado de recobrar la calma y la cotidianidad.
“Lo sentí muy fuerte, tanto que no podía bajar”, dice doña Valeria, quien agradece no haber sufrido nada y que su casa donde ha vivido por 42 años haya resistido el movimiento telúrico que cimbró las entrañas de la capital, dejando decenas de edificios dañados y hasta el momento 219 personas fallecidas.
Para ella es imposible no recordar 1985, estuvo ahí aquella mañana de hace 32 años, sin embargo, afirma que esta vez lo sintió más fuerte, que la gente está mal psicológicamente todavía, dolida, enojada por la reciente construcción de edificios de más de cuatro pisos en la colonia.