El Papa Francisco confesó que tiene “la cara dura”, pero en realidad también es tímido, que cuando era arzobispo de Buenos Aires tenía miedo de los periodistas pero que, una vez elegido Papa, decidió correr el riesgo de ser malinterpretado y fiarse.
“Siempre tuve temor a las malas interpretaciones sobre lo que digo”, confió el pontífice en la introducción del libro “Ahora hagan sus preguntas. Conversaciones sobre la Iglesia y el mundo del mañana”, una compilación de sus entrevistas y que salió a la venta esta semana en Italia.
En ese prólogo, Jorge Mario Bergoglio repasó su relación con la prensa y, por primera vez, reconoció sus limitaciones comunicativas.
Entre otras cosas recordó la génesis de “El Jesuita”, el libro que realizó con los periodistas Francesca Ambrogetti y Sergio Rubín en Argentina, a quienes recibía una vez al mes, siempre a las nueve de la mañana. Luego vinieron otras, pero siempre por la confianza que tenía a los entrevistadores.
Una vez elegido Papa, la primera entrevista se la pidió el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, de la revista “La Civiltà Cattolica”. Al principio le respondió que no, tenía incertidumbre, pero después sintió que podía fiarse y aceptó.
“También en los viajes me gusta mirar a las personas a los ojos y responder a las preguntas con sinceridad. Sé que debo ser prudente, y espero serlo. Rezo siempre al Espíritu Santo antes de comenzar a escuchar las preguntas y responder”, explicó.
Aseguró que trata siempre de no perder la prudencia, pero tampoco la confianza. Aceptó que eso lo vuelve vulnerable, pero lo consideró un riesgo que está dispuesto a correr.
“Las entrevistas para mí siempre han tenido un valor pastoral. Si no tuviera esta confianza, no concedería entrevistas: para mí está bien claro. Es una manera de comunicación de mi ministerio. Tengo necesidad de esta comunicación con la gente”, siguió.
“Dar una entrevista no es como subirse a una cátedra: significa encontrarse con los periodistas que, a menudo, te hacen las preguntas de la gente. Una cosa en la cual me siento cómodo es hablar con pequeñas revistas o diarios populares”, añadió.
Precisó que con estas publicaciones pequeñas siente que escucha de verdad las preguntas y las preocupaciones de la gente común, por eso busca responder en modo espontáneo, en una conversación que sea comprensible y no con fórmulas rígidas.
“Para mí las entrevistas son un diálogo, no una lección. Por eso no me preparo. A veces recibo las preguntas antes, pero casi nunca las leo o las pienso. Simplemente no se me ocurre nada. Otras veces imagino las preguntas que me podrían hacer. Pero para responder necesito encontrar a las personas y mirarlas a los ojos”, ponderó.