“Querido Diego, Te abraza Quiela.”
Nació en Paris Francia en 1932, a los diez años llegó a vivir a la Ciudad de México, hoy es una de las escritoras mexicanas más reconocidas y leídas, me refiero a Elena Poniatowska quien en el presente año está cumpliendo 85 años de vida. Poniatowska en su larga trayectoria ha cultivado diversos géneros literarios como la novela, el teatro, la poesía, el cuento, pero también su trabajo en el periodismo es muy reconocido por sus reportajes, crónicas, entrevistas e investigaciones periodísticas, en el presente artículo festejaremos a la escritora presentando una de sus novelas más emblemáticas publicada en 1978 bajo el título: “Querido Diego, Te abraza Quiela.”
En la novela nos encontramos con dos personajes centrales y son los destacados pintores Diego Rivera y Angelina Beloff, quienes se conocieron en Brujas, Bélgica en 1909 y dos años después se casaron en Paris. La obra narra una historia de amor, la cual conoceremos a través de una serie de cartas imaginarias que la pintora mexicana de origen ruso Angelina Beloff le escribió a Diego, en un periodo que abarca del 19 octubre de 1921 al 22 de julio de 1922.
Angelina fue la primera esposa del pintor mexicano, de éste joven matrimonio nació el único hijo reconocido por Diego Rivera llamado Diego Rivera Beloff, quien murió a los 14 meses de nacido. En el año 1821 Diego regresó a vivir a México y acordó con Angelina que le enviaría dinero para que ella lo alcanzara, el recurso para el viaje tan esperado por la pintora nunca llegó, Angelina plenamente enamorada sufría por el olvido y abandono de su amado Diego:
“Te amo Diego, ahora mismo siento un dolor casi insoportable en el pecho. En la calle, así me ha sucedido, me golpea tu recuerdo y ya no puedo caminar y algo me duele tanto que tengo que recargarme contra la pared. El otro día un gendarme se acercó: “Madame, vous étes malade? Moví de un lado a otro la cabeza, iba a responderle que era el amor, ya lo ves, soy rusa, soy sentimental y soy mujer, pero pensé que mi acento me delataría y los funcionarios franceses no quieren a los extranjeros.”
En la novela epistolar además de percatarse del enorme amor que Angelina sintió por Diego, Poniatowska nos presenta al París de los años veinte, la difícil situación política de la guerra y postguerra, al mismo tiempo nos lleva a sus museos como el Louvre, la Galería Floreal donde expuso parte de sus pinturas Angelina, los cafés clásicos que visitaban como el de La Rotonde, no obstante, en la obra siempre regresaremos a conocer la historia de amor de los pintores o para ser más puntual la historia de amor de la pintora, porque claramente se percibe que uno de los mensajes que encontramos en la novela es que quien amó sólo fue Angelina.
La carta del 29 de diciembre de 1921 es muy interesante, porque Poniatowska a través de la imaginación, creatividad y particularmente por el conocimiento directo que tiene de Angelina Beloff, nos presenta la biografía de la pintora, esta biografía novelada se desarrolla en dos etapas, en la primera vemos a Angelina viviendo en su natal San Petersburgo, Rusia, proveniente de una familia de clase media-alta, su padre fue Magistrado del Senado y desde muy joven Angelina demostró su enorme talento e inclinación por el arte:
“Siento no haber empezado a pintar más joven y ahora que ha pasado el tiempo, cómo añoro esos años en la Universidad de San Petersburgo cuando opté por el dibujo. De poder me hubiera tirado a dormir junto a mi caballete, cada minuto perdido era un minuto menos para la pintura. Quería yo hacer en un año el trabajo de cuatro. A tía Natasha le sacaba de quicio mi apasionamiento. Una noche en que había quedado de acompañarla al teatro, al ver a toda la gente entrar con ese rostro expectante y vacío del que espera divertirse pensé: ¿Qué estoy haciendo aquí en vez de estar frente a mi caballete? Y sin más me di la vuelta y planté a la tía a la mitad de la explanada. A la mañana siguiente no quería abrirme la puerta. Yo no entendía por qué, no recordaba nada. Creo que la pintura es así, se lo olvida a uno todo, pierde uno la noción del tiempo, de los demás, de las obligaciones, de la vida diaria que gira entorno a uno sin advertirla.”
Claramente se comprende que Angelina tuvo una infancia y adolescencia feliz, vigorosa, cuando su padre murió, ella decidió mudarse a París aprovechando una beca que tenía, por las circunstancias de las guerras dejó de recibir el apoyo y la joven pintora pasó junto a su amado Diego Rivera diez años de penurias, miserias, necesidades, y el primer gran e insuperable golpe lo recibió cuando murió su único hijo Diego: “Recuerdo que una tarde intentaste leer el periódico y se me grabó tu gesto de desesperación: No puedo Quiela, no entiendo nada de nada, nada de lo que pasa en este cuarto. Dejaste de pintar, Dieguito murió, fuimos casi solos al cementerio, a Marie Blanchard se le escurrían las lágrimas, siempre dijo que Dieguito era su ahijado, el hijo que jamás tendría.”
Por lo antes narrado, en esta segunda etapa de la biografía novelada nos encontramos a una mujer en soledad, sin ilusiones, el amor le trajo tristezas, vacíos, angustias: “La vida se cobra muy duramente Diego, nos merma en lo que creemos es nuestra única fuente de vitalidad; nuestro oficio. No sólo he perdido a mi hijo, he perdido también la posibilidad creadora; ya no se pintar, ya no quiero pintar.”
Pareciera que todo había terminado en la vida de esta célebre pintora, sin embargo, recordemos que las cartas son imaginarias y si bien reflejan una durísima etapa de Angelina, no olvidemos que en 1939 la pintora llegó a vivir a México y aquí se consagró como una reconocida artista, y aunque ya no recuperó a su añorado amor, si adquirió una enorme pasión por su nueva nación.
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