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Científicos del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM y de la Universidad de Kioto instalan una red sismo-geodésica en el fondo oceánico, en la llamada “brecha sísmica”, que se extiende desde Acapulco hasta Papanoa.

Esto podría ser la antesala de una era instrumental en México que permita hacer ciencia y desarrollar sistemas de alertamiento altamente sofisticados. Además de la elaboración de mapas de peligro, los resultados proporcionarán información útil para diseñar o modificar los reglamentos de construcción.

A raíz de los sismos de septiembre pasado, el gobierno japonés ha seguido apoyando a nuestro país en la reconstrucción y prevención de nuevos desastres con fondos para estudios científicos pertinentes, indicó Víctor Manuel Cruz Atienza, investigador del IGf.

Así, en el marco del proyecto “Evaluación del peligro asociado a grandes terremotos y tsunamis en las costas del Pacífico mexicano para la mitigación de desastres”, que lideran la UNAM y la casa de estudios japonesa, las nuevas estaciones permitirán analizar mejor, y como nunca antes se había hecho en México, los procesos tectónicos para cuantificar el potencial sísmico de la brecha, en donde es probable que se origine un gran temblor.

De ese modo, subrayó Cruz Atienza, líder del proyecto por la parte mexicana, se abre la posibilidad de instrumentar no sólo ese segmento de la brecha sísmica de Guerrero, sino también su porción al sureste de Acapulco (epicentro del terremoto de 1957 y en donde podría ocurrir una ruptura importante), o en el Istmo de Tehuantepec, en donde también hay una brecha sísmica preocupante.