En el Valle de Orizaba explotan a trabajadoras domésticas que perciben menos de dos salarios mínimos, su función no es valorada; la relación con la patrona es de palabra y se basa en un sentimiento de caridad, acusó el líder de la CROC Independiente, Ignacio Paz Hernández.
Y, si la situación es difícil para la trabajadora del hogar, en la ciudad son las mujeres indígenas las más vulnerables y las que padecen más violaciones a sus derechos, sostuvo el entrevistado.
Expresó que ellas llegan sin hablar español, son menores de edad, y en la mayoría de los casos sin tener idea de cómo se realizan las labores domésticas en la vivienda de la empleadora.
En este contexto y bajo tales circunstancias, negocian un salario insuficiente para cubrir sus necesidades: una trabajadora del hogar indígena puede ganar mil pesos al mes.
“La adolescente indígena se cree parte de la familia, pasa el tiempo y ya no puede hacer nada, menos demandar a quien te acogió y no pagó de acuerdo al trabajo realizado: limpiar, hacer la comida, los mandados, planchar, y cuidar a los niños”.
Lo que para una mujer de la ciudad es fácil: encender una aspiradora, calentar alimentos en el horno de microondas o cocinar en una estufa, para la trabajadora del hogar indígena es un reto difícil de sobrellevar y una desventaja.
Pero a pesar de eso, muchas empleadoras prefieren a una mujer indígena, de alguna comunidad y entre más chica mejor. Si tienen 13 años las pueden domesticar y moldear para que sirvan en la familia.
Su trabajo no se valora: trabajan más de 12 horas al día y sólo tienen los domingos para descansar de las labores que realizan todos los días.
Debido a la falta de capacitación y orientación, una trabajadora del hogar acepta sueldos de entre mil y 2 mil pesos al mes, sin seguro social y en algunos casos por un servicio las 24 horas del día, pues viven en los hogares de sus patronas.