Un equipo de investigadores, con participación española, ha encontrado un nuevo exoplaneta con una estructura parecida a la de Mercurio, un hallazgo que ayudará a indagar en el conocimiento, el origen y en la evolución de este planeta rocoso, el más desconocido de nuestro sistema solar.
El exoplaneta -fuera del Sistema Solar- se llama K2-229b y es el cuerpo principal de un sistema planetario en el que hay otros dos planetas (K2-229c y K-229d) y una estrella de tipo solar, alrededor de la cual orbitan.
En este trabajo, publicado en la revista Nature Astronomy, los investigadores describen sobre todo el primero, el exoplaneta K2-229b, situado más al interior y del que han obtenido más datos.
La investigación de estos planetas fuera de nuestro sistema solar la ha liderado Alexandre Santerne, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia, y por parte española participa David Barrado, del Centro de Astrobiología, centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas e Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial.
Según este trabajo, el K2-229b orbita muy cerca de su estrella, de hecho está “abrasado” por la irradiación, y es más del doble de masivo que la Tierra, de mayor tamaño que esta -alrededor del 16 por ciento- y con una densidad mucho más alta, señala Barrado en declaraciones a EFE.
“Por comparación con modelos, la interpretación es que hemos encontrado una ‘supertierra’ pero con una estructura que responde más a la de Mercurio, que es el gran desconocido del sistema solar”, detalla.
De los cuatro planetas rocosos que existen en nuestro sistema, la Tierra, Venus y Marte son muy similares en cuanto a estructura y distribución de su núcleo y manto: tienen un núcleo metálico que supone aproximadamente el 30 por ciento de la masa y un manto de silicato que es el 70 por ciento; en Mercurio la proporción es al revés.
La mayoría de los exoplanetas identificados hasta la fecha (hay más de tres mil 500) son gigantes gaseosos; estos son más grandes y más fáciles de descubrir, pero los investigadores intuyen que existe un gran número de planetas de tipo terrestres o rocosos como K2-229b.
Para Barrado, se trata de un exoplaneta “muy peculiar” que ofrece “evidencias bastante interesantes” de cómo se pueden formar este tipo de cuerpos, en definitiva, cómo se formó Mercurio y su evolución. Este análisis se verá reforzado, además, con la misión europea y japonesa BepiColombo a Mercurio, que se lanzará este año.
Para explicar la composición rica en metales tanto de Mercurio como de este exoplaneta y las proporciones núcleo-manto se plantean varios escenarios.
Uno de ellos es que como orbitan tan cerca de su estrella -se estima que la superficie de K2-229b podría estar a unos dos mil grados centígrados-, la parte externa se vaporiza al ser irradiada por esa energía: en su origen estos planetas pudieron ser como la Tierra, pero a lo largo de millones de años han ido perdiendo sus capas más externas y menos densas -de silicato- debido a esa irradiación.
La otra interpretación es que en algún momento un asteroide de gran tamaño impactó con ellos eliminando las primeras capas. Ambos escenarios siguen siendo objeto de un intenso debate entre los científicos.
El sistema planetario K2-229 fue identificado como candidato a sistema con tres exoplanetas por el observatorio espacial Kepler y los detalles que ahora se publican se han reunido gracias al espectrógrafo HARPS -acrónimo en inglés de buscador de planetas por velocidad radial de alta precisión-, instalado en el telescopio de 3.6 metros del Observatorio Europeo Austral en La Silla, Chile.
Algunos datos también fueron tomados desde el observatorio español de Calar Alto.
La mayoría de ellos se han obtenido gracias a la combinación de dos técnicas, la de velocidad radial y la de tránsito; con esta última se mide la luz óptica de estrellas y cuando desciende su señal se sabe que ahí hay un cuerpo, es decir, que en ese momento transita por ese punto un planeta.
Según lo pronunciado que sea ese descenso en la luminosidad de la estrella se puede calcular el radio del exoplaneta y, combinando ese dato con cálculos de su masa -desde observatorios en tierra-, se puede obtener la densidad del cuerpo, su composición e incluso algunas características de su formación.