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Notimex

Después de casi sesenta años de existencia, con más de 850 muertos a sus espaldas, ETA anunció hoy su disolución, sin haber conseguido ningún objetivo político y con casi 300 terroristas en cárceles de España y Francia, gracias a la labor judicial y policial, que han ido cercando a la banda.

El grupo terrorista nació a finales de los años 50 del pasado siglo, en plena dictadura franquista, y en esta primera etapa cometió su atentado más espectacular: el asesinato en 1973 en Madrid del entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, cuyo coche saltó por los aires al estallar una bomba colocada bajo el asfalto.

Sin embargo, ETA desarrolló la mayor parte de su actividad en democracia, sistema político que intentó desestabilizar en los primeros años, tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, con múltiples atentados dirigidos sobre todo contra militares y fuerzas de seguridad.

El primer crimen reconocido por la banda fue el de un guardia civil en 1968 y el último, un gendarme asesinado en Francia en 2010.

Entre medias, la banda aterrorizó al País Vasco y al resto de España con atentados, secuestros y extorsiones.

Los años con sangrientos fueron 1980, con 98 víctimas, seguido de 1979 (con 76) y 1978 (con 66), en plena transición política de la dictadura a la democracia.

Aunque el discurso de ETA era que luchaba contra el Estado español que oprimía al pueblo vasco, el 40 por ciento de sus víctimas fueron civiles por atentados indiscriminados con bombas: El más cruento fue el de un supermercado en Barcelona (noreste), en 1987, donde murieron 21 personas.

Después de años de ataques, principalmente dirigidos a militares, policías o guardias civiles, en 1995 ETA inauguró una nueva estrategia conocida como “socialización del sufrimiento”.

A partir de entonces asesinó a 25 políticos, sobre todo del Partido Popular (PP, centroderecha) y del PSOE (socialistas), pero también a periodistas, jueces y abogados, como el ex presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente.

El más impactante en la sociedad española fue el del joven concejal del PP de la localidad vasca de Ermua Miguel Ángel Blanco, asesinado en julio de 1997 después de dos días de secuestro.

Su muerte provocó una ola de indignación y de movilizaciones conocida como “Espíritu de Ermua” que, junto con el movimiento “Manos Blancas” surgido tras el asesinato de Tomás y Valiente, hizo que ETA perdiera parte de su apoyo social.