Dos hermanos haitianos regresaron a su país para ganarse la vida en el Lago Azuei, una turbulenta masa de agua que en ocasiones ha sido cruel con quienes vivían en sus orillas, inundando viviendas en la localidad fronteriza de Fond Parisien y bloqueando una importante carretera hacia República Dominicana.
Hans y Patrick Woolley dejaron sus carreras en startups en internet y en la administración de un hospital en Los Ángeles y Nueva York para invertir en su país natal y probar suerte con una granja piscícola en el lago, que está a menos de una hora de la capital haitiana, Puerto Príncipe. Su primo Gilbert Woolley abandonó su puesto también en la administración en un hospital en Los Ángeles para unirse a ellos.
Trabajando cerca de las fantasmales ruinas de casas inundadas al pie del lago, estos tres empresarios, graduados en universidades estadounidenses, pasan los días supervisando su negocio, Taino Aqua Fish, que emplea grandes jaulas ubicadas justo bajo la superficie del lago para criar peces a un precio asequible para los haitianos, que echan en falta este producto.
“El pescado es un lujo en Haití, pero queremos cambiarlo”, dijo Hans Woolley.
La familia Woolley heredó algunas tierras a lo largo de la costa y compró algunas más en la década de 1970 porque soñaban con criar cangrejos, pero la propiedad estaba abandonada hasta que los hermanos decidieron montar la piscifactoría hace algunos años.
Acompañados por su primo, comenzaron con 16 peceras en 2014, construyendo algunas con tuberías de PVC y redes y reutilizando otras procedentes de Taiwán que en su día se emplearon para criar atún. Compraron crías de tilapia a la ONG Operation Blessing. Hoy en día tienen 21 peceras y 60 empleados, incluyendo guardas de seguridad que custodian el negocio durante la noche para evitar que los ladrones saqueen las jaulas.
Los peces se crían con una alimentación basada en vegetales y están listas para la venta tras cuatro meses.
Los tres empresarios venden su producción, que puede superar los nueve mil kilos (20 mil libras) semanales, a pequeños mercados informales además de a supermercados, hoteles y restaurantes. En un país donde la mayoría de la población vive con menos de dos dólares al día, una libra (cerca de medio kilo) de su tilapia cuesta alrededor de 3.50 dólares, dos menos que el pez rosa más común.
“El pescado debería ser asequible para todos los haitianos en Haití”, dijo Hans Woolley, que considera que la localidad fronteriza tiene más potencial para emprendedores, señalando los deportes acuáticos y la agricultura.
Durante mucho tiempo, muchos residentes en Fond Parisien buscaron empleos en otras partes del país y, cada vez más a menudo, en la próspera República Dominicana, pero ahora la gente se acerca al criadero de peces de los Woolley.
Laguerre Espadien está agradecido porque la granja piscícola le dio un empleo y le permitió regresar a su pueblo y escapar de la violencia de Puerto Príncipe.
“Cuando dejé mi trabajo en la capital le di las gracias a Dios porque estoy vivo. Ahora cuido de mis tres hijos con mi salario”, señaló Espadien, de 36 años y que entró a la empresa cuando esta abrió el servicio de reparto.