La Cámara de Senadores de Argentina rechazó la madrugada de este jueves un proyecto de ley que buscaba legalizar el aborto y echó por tierra una iniciativa ya aprobada por los diputados, en medio de una amplia controversia que dividió por meses al país.
La legislación que prevalece sobre la interrupción del embarazo fue realizada en 1921.
La norma, que tuvo 38 votos en contra y 31 a favor, garantizaba la posibilidad de abortar hasta la semana 14 de gestación dentro del sistema público de salud de manera gratuita, algo que actualmente está permitido solo en casos de violación y de riesgo para la embarazada.
La Cámara de Diputados aprobó la norma en junio, con votos de diferentes partidos políticos, pero tras el rechazo del Senado -donde hay un predominio de representantes de provincias con fuerte influencia de la Iglesia Católica- el proyecto perdió validez.
La iniciativa generó división en la sociedad y dentro de los principales partidos políticos del país.
Esto quedó en evidencia el miércoles, cuando una gran cantidad de manifestantes con pañuelos verdes, que simbolizan la defensa de la legalización del aborto, ocupó las calles de los alrededores del Congreso a pesar de la lluvia. A pocos metros, una multitud con pañuelos celestes pedía al Senado que no aprobara el proyecto.
El debate fue intenso dentro del Congreso, donde los críticos de la legalización del aborto dijeron defender la vida humana desde su concepción, por momentos con posturas extremas.
«Hay algunos casos en que la violación no tiene la configuración clásica de la violencia sobre la mujer (…) por ejemplo en el abuso intrafamiliar, donde no se puede hablar de violencia», dijo Rodolfo Urtubey, un senador de la provincia norteña de Salta, para justificar su posición en contra del aborto legal.
Los impulsores de la norma argumentaban que los abortos clandestinos son la principal causa de mortalidad maternal en Argentina y que las mujeres de bajos recursos son las más expuestas a realizar esos procedimientos en condiciones insalubres.
Activistas estiman que, desde 1983, más de 3 mil mujeres murieron por abortos clandestinos en territorio argentino.
“Reconozcamos que estamos ante una tragedia de salud pública porque decir 3 mil 30 mujeres muertas por abortos clandestinos es una tragedia. Acá no se decide aborto sí o aborto no. Se decide aborto en un hospital, como debe ser en un estado laico, o aborto clandestino, con un perejil, con una percha, con cualquier cosa que realmente pone a la mujer en una situación humillante, degradante, una verdadera tortura”, declaró Magdalena Odarda, senadora por la provincia de Río Negro.
«El aborto legal, seguro y gratuito es la única forma de terminar con la muerte de más mujeres con embarazos no deseados», afirmó el senador opositor Pedro Guastavino, de la provincia de Entre Ríos.
En Argentina, muchas mujeres emplean misoprostol para poner fin a un embarazo no deseado en el primer trimestre de gestación. El fármaco sólo se vende con receta médica, pero su costo lo deja fuera del alcance de las mujeres con pocos recursos.
Muchas de ellas utilizan un tubo intravenoso con una percha de alambre afilada o una aguja de tejer para intentar romper el saco amniótico dentro del útero.
Otras toman infusiones de hierbas, se insertan dudosas píldoras no abortivas o mezclas de sustancias toxicas en la vagina que pueden causarles úlceras o hemorragias y, en última instancia, infecciones graves e incluso la muerte.
Durante meses, cientos de médicos celebraron protestas contra el aborto y, en una de ellas depositaron sus batas blancas en el exterior de la Casa Rosada.
Del otro lado, feministas y otros colectivos organizaron manifestaciones más multitudinarias en apoyo de la ley, con los participantes vestidos a menudo con el color verde que simboliza el movimiento o con capas rojas y tocas blancas como los personajes de la novela convertida en serie de televisión The Handmaid’s Tale.
Colectivos internacionales de derechos humanos y feministas siguieron de cerca la votación y figuras como la actriz estadounidense Susan Sarandon y la autora de The Handmaid’s Tale, Margaret Atwood, respaldaron la causa proabortista.
Dentro de América Latina, sólo Cuba y Uruguay permiten a las mujeres decidir la interrupción del embarazo y que el sistema de salud público lo contemple.