La sentencia a Javier Duarte de Ochoa generó la gran cantidad de ecuaciones por la multa que le asignaron así como por los años a purgar en prisión, que bien muchos podrían resumir de acuerdo a su circunstancia. Yo, por ejemplo, lo veo así: cuando salga Javier de prisión, es seguro que él tenga dinero para irse a vivir a Londres mientras yo seguiré pagando el infonavit de mi casa, y eso, siendo optimista, porque en una de ésas, a lo mejor ya la perdí por falta de pago.
Estoy en desacuerdo con varios de los comentarios que se han dado en torno al caso de Duarte de Ochoa que se centran en esta oración: la sentencia a Javier es una burla para los veracruzanos. Más bien parece que la burla a los veracruzanos y de paso a los mexicanos, es la pasividad con que la PGR actuó en contra del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa.
Lo más curioso de todo esto, es el sentimiento que algunos veracruzanos en las redes, sueltan con sus comentarios, en espera de que la libertad de Javier Duarte de Ochoa fuera casi inmediata bajo el esquema de que ello ha de significar la derrota de Miguel Ángel Yunes Linares… es cuestión de perspectivas… para otros, si la libertad del ex gobernador viene siendo la derrota de la justicia en el país, la sola sentencia de nueve años de cárcel y la multa por 58 mil pesos es el fracaso de nuestras leyes.
Al aceptar la asociación delictuosa, Duarte de Ochoa implica de manera tácita a otros de sus entonces funcionarios que sería interesante conocer, aunque quién sabe si entre los convidados aparecieran los que en su momento citó el entonces candidato a la gubernatura en el 2016, Miguel Ángel Yunes Linares, cuando en el arranque de su campaña, se presentó ante la Fiscalía General de Veracruz para denunciar a Javier Duarte de Ochoa y otros, por el uso de recursos públicos para enriquecerse.
El asunto se torna más interesante por los presuntos cómplices que pudo haber tenido el ex gobernador Duarte de Ochoa en lo que se puede significar el mayor atraco a Veracruz (¿o en el país?) que se tenga en la memoria… ¿y si no sólo tuvo cómplices en su administración estatal, sino que se desperdigaron en otras entidades? ¿por qué no pensar en un “cambalache” de empresas fantasmas? ¿Las de Chihuahua vienen a hacer negocio por acá y las de Veracruz, lo van a hacer por allá? Sí, imaginemos que el enramado de la corrupción no sólo se concentró en Veracruz sino extendió sus ramas con otras, que no en otras entidades.
Agregue el agradecimiento que tiene Duarte de Ochoa a las autoridades federales por haber respetado a su familia. Recuerden ese “pacto de caballeros” (como estilan decirlo en la mafia del futbol) donde si había que cortar cabezas, era intocable la familia del sacrificado, que incluía esposa e hijos.
Muchos citan el ejemplo más claro que puede tener nuestra política mexicana con la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta… ¿alguna vez se ha preguntado el lector cómo es que dos pequeños al cuidado de su tía, como fueron Luis y Mariana, salieron adelante? La misma pregunta le haría a Carlos Salinas de Gortari.
Al final, el caso de Javier Duarte de Ochoa, debe de preocupar a esas autoridades federales que presumen de impartir justicia, porque lejos de que se vea como un escarmiento su sentencia, pareciera ser un aliciente para los delincuentes que ven cómo, con una gran parsimonia, se pasó con Javier, “del Veracruz del no pasa nada”, al “México, donde se puede todo”.
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