Doce años son los que le quedan a la humanidad para evitar una catástrofe global. Así de alarmante es la conclusión del informe difundido la semana pasada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por su sigla en inglés). Sin embargo, aún se está a tiempo de evitar el desastre y todo está en manos, para bien y para mal, del ser humano.
El aumento del nivel de agua de los océanos, el deshielo de los glaciares, la desaparición de las barreras de coral, las sequías y el sufrimiento de las poblaciones más pobres y vulnerables son solo algunas de las consecuencias que recoge Popular Science sobre un calentamiento global que podría ser irreversible hacia 2030.
Pese a este oscuro panorama, todavía hay cosas que pueden hacer que la temperatura no aumente más de un grado y medio en los próximos años. Por ejemplo, reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono que provocan el calentamiento de la atmósfera antes de ser reabsorbido, junto a otros gases de efecto invernadero. Debido a este proceso el planeta también aumenta su temperatura.
El año pasado fueron emitidas 32 mil 500 millones de toneladas de dióxido de carbono y, de mantenerse cifras similares en los próximos años, el escenario sería catastrófico para 2036.
Otra opción para evitar la catástrofe, pasa por eliminar la dependencia de los combustibles fósiles.
DISTINTAS POSIBILIDADES
En medio de todas estas advertencias y proyecciones, el IPCC estima que pueden darse dos escenarios. En el primero de ellos, la temperatura global se estabilizaría en 1,5 grados por encima de la actual; mientras que en el segundo ese umbral se superaría a mediados de siglo, lo que obligaría a recurrir a tecnología de captación de carbono y a la creación de nuevos sumideros de carbono. Algunos científicos, sin embargo, ya se manifestaron en contra de esta posibilidad, como David Archer, profesor del departamento de geociencias de la Universidad de Chicago (EU), que aseguró que superar el límite es “realmente peligroso”, ya que, una vez se sobrepasa, “no se puede detener”.
Para revertir este futuro tan poco halagüeño, el análisis insiste en la necesidad de un cambio en el comportamiento a escala personal, político y global. En el ámbito del hogar, por ejemplo, el IPCC recomienda elegir alimentos que demanden una menor superficie de cultivo y produzcan menos emisiones, así como disminuir la cantidad de desperdicios.
Además, destaca un punto importante que no se debe perder de vista: el poder político que tiene la población y que puede ayudar a modificar las decisiones climáticas a nivel gubernamental.
El panorama no es bueno, “pero no tiene por qué ser tan malo”, admite Archer, que concluye: “La historia aún no se ha escrito”.