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El Financiero / POR ETHAN BRONNER, ANDREW ROSATI

Cuando el presidente venezolano fue agasajado con enormes trozos de carne y cigarros caros en el célebre restaurante de Salt Bae en Estambul el mes pasado, causó indignación: su pueblo moría de hambre en casa. Sin embargo, la visita también atrajo la atención hacia una alianza emergente: conforme el occidente aísla a su gobierno por abuso y corrupción, Turquía se ha convertido en uno de sus aliados más importantes.

Los productos turcos (pasta, arroz y harina de maíz) llenan los envases de alimentos que los funcionarios venezolanos utilizan para mantener la lealtad entre una ciudadanía cada vez más corta de efectivo.

Ambos países anunciaron recientemente empresas mixtas para la minería de oro y carbón, y comenzaron conversaciones sobre inversiones turcas en la afectada industria petrolera de Venezuela. Y aunque las aerolíneas más grandes de Norteamérica y Europa han cancelado vuelos a Venezuela, Turkish Airlines vuela tres veces a la semana a Caracas, vía Cuba, y planea aumentar a un vuelo diario en los próximos meses.

Toneladas de oro venezolano, extraídas despiadadamente en pésimas condiciones supervisadas por el ejército, son enviadas a Turquía para refinarlo y procesarlo. Funcionarios estadounidenses aseguran que una parte podría estar llegando a Irán, una violación a las sanciones contra la República Islámica.

Dicho lo anterior, los acuerdos son la mayor evidencia de que Turquía, país miembro de la OTAN, podría separarse de Occidente y acercarse cada vez más a China, Irán y Rusia.

En agosto, Estados Unidos impuso sanciones a dos ministerios turcos para presionar al presidente Recep Tayyip Erdogan a liberar a un pastor estadounidense detenido por cargos de espionaje. Más sanciones están en consideración.

Cuando Marshall Billingslea, subsecretario de financiamiento del terrorismo en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, estuvo en Turquía a finales de julio, sacó el tema de las posibles ventas de oro a Irán.

“Sin duda estaríamos muy, muy preocupados de intentar comerciar con Irán en oro”, afirmó a la prensa en Ankara, la capital turca. “En estos días, monitoreamos grandes compras de oro en Turquía e intentamos comprender por qué sucede”.

Otro funcionario estadounidense mencionó que su país no había podido confirmar que el oro venezolano llegara a Irán vía Turquía, pero que sus autoridades lo perseguirán si ocurre. Al amenazar Estados Unidos con sanciones económicas y las relaciones en deterioro, Erdogan podría deliberadamente burlarse de Washington con dichas transacciones, comentó el funcionario. Al preguntarle si su oro iba a Irán vía Turquía, el gobierno venezolano se negó a comentar y el gobierno turco no respondió. En Irán, funcionarios de comercio no respondieron y un funcionario del Ministerio de Exteriores señaló que no sabía nada del asunto.

El mes pasado, en una sesión de Naciones Unidas solicitada por Estados Unidos para enfatizar la corrupción y abusos a los derechos humanos en Venezuela, Billingslea habló sobre la minería del oro. “El bosque está siendo destrozado y las operaciones de minería ilegal resultan en una enorme contaminación de agua, incluida la introducción de mercurio y otros químicos industriales”, relató. Mostrando imágenes satelitales, agregó: “Estas ciudades sin duda se administran de forma ilícita”.

Muchas minas venezolanas son controladas por pandillas criminales. Un reporte de Bloomberg de la región de oro de hace unos meses enfatiza el derramamiento de sangre: soldados saquean barrios y minas clandestinas en una extensión de 180 mil kilómetros cuadrados, reafirmándose sobre jefes criminales y exigiendo ganancias de operadores de minas a cielo abierto, legales e ilegales.

En la ONU, Billingslea subrayó que Estados Unidos está profundamente interesado en el destino del oro de esas minas y exhortó a los países miembros a reportar actividades sospechosas relacionadas con el oro venezolano. Nikki Haley, la saliente embajadora de Estados Unidos abte la ONU, calificó a Venezuela de un “narcoestado criminal que roba descaradamente a los venezolanos” y dijo que otros países deben hacer mucho más para aislarlo.

Turquía hace exactamente lo opuesto. Maduro, poco grato en muchas capitales del mundo, ha visitado Turquía cuatro veces en el último año, incluso apareciendo en el set de Dirilis Ertugrul, una popular novela histórica en el país.

El ministro de Exteriores de Turquía estuvo en septiembre en Caracas y dijo que los inversores de su país veían grandes oportunidades ahí. Y Erdogan dice que espera visitar Venezuela tras la cumbre del G-20 en Buenos Aires en noviembre.

La asociación empresarial progubernamental de Turquía, Musiad, montó una sucursal en Caracas este año y rápidamente toma vuelo, según el representante en Venezuela de la organización, Hayri Kucukyavuz. “Si por mí fuera, Venezuela y Turquía se casarían”, indicó. “Turquía tiene los comercios y el ‘know-how’, Venezuela tiene los minerales y recursos. Turquía y Venezuela tienen el mismo enemigo, Estados Unidos, que ataca a todos”.

Las empresas turcas siguen el llamado. El último año, Bivas Gida, una compañía de la ciudad de Gaziantep, ha vendido productos de limpieza a Venezuela. “Nuestras ventas son de 100 mil dólares al mes, pero esperamos que este volumen crezca”, detalló su director general Hamit Gurbuz.

Carlos Romero, politólogo de la Universidad Central de Venezuela en Caracas, dijo que el papel de Turquía en Venezuela es vital, porque provee suficiente comida y medicamento a cambio de oro para que Maduro pueda rechazar ayuda humanitaria de Occidente y la ONU. “Hay un continuo puente aéreo entre Turquía y Venezuela, una especie de canal humanitario”, dijo y agregó que es parte de una hermandad autoritaria que incluye a China, Rusia e Irán. “La ayuda turca nunca será suficiente, pero permite mantener al régimen en el poder. Ahora la tesis central es, ¿cómo sobrevivimos?”.

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos y algunos reportes independientes critican que el esquema de distribución de alimentos del gobierno venezolano, el Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), también se ha convertido en una fuente clave de malversación política al cobrar de más por productos de bajo costo, incluidos los alimentos básicos turcos, mientras revende bienes en el mercado negro. Billingslea señaló en la ONU que CLAP podría alimentar al triple de venezolanos si el régimen y el ejército no estuvieran codiciosamente saqueando el proceso. El gobierno venezolano ha negado reiteradamente dichas acusaciones de Estados Unidos.

El acuerdo de Turquía para reemplazar a Suiza como el lugar en donde refinan y certifican el oro de Venezuela también es una forma en que el gobierno de Maduro debilita la influencia occidental. En julio, el ministro de minería venezolano, Víctor Cano, dijo que el cambio se hizo para evitar la posibilidad de sanciones que afecten sus reservas del metal precioso. “Imagina enviar oro a Suiza y que se lo queden por las sanciones”, mencionó. Con Turquía cada vez más en desacuerdo por el manejo de bienes valiosos de Occidente, es algo menos por lo que debe preocuparse Maduro.