Los estudios acerca de los perniciosos efectos de la contaminación atmósferica se multiplican en los últimos tiempos. Los gases de efecto invernadero que empobrecen sustancialmente la calidad del aire y lo llenan de sustancias tóxicas aumentan la probabilidad de sufrir demencia, obesidad, problemas durante el embarazo y un desarrollo cognitivo menor. Además la contaminación genera enfermedades cardiovasculares, arterioesclerosis o infarto, problemas neurológicos e incidencia de varios tipos de cáncer, como el de riñón, vegija o colorrectal, siendo responsable del 16 por ciento de las muertes a nivel mundial.
Si el 95 por ciento de la población mundial respira aire contaminado en la actualidad, 9 de cada 10 niños también respiran este aire tóxico, con consecuencias terribles para su desarrollo. En este terreno, una nueva investigación llevada a cabo en Shangai revela que exponerse en la infancia a determinados tipos de contaminación del aire incrementa sustancialmente el riesgo de padecer autismo. Para el estudio, cerca de mil 500 niños fueron evaluados por la Escuela de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad de Monash.
“Los graves efectos en la salud de la contaminación del aire están bien documentados, lo que sugiere que no existe un nivel seguro de exposición”, dice el autor principal del estudio, Yuming Guo. “Incluso la exposición a cantidades muy pequeñas de partículas finas se ha relacionado con los nacimientos prematuros, el aprendizaje tardío y una variedad de afecciones graves de salud, incluida la enfermedad cardíaca”.
Las partículas inhalables de hasta 10 micrómetros de tamaño son una fuente importante de contaminación del aire, incluyendo partículas minúsculas de carbono, óxidos de azufre y compuestos orgánicos producidos por el tráfico, los procesos industriales y la quema de combustibles fósiles.
Hasta el momento, la mayoría de las investigaciones que muestran vínculos entre el TEA (Trastornos del Espectro Autista) y la calidad del aire se han centrado en la exposición prenatal, mientras que otras ahondaban en la exposición infantil a la contaminación durante el primer año de vida. Las características de esta condición, incluyendo las dificultades comunicativas y en las interacciones sociales son difíciles de identificar antes de los dos o tres años, pero parecen estar causadas por diferencias fundamentales en la estructura cerebral y la conectividad funcional.
Los genes claramente desempeñan un papel importante en su desarrollo, pero las condiciones ambientales también parecen tener un papel importante, lo que deja abierta la cuestión de cuán influyentes son los primeros años de vida en el cerebro en crecimiento del niño. Guo subraya en el informe que “los cerebros en desarrollo de los niños pequeños son más vulnerables a las exposiciones tóxicas en el medio ambiente y varios estudios han sugerido que esto podría afectar la función cerebral y el sistema inmunológico”.
El equipo responsable de la investigación comparó 124 casos de TEA con mil 240 niños que no tenían diagnóstico. Los niños fueron seleccionados de escuelas primarias y jardines de infantes en Shanghai en 2014, con edades comprendidas entre los 3 y los 12 años de edad. Los datos de las lecturas diarias de partículas de 1, 2,5 y 10 micrómetros se pusieron en valor con el lugar donde vivieron estos niños durante los primeros tres años de vida, lo que reveló a los investigadores que los niños habían estado expuestos a altas concentraciones de aerosoles.
El equipo vio surgir un patrón claro: esos primeros tres años son períodos cruciales, con un 86 por ciento más de posibilidades de desarrollar trastornos del espectro autista al ser expuestos a partículas de alrededor de un micrómetro de tamaño. Dicho riesgo fue mayor durante el segundo y tercer año de edad por razones aún por determinar de forma clara, pero vinculadas parcialmente a las interrupciones en el sistema inmunológico.
LAS PARTÍCULAS MÁS PEQUEÑAS, MÁS GRAVES PARA LA SALUD
La naturaleza de las partículas también podría jugar un papel importante. Otro estudio reciente reveló que exponerse a compuestos tóxicos llamados dioxinastambién aumenta las posibilidades de desarrollar autismo, mientras que otras investigaciones sugieren que el famoso pesticida DDT también podría suponer un problema.
Las partículas de alrededor de un micrómetro de tamaño no tienden a clasificarse por separado de las partículas de 2.5 micrómetros en el monitoreo y control de la calidad del aire y, sin embargo, parecen ser responsables de algunos de los efectos más graves para la salud. “Dado que la PM1 representa aproximadamente el 80 por ciento de la contaminación de PM2.5 solo en China, se necesitan más estudios sobre sus efectos en la salud y toxicología para informar a los responsables de las políticas para desarrollar normas para el control de la contaminación del aire de la PM1 en el futuro”, puntualiza el autor del estudio.