La nueva capital egipcia está siendo construida en el desierto, lejos de El Cairo, la urbe sobre el Nilo que ha sido la sede del poder por más de mil años.
El Cairo está lleno de carteles que hablan de residencias de lujo con vistas “asombrosas”. A menudo, detrás de los carteles hay barrios superpoblados, con viviendas precarias y calles de tierra que se inundan de aguas residuales.
Ciudad de 20 millones de habitantes que combina múltiples encantos con una enorme miseria, El Cairo puede ver partir pronto a muchos de sus residentes más influyentes, como empleados estatales y embajadas extranjeras, a la nueva capital administrativa del país.
Es en cierta medida una nueva etapa de la fuga de los ricos, muchos de los cuales ya se instalaron en comunidades cerradas en los suburbios, escapándole al abandono en que ha caído El Cairo.
La nueva capital, que todavía no tiene un nombre, es una iniciativa de 45 mil millones de dólares del presidente Abdel-Fattah el-Sissi, un ex militar que ha lanzado varios megaproyectos desde que asumió la presidencia en el 2014. Sostiene que estos proyectos, que van desde carreteras y complejos de viviendas hasta una expansión del Canal de Suez, atraen inversionistas y generan empleos.
Funcionarios del gobierno comparan estos proyectos con monumentos como las Pirámides de Giza.
“La historia hará justicia con esta generación de egipcios y nuestros nietos recordarán sus logros, una ola de obras de construcción sin precedentes en Egipto en la era moderna”, manifestó el primer ministro Mustafa Madbouly, quien es también ministro de la vivienda.
Hay quienes dicen que la nueva capital es un proyecto para satisfacer la vanidad de el-Sissi y que se hubiera podido invertir ese dinero en revitalizar la deteriorada economía del país y en mejorar El Cairo.
Lo ven también como un reflejo de las tendencias autoritarias del presidente, que pone en marcha un plan que requiere cuantiosas inversiones sin demasiado debate. El-Sissi a menudo la emprende contra quienes lo cuestionan y les dice a los egipcios que lo escuchen solo a él y que él le responde solo a Dios. Con frecuencia dice que los recursos de Egipto son limitados, lo que lleva a muchas a preguntarse por qué se gasta tanto dinero en proyectos cuestionables.
“Algo no funciona con el orden de prioridades”, manifestó el analista político Hassan Nafaa. “Tal vez el-Sissi quiere pasar a la historia como el líder que construyó una nueva capital, pero si los egipcios no ven una mejoría en sus condiciones de vida y en los servicios, será recordado como el presidente que destruyó lo que quedaba de la clase media.
El gobierno dice que la población de El Cairo está desbordada y que para 2050 habrá 40 millones de habitantes.
La nueva ciudad ocupará casi 69 mil hectáreas a 45 kilómetros de El Cairo. Su superficie será dos veces la de la actual capital. Las obras comenzaron en 2016 y se pronostica que el año que viene se podrán instalar los primeros de los 6.5 millones de residentes que se espera llegue a tener.
En la nueva capital estarán la presidencia, los gabinetes, el parlamento y los ministerios. Los planificadores prometen un parque público de casi 34 kilómetros, un aeropuerto, una ópera, un complejo deportivo y 20 rascacielos, incluido el edificio más alto de África, que tendrá 345 metros.
Madbouly aseguró que la capital estará al alcance de todos. Se espera que un departamento pequeño, de un dormitorio, cueste el equivalente a 73 mil dólares, una suma totalmente inalcanzable para un empleado administrativo de mediano nivel, que es de unos 4 mil dólares al año.
No se descarta, no obstante, que la nueva ciudad sea un día desbordada como lo viene siendo El Cairo desde la antigüedad, y que comiencen a surgir construcciones ilegales en sus alrededores.
“A lo largo de la historia de El Cairo, la clase gobernante y los ricos no han podido aislarse totalmente del resto de la población”, dijo el novelista Hamdy Abu Golayyel, autor del libro El Cairo, sus calles y sus historias.
Nadie sabe qué impacto tendrá la nueva capital en El Cairo, con el consiguiente traslado del poder afuera de la ciudad por primera vez desde la conquista musulmana del siglo 7.
El analista político Amar Ali Hassan pronostica que los problemas del Cairo de agravarán.
“Puede quedar librado a su suerte, condenado a morir una muerte lenta”, sostuvo.