Nació en Hueyapan de Ocampo, pero antes de incursionar a la política, fue una especie de trotamundos, que igual vivió en Acayucan, Minatitlán o Coatzacoalcos, que en la Ciudad de México o Monterrey, y con oportunidad de conocer allende el Bravo o hasta la misma Europa. Aunque pareciera con estas pocas líneas que le ha ido de maravilla, ha tenido sus tragos amargos que se pueden concentrar en un cicatriz en la mano derecha, “recuerdo” de uno de los dos episodios más fuertes que ha sufrido en su vida: el secuestro. “El Carón” no es su único apodo… en su familia igual le conocían como “Jamba”, aunque este último mote casi ya no lo usan y está tan apegado al primero, que si en Hueyapan de Ocampo alguien le llama por su nombre, Juan Javier, él nomás responde si le gritan “Carón”.
Usa ropa casual y gorra, no se siente cómodo con los trajes pero por respeto a la investidura, lo hace. Juan Javier Gómez Cazarín está fascinado con un presente que le hicieron llegar, que estoy seguro que tiene relación con la pregunta que me lanza: “¿A qué equipo le vas?”, a lo que respondo que al América…
–¡Yo igual!– y suelta con la naturalidad que da el gusto, la revelación que siendo niño, cada quince días iba al Estadio Azteca a ver jugar al América y a sus estrellas del momento como Carlos Reinoso, Juan Antonio Luna, Javier Aguirre, Norberto Outes, entre otros…
Bueno, es que su padre trabajó en la Ciudad de México y se llevó a toda la familia…
–¿Y jugó futbol?– le pregunto. Me presume que estuvo en el primer cuadro de las fuerzas básicas del Tiburón, en aquellos tiempos en que los escualos se reforzaron con estrellas colombianas como Alexis Mendoza, Leonel Álvarez así como Iván René Valenciano y a la siguiente temporada, René Higuita. Sin embargo, jugando la media de contención en su natal Hueyapan, en una barrida, el vidrio de una botella se incrustó en su rodilla. Fue atendido por una enfermera que le cosió como Dios le dio a entender… a los pocos días, desde el muslo hasta el pie, la pierna era un rollo… se había infectado al grado de que cuando supuró la herida, cuenta que allí iba tierra y yerba… si bien, por el trabajo –“y la panza”, me dice mientras se la toma– dejó de jugar futbol, tuvo oportunidad de ejercitarse corriendo 10 kilómetros diarios, tanto que ya se echó su Maratón en la Ciudad de México… ahora, la única carrera que hace es la política.
Sin embargo, antes de eso, participó durante cuatro años en una empresa asociada a ICA como Jefe Administrativo; igual fue Jefe de Control Interno de Banamex Acayucan; en el Uxpanapa (cuando había selva) fue subdirector del Cecytev y en Multipack de Monterrey, Jefe de Finanzas… sin embargo, allí no duró mucho… el asma que lo aqueja no combinaba con el clima de extremo a extremo que hay en la ciudad regia y tuvo que regresar a Veracruz…
Buscando empleo, vio que la Pepsicola en Minatitlán requería a un agente de ventas, y se presentó a la entrevista, pero le hicieron dos observaciones: que era el último al que entrevistaban, pero que ya tenían una decisión tomada. Se retiró para seguir buscando empleo y al día siguiente, la misma empresa le llamaba… se habían decidido al final por él.
En la Volkswagen de Coatzacoalcos se asienta como Ejecutivo de Ventas y paralelo a ello, se adhiere al movimiento social llamado Morena. Era raro ver al Mejor Ejecutivo de Mérida hasta Puebla, llegar con la propaganda de AMLO, la más grande, pegada en su carro…
Trabajar en la VW y rendir frutos, le dio oportunidad de que la empresa lo premiara con viajes a Europa, Las Vegas y Cancún, pero igual atrajo malas vibras… primero, un secuestro express con todo lo que conlleva; luego, otro, por espacio de tres días… me enseña la cicatriz en la mano… “el mal recuerdo”. Literalmente salió corriendo de Coatzacoalcos y regresó al terruño, donde compitió por la alcaldía y perdió, para luego hacerlo por la diputación local del distrito XXV de San Andrés Tuxtla, donde ganó, abanderado por el PES, partido que no quería arroparlo, pero gracias al apoyo de Manuel Huerta Ladrón de Guevara y Cuitláhuac García Jiménez, logró esa candidatura.
Sin embargo, no deja de aceptar que si López Obrador no hubiera estado en la boleta electoral, “yo no estaría sentado en esta silla”.
Como Presidente de la Junta de Coordinación Política en el Congreso local, considera que las discrepancias son normales y entiende que los cambios no se dan de manera fácil ni de un día para otro… “sabíamos que iba a ver diferencias” y pide un poco de paciencia, tanto a sus compañeros diputados como a los ciudadanos, para que vean en breve el Palacio Legislativo en orden. “Tenemos un sueldo digno pero debemos entender que igual tenemos una enorme responsabilidad con la sociedad… ¡vamos a hacer historia!”
¿Pero…? ¿Por qué Carón y Jamba?
Gómez Cazarín cuenta que uno de sus hermanos tuvo problemas para hablar hasta los cuatro años de edad, y en lugar de llamarlo “Juan Javier”, le decía “Jambaber”, que al final quedó en “Jamba”, aunque dice el diputado que pocos le llaman así.
El Carón cuenta que es por aquella vieja canción que quizás ya muchos no recuerden y otros, ni siquiera sepan de su existencia: Carocito.
“La cigueña cuando trajo a Carocito
no podía transportarlo en un pañal
Carocito era un niñito pequeñito
tan chiquito que cabía en un dedal
Y sus padres cuando vieron asombrados
el envío que les vino de París
lo tomaron en la palma de las manos
no sabían si llorar o si reír”
Pero no crea que era por la letra de la canción el apodo… de acuerdo a lo que me cuenta Gómez Cazarín, la figura que representaba al bebé de aquella canción, era uno con “cabellos de ángel” (pelos parados, pues), y se lleva la mano a la cabeza haciendo el ademán como si se jalara el cabello hacia arriba. Al crecer, de Carocito pasó a Carón como lo conocen allá, en Hueyapan de Ocampo, donde si alguien le llama por su nombre, Juan Javier, ¡no voltea! Mejor grítenle “¡Carón!”
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