EL CICLO NARRATIVO DE CHIAPAS. (I)

 

En el presente año se están cumpliendo veinticinco años del levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, este hecho hizo que la comunidad nacional e internacional se interesara en conocer los postulados del neo zapatismo, sus demandas de justicia y derechos exigidos en favor de los pueblos indígenas. En la actualidad el movimiento sigue vigente y particularmente el Estado de Chiapas se mantiene como uno de los Estados con mayor población indígena, por lo antes mencionado, conocer el mundo indígena es fundamental para poder comprendernos, compenetrarnos, unificarnos y un medio esencial para lograr dicho propósito es el terreno de la literatura indigenista.

Hablando de literatura indigenista, uno de los investigadores y críticos literarios más reconocidos sobre la literatura mexicana y puntualmente del mundo indígena fue el escritor estadounidense Joseph Sommers, e incluso Sommers diseñó el llamado: “Ciclo narrativo de Chiapas”, consistente en clasificar y seleccionar una serie de obras y autores donde el tema central es el indigenismo, ya sea a través de sus problemas, costumbres, culturas, lenguas, regiones, tradiciones, idiosincrasia, abandono, etc.

Joseph Sommers en este trabajo de investigación seleccionó a los autores: “Ramón Rubín, Rosario Castellanos, Carlos Antonio Castro, María Lombardo de Caso, Eraclio Zepeda, y Ricardo Pozas.” En total son ocho las obras que integran el ciclo literario, las cuales son: “Juan Pérez Jolote (1948) de Ricardo Pozas, El Callado dolor de los Tzotziles (1949) de Ramón Rubín, Balún Canán (1957) de Rosario Castellanos, Benzulul (1959) de Eraclio Zepeda, Los Hombres verdaderos (1959) de Carlos Antonio Castro, Ciudad Real (1960) de Rosario Castellanos, La culebra que tapó al río (1962) de María Lombardo de Caso, y Oficio de tinieblas (1962) de Rosario Castellanos.

En el presente mes de las ocho obras antes mencionadas, abordaremos y analizaremos cinco e iniciamos con Ricardo Pozas y su clásico relato antropológico: “Juan Pérez Jolote”. De entrada, en la introducción de la obra Pozas aclara que: “Juan Pérez Jolote es el relato de la vida social de un hombre en quien se refleja la cultura de un grupo indígena, cultura en proceso de cambio debido al contacto con nuestra civilización.

Con Juan Pérez Jolote nos trasladaremos a vivir al pueblo de Chamula, Chiapas, es importante puntualizar que aquí nos encontramos inmerso en la cultura de la etnia de los Tzotziles, en este grupo que tiene su propia lengua y tradiciones muy arraigadas, nació y creció Juan Pérez Jolote.

No sé cuándo nací. Mis padres no lo sabían; nunca me lo dijeron. Me llamo Juan Pérez Jolote; lo de Juan, porque mi madre me parió el día de la fiesta de San Juan, patrón del pueblo; soy Pérez Jolote, porque así se nombraba a mi padre. Yo no sé cómo hicieron los antiguos, nuestros tatas, para ponerle a la gente nombre de animales.”

Juan Pérez nos empieza a narrar como fue su niñez, cuenta que desde muy pequeño su padre se lo llevaba a quebrar la tierra para la siembra, en el relato describe a un padre alcohólico y violento, si Juan cometía el mínimo error en su duro trabajo, su padre lo golpeaba, esto ocasionó que Juan abandonara la casa de sus padres y se fuera como huérfano y errante a sufrir aún más la vida:

Un día domingo, a la hora en que pasa por el camino la gente que vuelve de San Andrés, después de la plaza, me acerqué a una mujer zinacanteca y le dije llorando: Mira, señora, llévame para tú casa, porque mi papá me pega mucho; aquí tengo mi seña todavía, y acá, en la cabeza, estoy sangrando; me pegó con el cañón de la escopeta. Bueno me dijo la mujer, vámonos”.

Juan Pérez Jolote vivirá en diversas fincas, será explotado, pasará angustias, conocerá de cerca el alcoholismo, la violencia familiar, detalla historias muy comunes en esas sociedades sin educación que viven en pleno abandono y barbarie:

El patrón daba frijol, maíz, panela, café y jabón para lavar la ropa, y la mujer de Comitán que me asistía llegaba a recibir esto, cada ocho días, a la casa del patrón; recibía mi ración y la de su marido. Yo le pagaba cinco centavos diarios porque me hiciera la comida. Los de Comitán se emborrachaban y se peleaban cada día de raya. Cuando estaban borrachos cambiaban las mujeres unos con otros. Al día siguiente, se empezaban a celar: -Tú, ¡cabrón! –decía uno –, estás pisando a mi mujer. –Y tú también estás pisando a la mía. De todos modos se agarraron a machetazos. Las mujeres y yo los mirábamos asustados. Uno quedó muerto y los otros se fueron con las mujeres.”

Estando Juan fuera de su pueblo adquirirá otras costumbres, principalmente cambió su forma de vestir y aprendió la lengua de Castilla, al extremo de casi olvidar por completo su lengua natal Tzotzil, con el paso del tiempo Juan regresará a Chamula, se reencuentra con su padre y madre, claramente se percibe un conflicto de identidad, porque Juan ya no podía comunicarse con facilidad con su antigua sociedad:

Volví a Chamula el 14 de agosto de 1930; al otro día era la fiesta de Santa Rosa, y me dijo mi padre: Así como andas vestido no le vas a gustar a la gente; es mejor que te mudes de ropa. Me quitaron mis trapos y me dieron un chamorro de lana que me cinché al cuerpo con un cinturón de gamuza, sobre mi calzón y mi camisa de manta. Ya era de nuevo chamula. Pero no me hallaba con este vestido; tenía miedo de salir de mi casa, no quería que me vieran. Estaba triste y no fui a la fiesta.”

Juan Pérez Jolote es un relato que nos adentra a una cultura que permanece viva, en esta historia de vida conocemos costumbres y tradiciones dignas de preservar, pero muchas conductas que se deben erradicar, cuando se abordan los temas indigenistas normalmente caemos en los extremos de querer preservarlo todo o eliminarlo todo, el verdadero reto está en conocer y profundizar en ese México que forma parte de nosotros y que siempre lo hemos tenido en el olvido y abandono, porque no olvidemos que toda conducta social es producto de una buena o mala educación y esta educación debe ser integradora, civilizadora, y lo peor es que de manera seria todavía nos hemos iniciado.

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