Millones de musulmanes suníes comenzaron hoy el mes sagrado de Ramadán, en el que tendrán que abstenerse de beber, comer, fumar y mantener relaciones sexuales durante las horas diurnas hasta que llegue la noche con los rezos y los banquetes en familia y amigos.
El Ramadán tiene lugar cada año en el noveno mes del calendario lunar musulmán. Es una ocasión festiva para los fieles y un periodo de especial significado religioso en la que ponerse en la piel de los más necesitados y sufrir sus mismas penurias, aunque solo sea durante el día.
En Qatar, Sharuq al Malki, un ama de casa de 29 años y madre de un hijo, explica que el Ramadán es el periodo más familiar del año porque los parientes se reúnen para romper el ayuno.
Es el momento más especial del año porque nos recuerda la caridad», asegura.
Es una festividad que invita a la reflexión y en la que se respira un ambiente especial. La vida empieza por la noche, las oraciones se pueden alargar toda la noche y se suele leer el Corán en familia», agrega.
Al Malki se refiere a los rezos del ‘tarauih’, que dan comienzo tras el ‘iftar’, momento de la ruptura del ayuno al atardecer, y se prolongan durante horas con extensas lecturas del libro sagrado.
Noora Mohamed, de 38 años y madre de dos hijos, destaca que las casas y las mesas se decoran para la ocasión, y también los fieles visten la ‘yelabiya’ (chilaba) y lucen joyas de oro para las ocasiones especiales, además de comer platos diferentes al resto del año.
En los países del Golfo Pérsico, el ayuno se extiende durante más horas que en otras latitudes y se caracteriza por las altas temperaturas diurnas que dificultan el cumplimiento del Ramadán y obligan a las instituciones y empresas a reducir los horarios de trabajo.
En Arabia Saudita, las ventas se disparan durante estos 30 días y los comerciantes compiten para ofrecen los mejores precios de los productos más consumidos, como jugos y pastas dulces y saladas.
Según el periódico económico saudí Al Iqtisadiya, las ventas minoristas aumentan un 51 por ciento, comparado con los demás meses del año.
Sin embargo, en otros países árabes el Ramadán pone a prueba las economías en crisis y a una parte de la población que no puede permitirse celebrar esta festividad, caracterizada en muchas ocasiones por los abundantes banquetes.
En el Líbano, un profesor y padre de tres hijos de nombre Kamal explica que «lo más importante en este mes sagrado es solidarizarse con los pobres y ayudarles».
He ido al supermercado a comprar los alimentos esenciales para este mes, pedí a mis hijos que eligieran algunos para ponerlos en una caja grande en la puerta destinada a las personas necesitadas», agrega Kamal, quien quiere que sus hijos aprendan desde pequeños a hacer el bien.
En Egipto, entre los callejones del popular barrio cairota de Sayeda Zeinab, un vendedor de frutos secos y frutas deshidratadas apunta que el hecho de que este año el Ramadán llegue justo después de otras celebraciones, como la Pascua copta o la fiesta pagana de la primavera, ha afectado a la venta.
Normalmente compraba dos toneladas de ‘yamish’ (surtido típico de Ramadán compuesto por almendras, nueces, dátiles, albaricoques deshidratados, coco, etc.), pero este año solo vendí media tonelada y tengo una y media almacenada», explica Ayman Miza.
La celebración será diferente este 2019 en Sudán, donde los manifestantes siguen acampados frente al cuartel general del Ejército en Jartum para presionar a los militares, tras el derrocamiento del presidente Omar al Bashir el pasado 11 de abril.
En la sentada de protesta se instalarán grandes carpas con capacidad para hasta mil personas y dotadas de aire acondicionado para ayudar a los manifestantes a soportar el calor durante las jornadas sin agua.
Uno de los organizadores, Fares al Nur, señala que varias empresas van a ofrecer comida a los manifestantes durante el mes sagrado y en algunos barrios de Jartum se preparará el «desayuno» que se toma al anochecer para servirlo en la acampada.
jrr