EL CICLO NARRATIVO DE CHIAPAS. (IV)
La forma en que Rosario Castellanos aborda la temática indigenista podría parecer pesimista, negativa o deprimente, lo real es que la escritora y diplomática mexicana en cada novela o cuento sólo estaba describiendo una dura y cruel realidad. Rosario Castellanos consideró que denunciando las injusticias y abusos que ha sufrido el mundo indígena, era el medio idóneo para hacer un llamado de consciencia y, sobre todo, que los pueblos nativos de nuestro país recibieran más apoyo y protección, ejemplo de ello se encuentra en la colección de cuentos titulada: “Ciudad Real”, obra que la escritora dedica con dicho fin, al: “Instituto Nacional Indigenista, que trabaja para que cambien las condiciones de vida de mi pueblo.”
Esta colección se integra por los siguientes cuentos: “La muerte del tigre, La tregua, Aceite guapo, La suerte de Teodoro Méndez Acubal, Modesta Gómez, El advenimiento del águila, Cuarta vigilia, La rueda del hambriento, El don rechazado, Arthur Smith salva su alma.” La obra fue publicada por la Editorial de la Universidad Veracruzana en 1960, como es de esperarse en la mayoría de los cuentos el mundo indígena chiapaneco es el escenario central, y de manera general señalaré puntos claves de los cuentos.
De entrada, los cuentos se pueden leer por separados, porque tienen sus propia historia, personajes y estructura, sin embargo, conforme se van leyendo claramente vamos conociendo que algunos cuentos tienen relación entre sí, en el primer cuento: “La muerte del tigre”, nos encontramos con “Ciudad Real, Bolometic, y Caxlanes”, Bolometic es una comunidad de indígenas Chiapanecos, Caxlanes son los mestizos que explotan a los indígenas, en este mismo cuento aparece por ejemplo Juvencio, personaje que aparecerá en el cuento: “Aceite guapo”, y teniendo ubicadas las características generales de la obra, el cuento elegido para comentarlo en el presente artículo es precisamente: “Aceite guapo.”
Aquí el personaje central se llama Daniel Castellanos Lampoy, Daniel es un indígena viejo, cansado, su esposa tiene años que murió, sus hijos no ven por él, Daniel se ve obligado a trabajar duro la tierra para medio sostenerse y pagar las deudas al terrateniente, la temporada había sido pésima y Daniel como peón acasillado acudió con Gonzalo Urbina dueño de las tierras, éste hombre escuchó las protestas de Daniel, pero no se compadeció de él, Gonzalo le dijo que tenía años de deberle y no tan sólo no le prestaba dinero, sino que exigía su deuda: “Daniel regresó a su jacal, desalentado. ¿A quién iba a recurrir ahora? Pensó en los enganchadores de Ciudad Real, pero desechó esta idea. Ningún enganchador iba a admitir para las fincas a un hombre de sus condiciones.”
Daniel vivía desesperado, era un hombre humilde pero honrado, la necesidad lo orilló a buscar a Don Juvencio para pedirle dinero, el plan de Daniel era que teniendo dinero se acercaría a la Iglesia, podría proporcionar buenas dadivas y ser aceptado al interior como “Martoma”, habló con el Sacristán llamado Waw Ramirez Paciencia, y empezó a asistir a las reuniones religiosas, Daniel momentáneamente fue aceptado al interior de la Iglesia, aun así estaba preocupado porque sabía que acabándose sus monedas sería difícil que lo siguieran aceptando y se vería obligado a regresar a su realidad, es decir, al duro trabajo del campo para el que su cuerpo ya no estaba apto, además, tenía la deuda con Don Juvencio y por ahora vivía escondido en la Iglesia.
Desesperado Daniel le rogaba a Santa Margarita para que lo ayudara y no fuera corrido de la Iglesia: “Una tarde, en que había asistido junto con los otros mayordomos al cambio de ropa de San Agustín, la embriaguez lo arrastró, frenético, desmelenado, gesticulante, hasta el altar de su patrona. A gritos la instaba para que lo protegiese contra la persecución de la gente de su tribu, para que lo guardase de una muerte infame, para que le proporcionara los medios de permanecer aquí, con el cargo de mayordomo, un año más, aunque fuera un año más.”
La realidad es que Daniel por más que suplicaba no era escuchado ni por los vivos (el sacristán), ni por los santos (Santa Margarita), cuando ingresó a la Iglesia lo hizo sólo por sobrevivencia, con el paso de los días tenia fe en que algo positivo pudiera pasar, sin embargo, su fe fue en vano, porque la experiencia nos enseña que muchas veces en las Iglesias es donde menos humanismo hay, esto lo podemos comprobar un día que Daniel oraba o rezaba fuertemente, se le acercó el Sacristán y le dijo:
“¿Para qué gritas, tatik? Ninguno te oye. Daniel escuchó esta aseveración con el mismo escandalo con que se escucha una herejía. El sacristán, el hombre que rezaba la misa de los santos en el tiempo de su festividad, ¿se atrevía a sostener que los santos no eran más que trozos inertes de madera, sordos, sin luz de inteligencia ni de bondad? Pero Xaw, ansioso de exhibir sus conocimientos, agregó: -Fíjate en la cara de Santa Margarita. Es blanca, es ladina, lo mismo que San Juan, que Santo Tomás, que todos ellos. Ella habla castilla. ¿Cómo vas a querer que entienda el Tzotzil?”
El sacristán le recomendó a Daniel se comprará una botella de aceite guapo, le dijo que al tomar este aceite de automático hablaría el castellano, como pudo consiguió el dinero, fue a la botica donde vendían el aceite, sin protestar lo compró a un enorme precio y a la hora que quisieron vendérselo. Daniel llegó feliz a la Iglesia para tomarse el aceite y comunicarse en castilla con su Santa, al final, el aceite guapo lo único que logró fue ponerle una tremenda borrachera, el sacristán se moría de risa, no obstante, los otros feligreses no vieron la borrachera de Daniel como una broma y lo corrieron de la Iglesia.
“Xaw no pudo hacer nada para interponerse y Daniel durmió su última borrachera a campo raso.” La historia es triste, dolorosa, y lamentablemente se siguen viviendo en la vigente Ciudad Real.
Correo electrónico: miguel_naranjo@nullhotmail.com
Twitter@MiguelNaranjo80
Facebook: Jose Miguel Naranjo Ramirez.