SALUD Y NEGOCIOS
Maribel Ramírez Coronel
Sin duda las autoridades de salud hoy en México están asumiendo una férrea determinación de implantar una alimentación más saludable para los mexicanos, y ello en principio lo empujarán con un etiquetado de advertencia para bebidas y alimentos procesados, entre otras medidas que tienen en la mira.
El tiempo apremia y tal parece que lo harán con celeridad. Será una de las herramientas sustanciales en la estrategia contra la obesidad y diabetes, que viene perfilada como uno de los cinco pilares fundamentales del Programa Sectorial de Salud.
Para ello, como nos comparte el subsecretario Hugo López-Gatell Ramírez, ya pusieron manos a la obra y, así como van, podrán aterrizarlo este mismo año.
Hace dos semanas quedó instalado el comité de la Norma Oficial Mexicana (NOM) de etiquetado para alimentos y bebidas no alcohólicas donde participan la Secretaría de Economía, la de Salud y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).
En el grupo de trabajo convocaron a productores agropecuarios, centros de investigación y de enseñanza superior y consumidores, pero también a cámaras y organizaciones industriales como ConMéxico encabezada por Jaime Zabludovsky que está expresamente en contra del etiquetado de advertencia con el argumento de que sataniza ciertos alimentos.
El hecho es que el gobierno sí ubica como primera característica que el etiquetado sea de advertencia, y entre las definiciones técnicas la NOM deberá precisar tamaño, color y sitio de los sellos de advertencia.
Se trata de que justamente advierta cuando un producto está más allá de lo saludable; es una advertencia de riesgo sanitario como la de cualquier producto nocivo para la salud. El objetivo es desincentivar su consumo.
La segunda característica es que debe ser claro y sencillo. La tercera es que debe estar centrado en los componentes o sustancias de cada alimento. La cuarta es que debe indicar con claridad cuándo un producto tiene exceso de grasas trans, exceso de sal o exceso de azúcares añadidos, y asimismo exceso calórico, es decir, cuando el contenido absoluto de energía está por encima de lo aceptable.
Hablar de alimentos nocivos para la salud suena extremo y exagerado, pero es innegable que para la gran mayoría de los mexicanos lo más inmediato y accesible son productos altamente calóricos con baja aportación nutricional, y al consumirlos todos los días va en perjuicio de su salud. En tanto que los productos más saludables son menos accesibles y por ende más costosos. Ahora se buscará voltear esos incentivos.
La referencia del etiquetado chileno le gusta mucho a la autoridad mexicana, porque los sellos octogonales utilizados para evidenciar los atributos de cada bebida o alimento permiten sencillez y claridad para el consumidor que lo entiende a la primera sin mayor dificultad, incluso los niños.
A diferencia de la etiqueta de semáforo verde-amarillo-rojo usada en Europa, los octágonos de la etiqueta en Chile son color negro, y cada producto puede tener alguno o todos los sellos de advertencia: alto en azúcar, alto en sodio, alto en grasas, alto en calorías. El que sean de color negro evita que la industria distraiga la visualización del sello con elementos multicolores en el resto de la etiqueta.
Nos dicen que está por publicarse un artículo sobre la experiencia de Chile donde se evidenciará que, a dos años de haber implantado su etiquetado, empezó a notarse que el impacto inicial en ventas se revirtió pronto, porque las empresas supieron responder ágilmente en forma responsable y reformularon sus productos para tener menos sellos de advertencia. Y reformular la industria ayudó a cambiar la norma social. Es una muestra también de que la etiqueta no sólo es un instrumento de información si no también sirve para reencauzar la visión de lo saludable.
Tomado de El Economista.