La intención de Leopoldo José Luis Benítez González no era la revolución en el manejo de colillas. Únicamente quería terminar su tesis de licenciatura. Pero descubrió la manera más limpia de reciclareste residuo, el que más contamina los mares, ríos y lagos, incluso por encima de los estigmatizados popotes de plástico.
Las colillas no sólo filtran el humo, son la última barrera que retiene gran parte de las sustancias químicas dañinas de los cigarros comerciales. Los métodos existentes para procesarlas dejan residuos tóxicos. Ahí es donde entra el hallazgo de Leopoldo, o Polo, como lo llama todo el mundo. Por medio de unos hongos que se “comen” las colillas, las limpia de estos químicos sin dejar residuos tóxicos.
CELULOSA DE ALTA CALIDAD
“Esto te permite entrar al mercado de materiales en una economía circular, en la que se aprovechan materiales de desecho sin generar nuevos residuos”, asegura el biólogo de la UNAM.
La celulosa reciclada se puede usar en, por lo menos, 140 productos, todos catalogados y sistematizados. Los más comunes son macetas biodegradables y papel. Pero Polo apuesta a que el mejor uso que se les puede dar es como aislante acústico y térmico para construcciones. Es tan buen material para ese propósito que incluso puede prevenir incendios.
“¿Qué otras aplicaciones tiene? Pues se le puede someter a la cadena de producción de cualquier producto de celulosa”, asegura Polo. “Todos los papeles, relleno de embalaje, el cinturón de de cartón para los cafés, las cartulinas y sobre todo, aislantes térmicos. A todas esas empresas les podemos vender la materia prima para hacer diferentes productos”.
Ese es el mejor valor que ha encontrado para generar una industria a partir de su descubrimiento, pues el material que consigue después del proceso no es el más duradero que puede existir. En la mano, el biólogo sostiene un par de aretes hechos con celulosa de colillas.
“Después de unos meses se van a empezar a deshacer, se van a empezar a romper. La gente los compra porque son de colillas recicladas, pero no es el mejor uso”, explica.
COLILLAS, LA NUEVA MODA DEL RECICLAJE
Hace un año, una nota de NBC señaló a las colillas como el mayor contaminante que llega a los mares, desbancando así del imaginario al peor enemigo de las tortugas marinas: los popotes de plástico.
Desde entonces, diferentes iniciativas para su recolección y disposición han surgido alrededor del mundo. En Japón, el dueño de una heladería regala conos a niños que le traen una botella llena de colillas. En Jamaica hay una mecánica parecida, pero con cigarros de marihuana. En muchas playas la oferta son vasos de cerveza. Incluso, en Australia existe alguien que hace tablas de surf a partir de este material.
Polo celebra estas iniciativas, porque evitan que lleguen a los mares –u otros cuerpos de agua potable como ríos y mantos acuíferos–, contaminantes como cianuro de hidrógeno, dioxinas, plaguicidas, aromáticos policíclicos, raticidas y hasta elementos radioactivos. Sin embargo, explica, él no sabe, qué pasa con las colillas, una vez son recolectadas, ni qué procesos usan para su reciclaje.
En el mundo se usa otro proceso químico para reciclaje de colillas. Sin embargo, este sí genera un residuo tóxico: un líquido café y espeso que es más venenoso que el DDT.
También hay quienes usan la pirólisis; es decir, queman las colillas para separar los residuos tóxicos de la celulosa. Esto libera al ambiente los mismos residuos tóxicos.
¡YA CHINGASTE!
El estudiante no conocía estos procesos. Él sólo estaba buscando una manera de titularse. Un día, durante un viaje de investigación por Michoacán, descansaba bajo un árbol, cuando tuvo una iluminación. (Casi como Newton cuando desarrolló su teoría y ahora Ley de la gravitación universal.)
Vio los hongos que se comían la madera del árbol en el que descansaba. “Si estos árboles están hechos de celulosa, como las colillas, tal vez estos mismos hongos podrían usarse para limpiarlas, ahí encontré una hipótesis para mi tesis. No pensé que llegaría a esto”.
Así, empezó una serie de experimentos en el laboratorio. Y un día, mientras él estaba de vacaciones su tutor de titulación, le llamó por teléfono.
“¡Ya chingaste!”, cuenta que le dijeron por teléfono. “No manches, el hongo se comió las colillas”. En ese momento, Leopoldo dejó sus vacaciones y fue directo al laboratorio para ver cómo las colillas estaban cubiertas por una capa blanca, un algodoncito muy fino; estaban hongueadas.
A partir de su descubrimiento, se han desarrollado más tesis, de maestría y posgrado, en universidades de Colombia y de la universidad de Maine, Estados Unidos.
“Nos gusta prestar nuestra investigación. No lo podemos acaparar. Si a nadie se lo comparto, resulta contraproducente para el avance de la ciencia”, asegura Polo.
PROCESOS SIN RESIDUOS
Hoy, Polo tiene un departamento lleno de botellas de plástico retacadas de colillas. Siempre tapadas, porque el olor no sólo es desagradable, sino cancerígeno. También es casa de Paola Garro Almendro, una administradora de empresas, la socia con quien fundó Ecofilter, su compañía de reciclaje.
Todas estas colillas las introduce a un biodigestor, donde deja que los hongos hagan su trabajo. Después separa el 75 por ciento de celulosa que deja el hongo limpio de cualquier sustancia, la comprime y está lista para ser usada.
El restante 25 por ciento, el hongo residual, lo usa para crear composta. Así es como logra un proceso libre de residuos.
Si bien actualmente Polo sólo tiene la capacidad de procesar una tonelada de colillas por mes, espera aumentar su capacidad en poco tiempo. Para lograrlo, ya cuenta con una alianza con Phillip Morris, una de las mayores cigarreras del mundo.
En su proceso de fabricación de cigarrillos, ellos producen unas 500 toneladas de acetato de celulosa como residuo industrial. Es celulosa que ya no va a ser usada, pero que está limpia de cualquier químico. El acuerdo es que Phillip Morris le va a donar esta celulosa para que él la procese.
Este es el verdadero negocio que puede desarrollar a partir de su invento. “Es como si me regalaran la materia prima para generar un material nuevo ¡Imagínate cuál es el margen de ganancia!”, dice con entusiasmo.
COLILLATONES
La relevancia del método de Leopoldo, junto con la ola de reciclaje de colillas, le ha permitido hacer colillatones, jornadas de recolección en parques y plaza públicas con voluntarios. De ellas logra obtener unos 200 kilos de colillas al mes, es decir, 2.4 toneladas al año. Algo mísero si se comparan con las 500 toneladas que le va a dar la cigarrera.
Sin embargo, cree que este tipo de acciones son muy buenas para generar conciencia en la ciudadanía. Son tan efectivos, que este sábado logró congregar a unas 50 personas en Cuernavaca para limpiar el centro de esta ciudad. Organizaciones de este estado se comprometieron en mandarle cada mes el resultado de sus colectas.
Incluso, ya tiene tratos con gente en otros estados que le mandan colillas de todos lados del país. “Hasta de Baja California nos llegan”, asegura.
“Sí pensé que podía generar este tipo de acciones. Pero era como un sueño super guajiro que tenía, algo que llegaría a pasar como en 10 años, no en estos dos que llevo haciéndolo”. Dice. “En verdad es una sorpresa, yo sólo entré a este tema porque estaba en la crisis existencial de encontrar un tema de tesis”. Esa crisis lo llevó a ser un emprendedor a la vanguardia del cuidado del clima ante el ojo público.