Botswana y sus vecinos del sur de África experimentan una severa sequía que está matando a sus respectivas poblaciones de elefantes, los más recientes unos 100 en este país en los últimos dos meses por un posible brote de ántrax.
Apenas el lunes pasado, la Autoridad de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Zimbabwe reportó la pérdida de unos 55 elefantes por hambre y sed en la reserva natural más grande de ese país en los últimos dos meses.
Ahora el turno fue del Departamento de Parques Nacionales y Vida Silvestre de Botswana, que en un comunicado informó sobre el deceso de unos 100 paquidermos en los últimos dos meses y según las investigaciones los animales están pereciendo de ántrax y los efectos de la sequía.
“Debido a la severa sequía, los elefantes terminan ingiriendo tierra mientras pastan y quedan expuestos a la espora de la bacteria del ántrax”, detalló el informe.
Añadió que las más recientes muertes se registraron en el frente del río Chobe y en las áreas de Nantanga, en el norte del país, donde fueron encontrados 14 cadáveres la última semana. Los cuerpos están siendo incinerados a fin de evitar la infección por ántrax a otros ejemplares.
La bacteria, de acuerdo con especialistas estadunidenses, se encuentra de manera natural en el suelo por lo que comúnmente afecta a los animales salvajes y domésticos, al inhalar o ingerir esporas en el suelo, las plantas o el agua contaminada.
El caso de Botwswana, hogar de unos 130 mil elefantes, casi un tercio de la población en África, es el mismo que en Zimbabwe y otras naciones del sur con sequías recurrentes por la escasez de precipitaciones y temperaturas excesivas, agravadas por el cambio climático.
La cifra de paquidermos muertos entre los dos países en los últimos dos meses se ubica en unos 155.
El mamífero nativo de África y Asia, protegido y cuyas partes está prohibido comercializar, es considerado ingeniero de ecosistemas con un papel vital en su hábitat porque contribuye a mantener la rica biodiversidad de los espacios que comparte con otros animales salvajes.
Lejos de los millones de ejemplares que se calcularon alguna vez, ahora su población se ve reducida a menos de medio millón, principalmente por la caza furtiva para satisfacer la demanda asiática de marfil y la creciente invasión humana de sus hábitats.