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La Jornada

Los desafíos de llamada Cuarta Revolución Industrial en el mercado laboral “no es que vaya a generar un mundo sin empleo, sino que éste sea más desigual”, advirtió Rebeca Grynspan, secretaria general de la Secretaria General Iberoamericana (SEGIB) y Miembro de la Comisión Global sobre el Futuro del Trabajo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), quien destacó que el reto para las regiones en desarrollo, como América Latina, es crear políticas públicas que aprovechen esta coyuntura, pero “donde se tenga claridad de que a quien se debe proteger en esta transición es al trabajador, no a los empleos del pasado”.

Al presentar una reflexión en torno al informe “Trabajar para un futuro más prometedor”, elaborado por la OIT, destacó que se pueden distinguir tres escenarios frente al impacto que puede generar la irrupción de la cuarta revolución industrial en el mundo del empleo.

Detalló las visiones catastrofista, con la que, dijo, “se afirma que se perderán entre el 45 y 60 por ciento de los empleos, principalmente de los que demandan habilidades menos cualificadas; está también quienes tienen una postura en la que lo ven con un efecto complementario, en el que sólo desaparecerán ciertas habilidades de una actividad, pero no toda la función; y los negacionistas, quienes consideran que no habrá un efecto tan dramático, y que en todo caso en los países en desarrollo los efectos negativos tardarán más en llegar”.

La especialista destacó que es necesario garantizar que en este proceso de transformación de los mercados laborales se resuelvan desafíos que afectan a millones de trabajadores, como la informalidad y la falta de acceso a la seguridad laboral, el derecho a una formación continua que le permita a la fuerza laboral ir adaptándose a las nuevas demandas del mercado, pero también reconocer y respetar el tiempo libre de los trabajadores y la necesaria conciliación entre empleo y familia.

Reunidos en El Colegio de México, donde se realizó un debate académico del informe, Grynspan destacó que un mundo más desigual, generará más inestabilidad social y política, por lo que una de las preguntas clave que se impone a los Estados y las sociedades es “cómo valora a lograr evitar el grave sufrimiento humano y el empobrecimiento que generaron otras revoluciones industriales, y nos abrimos a aprovechar las oportunidades que nos ofrece esta nueva transformación”, en la que, enfatizó, un punto central será combatir la desigualdad.