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El Financiero

Después de la renuncia de Evo Morales como presidente de Bolivia, diversos actores políticos en México manifestaron su postura sobre lo que consideraron que era un golpe de Estado en esa nación.

«En Bolivia hay una operación militar en curso, la rechazamos, es similar a aquellos trágicos hechos que ensangrentaron nuestra América Latina el siglo pasado. México mantendrá su posición de respeto a la democracia y las instituciones. Golpe no», tuiteó el canciller Marcelo Ebrard tras la decisión de Morales, que se dio después de que el comandante de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, pidiera su renuncia en aras de la pacificación del país.

Sin embargo, la que abrió el debate fue la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien abordó las acusaciones en redes sociales que calificaban a Morales como un dictador por haber permanecido 13 años en el poder.

Cabe recordar que la decisión de Evo de abandonar el poder ocurrió después de que el país se sumiera en casi un mes de protestas tras las elecciones presidenciales del 20 de octubre.

La oposición calificó el proceso como fraudulento. Ante esto, Morales solicitó que la Organización de Estados Americanos (OEA) hiciera una auditoría, cuyo análisis determinó que habían existido irregularidades en el proceso.

Para ejemplificar lo que Sheinbaum llamó un ‘doble rasero’, la funcionaria utilizó el caso de Angela Merkel, canciller de Alemania, quien ha permanecido en ese puesto por casi 15 años.

“Angela Merkel tiene 14 años en el poder, pero como es Alemania nadie dice nada. Evo Morales tiene 13 años en la presidencia por decisión soberana de su pueblo, pero como es un país en vías de desarrollo, lo acusan de ‘dictador’. El conservadurismo y su doble rasero», publicó en su cuenta de Twitter.

Existen algunos puntos que la jefa de Gobierno capitalina no tomó en cuenta al hacer esta comparación, siendo el principal el que Bolivia y Alemania tienen dos sistemas políticos diferentes, como señaló Martha Bárcena, embajadora de México en Estados Unidos.

La nación sudamericana, como la gran mayoría de sus naciones ‘hermanas’ en Latinoamérica, cuenta con un sistema presidencialista, es decir, los ciudadanos votan a favor de un candidato o, como es el caso de Bolivia, de una fórmula (presidente y vicepresidente).

En este tipo de sistema, el presidente es tanto jefe de Estado como de Gobierno y es independiente del Poder Legislativo.

En Bolivia, para que una de las fórmulas aspirantes a la Presidencia se declare ganadora, necesita de la mayoría absoluta de los votos (el 50 por ciento más uno) o lograr 40 por ciento y tener una diferencia de al menos 10 puntos porcentuales sobre la segunda más votada.

En caso de que esto no suceda, las dos fórmulas con más votos van a una segunda vuelta, donde quien obtenga la mayoría ocupa la Presidencia.

En Alemania, sin embargo, los ciudadanos no votan a favor de un candidato, sino de un partido, esto debido a que se trata de un sistema político parlamentario.

En este, el Poder Ejecutivo es ‘doble’, es decir, existe la figura del jefe de Estado y un jefe de Gobierno.

En el caso de Alemania, el poder mencionado está dividido en la figura del canciller y la del presidente federal.

El canciller, o la canciller, en el caso alemán, se encarga de la administración del Estado. A diferencia de Morales, Merkel sí pertenece al Poder Legislativo.

La configuración del Gobierno alemán se da a partir de la elección de los diputados del Parlamento Federal o Bundestag (donde actualmente son 709). Por regla, ningún partido puede alcanzar la mayoría absoluta, por lo que la nación siempre será dirigida por una coalición.

Después de las elecciones, la coalición con el mayor número de diputados puede buscar alianzas para lograr la mayoría absoluta en el Parlamento y, con ello, formar Gobierno.

En el caso de Merkel, ella es líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), que está aliado con la Unión Social Cristiana (CSU).

*Con información del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y DW.