EL SUEÑO QUE CREÓ LA MODERNIDAD. (III)
“Meditaciones metafísicas.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
“Y si los sueños nos parecen, cuando estamos presos de ellos, reales como la vida misma, ¿qué impide que la propia vida pueda ser a su vez un largo sueño del que un día despertemos? Y si todo es un sueño ¿Dónde se encuentra lo real? o ¿Acaso los sueños son parte de nuestra realidad? Estas y otras reflexiones son temas centrales que Descartes aborda en su obra cumbre titulada: “Meditaciones metafísicas” publicada en el año 1641.
El hombre siempre ha buscado y sigue buscando en la vida, certidumbre, y permanentemente se encuentra rastreando la certeza de las cosas, de su ser, su realidad, su existencia, porque si algo tiene seguro en este mundo es precisamente la incertidumbre, la duda, el vacio, en palabras de Miguel de Unamuno, nacemos con el sentimiento trágico de la vida consistente en la tragedia de la muerte, de la finitud, y a partir de ese sentimiento inevitable e insoslayable el hombre busca, lucha y mantiene una fuerte resistencia contra la nada, no obstante, el sentimiento de duda es tan grande que el propio Descartes en la Segunda Meditación llegó a expresar:
“Supongo, pues, que todas las cosas que veo son falsas; creo que nunca ha existido nada de lo que me representa la mendaz memoria; no tengo sentidos; el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son quimeras. ¿Qué será, pues, verdadero? Quizá sólo esto: que no hay nada cierto. Pero ¿cómo sé que no hay nada diferente de todo lo que acabo de examinar, sobre lo cual no haya ni la más mínima ocasión de duda? ¿Es acaso algún Dios, o como se le quiera llamar, quien pone en mí estos pensamientos? ¿Por qué pienso esto, cuando quizá puedo ser yo mismo su autor? Pero ¿Soy yo algo, acaso? Ya he negado que tenga sentidos y cuerpo. Sin embargo, me quedo indeciso; pues ¿Qué se sigue de ello?”
La negación que Descartes hace sobre la realidad fue el primer paso de su método, es decir, dudó de todo para investigar y saber con certeza y una vez conocida la verdad de manera objetiva dejar de dudar, luego entonces, lo interesante de las seis meditaciones metafísicas consiste en conocer de forma detallada como el filósofo francés va explicando y argumentando los temas inherentes al hombre, por ejemplo, la realidad de su propia existencia, esta parte es bellísima, porque aquí es cuando nace el fundamento del racionalismo occidental con su clásico y famoso planteamiento: “Pienso luego existo”, Descartes lo argumenta de la siguiente manera:
“Pero ¿Qué puedo pensar ahora que supongo que un engañador poderosísimo y, si cabe decirlo, maligno me ha engañado deliberadamente en todo cuanto ha podido? ¿Puedo acaso afirmar que tengo algo de esas cosas que acabo de decir que pertenecen a la naturaleza del cuerpo? Presto atención, pienso, vuelvo a pensar, y no se me ocurre ninguna; me canso de reparar inútilmente las mismas cosas. ¿Tendré alguna de las que atribuía al alma? ¿Alimentarme o andar? Pero puesto que no tengo cuerpo, estas cosas no son más que ficciones. ¿Sentir? Naturalmente, tampoco esto es posible sin el cuerpo; y me ha parecido sentir en sueños muchísimas cosas que después advertí que no había sentido. ¿Pensar? Eso es: el pensamiento; esto es lo único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; es cierto. Pero ¿Durante cuánto tiempo? Ciertamente, mientras pienso; pues tal vez podría suceder que si dejara de pensar completamente, al punto dejaría de ser. No admito ahora que no sea necesariamente verdadero; así pues, hablando con precisión, soy sólo una cosa pensante, esto es, una mente, o alma, o entendimiento, o razón, palabras cuyo significado ignoraba yo antes. Soy una cosa pensante.”
Ser una cosa pensante es lo único real que tenemos, por supuesto que esta cosa pensante se encuentra dentro de un cuerpo, aquí llegamos a la dualidad espíritu-materia, pero independientemente a esa larga discusión, yo soy una cosa que duda, que quiere, que afirma, que cree, que entiende, que sufre, que disfruta, que se entristece, que se ilusiona, que siente, que imagina, que sueña, y particularmente una cosa pensante que eternamente se ha preguntado: ¿Cuál es el sentido de mi existencia? ¿Qué es de mí ser después de la muerte? ¿Existe realmente un más allá de la vida? E incluso una vez adquirida la certeza de nuestra existencia, surge la gran pregunta: ¿Existe Dios?
Hasta antes de René Descartes la existencia de Dios había sido explicada principalmente por la religión y fundamentada por la teología, la filosofía laica de manera directa ni negaba ni afirma la existencia de un Dios tal como lo percibimos en la actualidad, la grandeza y genialidad de Descartes consiste en afirmar la existencia de Dios utilizando la razón, es más, ni siquiera Descartes tiene el propósito de presentarnos a un Dios salvador que le dé sentido a nuestras vidas y mucho menos que nos ofrezca una vida después de esta terrenal, Descartes esencialmente nos presenta a un Dios perfecto e infinito, empero, ¿Cómo lo hace?
De entrada Descartes se basó en ideas que otorga la razón y principalmente en las ideas innatas que son irrefutables, verbigracia, cuando afirma que: “Lo más perfecto no puede provenir de lo menos perfecto o que la nada no podía producir cosa alguna”, por lo tanto: “En efecto, la idea de Dios tal y como la encuentro en mí –esto es, la idea de una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente y por lo cual yo mismo y todas las cosas que existen (si es verdad que existe alguna) han sido creadas y producidas.”
Lo antes afirmado muestra la existencia de un Dios perfecto, y, sobre todo, explica el origen de nuestra existencia. Ese Dios perfecto es un Dios generoso, bueno, y jamás nos engañaría o realizaría algún mal, porque eso implicaría ser imperfecto, y si bien nosotros los humanos somos imperfectos, Descartes nos revela que Dios nos ha recompensado otorgándonos la razón y la libre voluntad como un punto de partida de autocontrol, y aunque nunca llegaremos a la perfección, tenemos la enorme satisfacción de poder vivir haciendo sólo uso de nuestra razón.
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