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El Financiero

Actualmente, los multimillonarios del mundo no tienen todo exactamente como ellos lo quisieran. Todavía son ricos y poderosos, pero están siendo menos festejados por logros excepcionales y están bajo presión para pagar más impuestos.

Elizabeth Warren, la candidata presidencial en EU, planea implementar un impuesto sobre el patrimonio para reducir la fortuna de aquellos, como Bill Gates, en decenas de miles de millones en unas décadas. “Estoy empezando a hacer unos cuantos cálculos matemáticos de lo que me queda”, bromeó Gates la semana pasada. Jeremy Corbyn, el líder laborista del Reino Unido, lanzó su campaña electoral general prometiendo que los multimillonarios pagarán muchos más impuestos.

Los multimillonarios tienen amigos. La semana pasada, UBS salió en su defensa, al decir que sus clientes de banca privada merecían su riqueza. La “toma de riesgos inteligente, el enfoque empresarial y la determinación” de los empresarios adinerados les brinda la capacidad “de transformar industrias enteras, de crear enormes cantidades de empleos bien remunerados y de solidarizar al mundo en la búsqueda de curas para enfermedades como la malaria”.

UBS ha indicado que “el efecto multimillonario” les permite a las compañías controladas por sus fundadores tener una visión a largo plazo y vencer a aquellas con accionistas impacientes. Los 2100 multimillonarios que UBS cuenta tienen “un enfoque comercial obsesivo, constantemente en busca de nuevas oportunidades a nivel mundial. Y son altamente resilientes, sin inmutarse por fracasos y por obstáculos”.

Mucho de lo anterior es cierto. Incluso si se deja de lado a los herederos y a las herederas de fortunas, y a los oligarcas que se apoderaron de sus riquezas, todavía quedan numerosos empresarios que comenzaron sus negocios desde cero entre lo que Warren llama los “ultramillonarios”.

La superliga de multimillonarios del mundo es más meritocrática que en otras décadas. Como lo reveló un estudio de la lista Forbes 400 de los multimillonarios más ricos de EU, ellos “no crecieron remotamente tan privilegiados como los de décadas pasadas”. Hay más empresarios de clase media que fueron a universidades de élite antes de tener sus fortunas.

Pero tal éxito hubiera sido menos lucrativo en el pasado; ellos pudieran haber sido solo ricos en lugar de superricos. Antes de elogiar o demonizar a los empresarios de élite, consideremos cómo se amplifican sus talentos personales.

En primer lugar tenemos el efecto superestrella. La globalización y la tecnología que permiten a las empresas, como Google y Facebook, abarcar los mercados, ayudan a los empresarios más exitosos a obtener ganancias más rápido y en mayor escala. Los fundadores exitosos pueden crear franquicias superestrellas, como algunas estrellas de Hollywood en China.

El economista Sherwin Rosen señaló en una ocasión que una “economía superestrella” significa que los rendimientos para el ganador en cualquier categoría pueden ser mucho más altos que los rendimientos para quienes ocupan el segundo lugar. Estos ganadores pueden, como comentó el economista Alfred Marshall en 1890, “aplicar su genio constructivo o especulativo a empresas más vastas, y que se extienden a un área más amplia, que nunca”.

En segundo lugar se encuentra el efecto de seguridad. Una razón por la cual los pobres siguen siendo pobres es que no pueden planificar para el largo plazo. Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer ganaron el Premio Nobel de Economía de este año por mostrar, entre otras cosas, que “el presente ocupa una gran parte de la conciencia de las personas pobres, por lo que tienden a retrasar las decisiones de inversión”.

Lo contrario es cierto en el caso de los multimillonarios, quienes pueden financiar ideas durante décadas y superar los fracasos y los contratiempos. UBS dice que “el rendimiento superior que llamamos el ‘efecto multimillonario’ depende de que el empresario mantenga el control de una compañía”, pero ellos pueden estarse beneficiando tanto de la seguridad como de la genialidad.

En tercer lugar está el efecto de ‘acceso privilegiado’. Las personas no se convierten en multimillonarios sin un profundo entendimiento de las oportunidades financieras y sin el impulso de tomar una serie de buenas decisiones. Pero una vez que alcanzan posiciones de poder, se ven reforzados por una red de asesores y de agentes.

Los multimillonarios no dejan su efectivo en los bancos; UBS u otros bancos privados lo manejan. Ellos tienen acceso a información privilegiada, como la oportunidad de invertir en empresas privadas o en ofertas públicas iniciales (OPI) de compañías de rápido crecimiento. La riqueza no engendra riqueza automáticamente pero moverse en círculos financieros de élite, con envidiables recursos, ayuda.

En cuarto lugar tenemos el efecto impositivo. Muchos países gravan los ingresos con tasas más altas que al capital, porque quieren motivar a los empresarios. Pero esto conduce a que los ricos paguen menos en proporción de su riqueza que aquellos con ingresos promedio.

Es beneficioso que más de los superricos de hoy hayan construido sus propias fortunas, pero ellos también tienen la suerte de vivir en un momento inusualmente provechoso en la historia económica. Gates ha reconocido esta realidad al dedicar decenas de miles de millones a la filantropía, así como al animar a otros a que devuelvan parte de sus fortunas a la sociedad. En lugar de enojarse con el plan de impuestos de Warren, sería aconsejable que otros también lo reconozcan.