El estrés, aunque se percibe como algo negativo, es una herencia evolutiva que resulta útil para que el organismo responda a cambios y exigencias que se producen en el entorno de forma adaptativa.
Una vez que se pone en marcha esta respuesta, “nuestro cuerpo contraataca a través de un complejo patrón de reacciones fisiológicas, cognitivas, emocionales y conductuales”, comenta en una entrevista con Infosalus el presidente de la Sección de Psicología del Trabajo y las Organizaciones del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, Carlos Montes Piñeiro.
Y, precisamente, este proceso de activación psicofisiológica “puede despertar el centro de recompensa del cerebro del mismo modo que lo hacen las drogas”, confirma Montes que, sin embargo, puntualiza que “puede parecer un poco extremo considerar el estrés como una sustancia adictiva”.
El mecanismo es el siguiente. Cuando se produce la situación estresante, el cuerpo “libera hormonas, como el cortisol y la adrenalina, y neurotransmisores, como la dopamina”, especifica el experto, lo que “permite aumentar los niveles de energía, desactivar funciones no esenciales y canalizar los recursos hacia los músculos y el cerebro”.
“Así, aceleramos la actividad del sistema nervioso central, incluyendo la temperatura corporal, presión arterial y frecuencia cardíaca, para prepararnos para hacer frente a la amenaza con una atención y concentración máximas”, indica Montes, que resume que “en esencia, es el mismo mecanismo por el que experimentamos una sensación placentera y agradable después de hacer deporte”.
Un ejemplo típico cuando se suele hablar de adicción al estrés lo constituye el plano laboral. “En el plano laboral en particular, podría caracterizar a aquellas personas que se sienten reconfortadas después de terminar con éxito una tarea exigente y extenuante”, según el miembro del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.
Pero, en este caso, no debe usarse el término adicción de forma frívola. “Precisamente, en el mundo del trabajo, el término de estrés laboral no alude a las respuestas propias de las situaciones de tensión, sino a un estado de agotamiento del organismo que reduce significativamente la capacidad de la persona para responder de forma adaptativa debido a la exposición a los factores psicosociales presentes en la organización, como sobrecarga de trabajo u horarios imprevisibles”, según el experto. Es decir, todo lo contrario a la situación de adaptación expuesta anteriormente.
En este contexto, “existen también otras claves psicosociales que pueden incidir en esta situación”, precisa Montes. “El mercado de trabajo actual, competitivo, cambiante e imprevisible ejerce una presión creciente sobre los trabajadores”, recuerda el psicólogo.
Así “éstos podrían implicarse en más actividades laborales estresantes, como programar más tareas en menos tiempo, en la medida en que esto podría sugerir que son más valiosos para la organización”, lamenta el experto.
EFECTOS A LARGO PLAZO
Mientras que en niveles moderados el estrés es normal e, incluso, “imprescindible”, según el experto, una situación de estas características que se prolonga y de la que la persona no se ha podido recuperar adecuadamente, “la tensión se cronifica”, lo que aumenta las posibilidades de experimentar problemas para la salud.
Montes enumera cefaleas, problemas gastrointestinales, hipertensión arterial, coagulación de la sangre, problemas en el pelo y la piel, deterioro cognitivo, ataques de pánico, ansiedad, depresión o abuso de sustancias.
El secreto está en reequilibrar neuroquímicamente el cerebro. Puede hacerse “recuperando nuestro organismo mediante prácticas y técnicas saludables, como el ‘mindfulness’, pero, sobre todo, estableciendo comportamientos o hábitos de entrenamiento que fortalezcan nuestra capacidad para resistir a la naturaleza adictiva del estrés”, detalla el experto, que recuerda que “el estrés en sí no es el problema, sino la cronicidad de las situaciones que lo provocan”.