MI VOCACIÓN LATINOAMERICANA. (II)
“Centenario luctuoso de Amado Nervo.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Ser modernista implica poseer una cultura exquisita, universal, erudita, el lenguaje hablado y escrito suele ser elegante, delicado, en ocasiones rebuscado, el modernismo nos puede gustar o no, pero nadie puede negarle la importancia y trascendencia que tuvo en su época, el padre de este movimiento fue el poeta nicaragüense Rubén Darío, pero en el caso mexicano nuestro gran modernista sin duda alguna es el poeta Amado Nervo, quien murió como diplomático mexicano hace cien años en la ciudad de Montevideo, Uruguay.
El nombre de Amado Nervo representa al poeta por antonomasia, pero este enorme escritor cultivó varios géneros literarios como la novela, el teatro, cuentos y de manera muy amplia el ensayo. En las conmemoraciones del centenario de su muerte lo recordaremos con uno de sus ensayos biográficos más importantes y considerado por él como una de sus mejores obras, me refiero al titulado: “Juana de Asbaje.”
Cuando el poeta Octavio Paz escribió el prólogo de su obra: “Sor Juan Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, literalmente reconoce que el primer hombre de letras que revivió la figura de Sor Juana fue Amado Nervo con el ensayo que aquí se presenta: “El que encendió la chispa del reconocimiento, en México, fue un poeta: Amado Nervo. Su libro (Juana de Asbaje, 1910) está dedicado a todos las mujeres de mi país y de mi raza.”
Si bien estamos ante un ensayo biográfico sobre la considerada décima musa, esta obra se lee líricamente, inmediatamente se siente la pluma de un artista, y, sobre todo, la enorme admiración que le tuvo Amado Nervo a esa excepcional monja jerónima. El ensayo a pesar de no ser muy extenso, nos presenta la esencia de la vida de Sor Juana y la esencia en todos los terrenos de su vida, el humano, el de la mujer incomprendida, el genio con el que nació, la facilidad para escribir versos, el mundo que la rodeó, la historia de un posible amor, sus escritos, la controversia con el Obispo de Puebla, momentos felices y momentos tristes, en verdad, estamos frente a un ensayo maravilloso, creativo, erudito, informado, y muy imaginativo.
El ensayo inicia narrándonos el origen del nacimiento de Sor Juana en 1651, y concluye con la fecha de su muerte en 1695. Amado Nervo a través de la propia Sor Juana nos cuenta que siendo una niña de tres años aprendió por propia iniciativa a leer, esta anécdota es sorpréndete, bella, pero también nos enseña y explica que Sor Juana fue un genio, y como todo genio sus historias nos pueden parecer algo anormal:
“No había cumplido los tres años de mi edad, cuando, enviando mi madre a una hermana mía mayor que yo, a que se enseñase a leer en una de las que llaman Amigas, me llevó a mi tras ella el cariño y la travesura, y viendo que le daban lección, me encendí yo de manera en el deseo de leer, que engañando, a mi parecer, a la Maestra, le dije que mi madre ordenaba que me diese lección. Ella no lo creyó, porque no era creíble, pero por complacer al donaire me la dio. Proseguí yo en ir y ella prosiguió en enseñarme, ya no de burlas, porque la desengañó la experiencia, y supe leer en tan breve tiempo, que ya sabía cuando lo supo mi madre, a quien la Maestra lo ocultó, por darle el gusto por entero y recibir el galardón por junto; y yo lo callé, creyendo que me azotarían por haberlo hecho sin orden. Aún vive la que me enseñó. Dios la guarde, y puede testificarlo.”
Por lo antes narrado, Sor Juana desde muy pequeña fue considerada una niña erudita, anormal en aquellas épocas, pronto se fue a vivir a la ciudad de México y tuvo la gracia de tener un carácter bello, angelical, atractivo, y si le agregamos su enorme inteligencia y cultura, muy pronto su nombre era un leyenda viviente, dos familias virreinales la quisieron, amaron, protegieron, y particularmente las dos esposas de los virreyes de Mancera y de Paredes, respectivamente, e incluso en su abundante obra poética, aparecen la figuras de la Marquesa de Mancera y la Condesa de Paredes, artísticamente llamadas por Sor Juana, Laura y Lysi.
Cuando la monja ya era una erudita consagrada y muy reconocida, empezó a tener conflictos con el Obispo de Puebla llamado Manuel Fernández de Santa Cruz, quien siempre en sus escritos se ostentó como Sor Philotea de la Cruz, la respuesta que Sor Juana le escribe a Sor Philotea es una joya en la historia del pensamiento y ya incluye una férrea defensa por la igualdad y libertad de la mujer, entre otra gran cantidad de temas, pero este conflicto ocasionó uno de los episodios más tristes y dolorosos en la vida de Sor Juana, porque para mostrar una supuesta lealtad, sumisión a la fe, buenas obras, se vio obligada en donar su enorme y selecta biblioteca para que se vendiera y con ese recurso apoyar a los pobres, esta prueba realmente fue una trampa, el Obispo sabia que Sor Juana lo que más amaba eran sus libros, no podía vivir sin leer, sin pensar, sin escribir, y con esta artimaña prácticamente la estaban matando en vida, porque para la época que una mujer debatiera, pensara, cuestionara o simplemente tuviera más conocimientos que ellos, eso era insoportable e impensable.
No obstante al triste e injusto final, Sor Juana nos ha dejado muchas lecciones de vida, si bien fue un genio natural, aún así nos enseña que la cultura es disciplina, amor, pasión, entrega, que lo valioso en la mujer no es sólo su belleza física, (Sor Juana era imponentemente bella), pero su belleza real se puede resumir en esta preciosa anécdota que les platicaré: Era tanta la pasión de Sor Juana por el saber, que en un momento se cortó el cabello como auto reproche, porque creía que la belleza física de la cabeza se justificaba sólo con la adquisición de la belleza intelectual, sino era así, creía que no merecía lucir vestida de cabellos cuando sabía que estaba vacía de entendimiento, por ello su vida se puede resumir con su famoso planteamiento:
“Yo no estudio para escribir ni menos para enseñar, que fuera en mí desmedida soberbia, sino solo por ver si con estudiar ignoro menos.”
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