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BLOOMBERG / STEPHANIE FLANDERS

Para evitar que Estados Unidos caiga en recesión en 2020, los hogares del país deben seguir gastando, las guerras comerciales mundiales deben amainar y los inversionistas deben mantener la calma ante las elecciones presidenciales o ante cualquier otra vicisitud. También ayudaría si los responsables políticos en Europa y China hicieran su parte para apuntalar el crecimiento, a pesar de que las herramientas que tienen a la mano son limitadas.

Es probable que todas estas cosas sucedan. Es por eso que Bloomberg Economics pronostica que la economía estadounidense crecerá un 2 por ciento en 2020 hilando una racha récord de once años de expansión. También es por eso que los modelos electorales centrados únicamente en la fortaleza de la economía nacional predicen una victoria para Donald Trump en noviembre. Después de todo, el ingreso real está aumentando y el desempleo está en mínimos de 50 años.

Sin embargo, los riesgos están ahí. Esa cifra de 2 por ciento sería la tasa de crecimiento anual más baja desde que Trump fue elegido, y sigue revisándose a la baja. Para Estados Unidos, esta recuperación ya es el periodo más largo de crecimiento económico continuo desde 1854. Las probabilidades pueden favorecer otro año, pero nadie lo sabe a ciencia cierta.

El mayor nubarrón que se cierne sobre la economía mundial es obra de Trump: el comercio. Las encuestas de confianza empresarial y la inversión comenzaron a reportar descensos luego de que el presidente inició sus pleitos comerciales con China a principios de 2018. El desplome de la confianza y la inversión dio pie a una “desaceleración global sincronizada”, según Kristalina Georgieva, la nueva directora gerente del FMI, provocada casi en su totalidad por una caída en la actividad manufacturera y el comercio mundial.

Alrededor del 90 por ciento de las economías del mundo crecieron más lentamente en 2019 que en 2018, y el crecimiento general fue el más débil en una década.

El FMI espera que el crecimiento mundial sea un poco más fuerte en 2020, gracias en parte a que las economías emergentes como Brasil, India y Rusia tendrán un mejor año que 2019. Pero Georgieva describe la perspectiva mundial como “precaria” y predice que las fricciones comerciales reducirán el crecimiento del PIB mundial en 0.8 por ciento (700 mil millones de dólares) para fines de 2020. Eso equivale al tamaño de toda la economía suiza.

Hoy, importaciones de productos chinos valoradas en 360 mil millones de dólares están sujetas a aranceles introducidos por Trump.

Aunque eso es más de la mitad de las exportaciones totales de China a Estados Unidos, solo representan el 2.5 por ciento de la economía china y una pequeña fracción del comercio mundial total. ¿Cómo es que los aranceles sobre esta pequeña porción de la producción mundial tienen un efecto tan sísmico? La respuesta en una palabra: incertidumbre.

No son los aranceles los que causan el daño, es la premisa de que las reglas que han regido por décadas el sistema mundial de comercio ya no aplican. “La prima de riesgo actual en la inversión empresarial, como resultado de la incertidumbre política, es lo suficientemente grande en Estados Unidos como para superar la reducción de los impuestos corporativos”, opina Glenn Hubbard, profesor de la Escuela de Negocios de Columbia que presidió el Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush. “El efecto sobre la inversión y las cadenas de suministro es real y pernicioso”.

Ese es un problema, porque desde el periodo de la posguerra, la diferencia entre las recuperaciones estadounidenses de duración media y las de larga duración ha sido un alza de la inversión privada que ayudó a aumentar la productividad (la producción por persona) y le dio un segundo aire a la economía. Eso difícilmente sucederá ahora, pues la tasa de crecimiento de la inversión empresarial ha estado cayendo desde que comenzaron las guerras comerciales. La inversión privada no residencial en el segundo trimestre de 2018 fue 6.9 por ciento más alta que en el mismo periodo de 2017. En cambio, las cifras más recientes muestran que apenas creció un 2.6 por ciento en los últimos doce meses.

A Trump le gusta decir que China está pagando por la guerra comercial. Pero los economistas creen que los consumidores son los más damnificados por los aranceles, soportando el peso de precios más altos, eso es lo que la investigación sobre el impacto de los aranceles ha demostrado hasta la fecha. Sin embargo, los mayores perdedores económicos hasta ahora han sido aquellos países, como Alemania y Japón, que están muy integrados en las cadenas de suministro mundiales y que dependen del comercio mundial. La producción industrial en ambas naciones fue menor en el tercer trimestre de 2019 que en el año anterior.

Bloomberg Economics prevé que Alemania cierre 2019 en recesión y crezca a una tasa de solo 0.4 por ciento en 2020, menos de la mitad del pronóstico para la zona euro en su conjunto. Además de las preocupaciones comerciales, la economía nipona arrancará 2020 con los efectos negativos de un aumento al IVA que entró en vigor a fines de octubre. Bloomberg Economics prevé que Japón esquivará la recesión, pero solo por los pelos, con un crecimiento de 0.2 por ciento en 2020.

Desde la crisis financiera mundial se han presentado otras dos desaceleraciones en la actividad manufacturera mundial: la primera en 2012, durante la crisis de la zona euro; y la segunda en 2015, en medio de la creciente preocupación por las economías de mercados emergentes.

En 2012, el Banco Central Europeo (BCE) acudió al rescate inundando el sistema bancario con dinero barato. Y lo que ayudó a la economía global en 2015 fue, en parte, una dosis masiva de estímulo chino. El BCE y las autoridades chinas siguen allí, pero es poco probable que tengan el mismo impacto.

El problema en la zona euro, como señala el presidente saliente del BCE, Mario Draghi, es que la política monetaria está llegando al límite de lo que puede hacer. Las tasas de interés ya son negativas para billones de dólares en bonos, lo que significa que los inversionistas les pagan a los prestatarios por el “privilegio” de prestarles dinero. El BCE recortó las tasas nuevamente en octubre y acordó reactivar la flexibilización cuantitativa, es decir, comprar bonos para ayudar a mantener los precios altos y las tasas de interés bajas. Pero los miembros del BCE están profundamente divididos sobre la efectividad de estas medidas. Algunos sostienen que distorsionan tanto los mercados financieros que en realidad empeoran la situación.

En lo que sí están de acuerdo es que el estímulo fiscal (gasto público) sería un mejor mecanismo para apoyar el crecimiento económico. Pero los países que pueden permitirse el lujo de gastar dinero no son los países donde la economía más necesita un empujón, ni sus políticos son los más deseosos de gastar. Bloomberg Economics anticipa en 2020 una moderada flexibilización de los presupuestos en la eurozona, incluido el de Alemania. Pero es poco probable que tenga un impacto notable en el crecimiento.

Lo que es diferente acerca de 2020, en el buen sentido, es que no se espera, por una vez, que la política europea empeore la situación económica mundial. Hoy es muy probable que la nueva coalición en Italia llegue a un acuerdo presupuestario con la Unión Europea; pero hasta hace unos meses, el país parecía abocado a un costoso enfrentamiento con el populista Matteo Salvini al frente del gobierno.

Los inversionistas han mostrado su alivio llevando el costo del endeudamiento público a nuevos mínimos. Mientras que las elecciones a realizarse en España y Portugal también podrían confirmar el statu quo.

En cuanto al Brexit, por ahora parece menos aterrador para el resto del mundo que hace unos meses. La aprobación parlamentaria del esquema general del acuerdo del primer ministro Boris Johnson con Bruselas reduce el riesgo de que Reino Unido abandone la Unión Europea sin un acuerdo en 2020. También reduce significativamente el riesgo de una recesión de la economía británica.

En el resto del mundo, Turquía y Argentina son quizás las mayores interrogantes. El presidente Recep Tayyip Erdogan está decidido a impulsar el crecimiento turco y con gusto pasará por encima del pensamiento económico ortodoxo para conseguirlo. Él cree, por ejemplo, que reducir las tasas de interés puede bajar la inflación. Eso provocó una crisis monetaria en 2018. Los inversionistas podrían asustarse de nuevo si el gobierno recurre a políticas insostenibles para lograr su ambicioso objetivo de crecimiento del 5 por ciento para 2020-22. La economía turca no creció en absoluto en 2019.

Por otro lado, la victoria del peronista Alberto Fernández en Argentina puede causar ruido en los mercados latinoamericanos y cierta fricción con el FMI. Sin embargo, no representa una amenaza para el sistema en su conjunto.

¿Podría China salir al rescate? Puede ayudar, pero no cargará sobre sus hombros buena parte de la economía mundial como lo hizo en 2016 y 2017. Bloomberg Economics espera que la economía china crezca un 5.6 por ciento en 2020, la tasa más baja desde que comenzaron las reformas económicas a principios de los años ochenta.

Las autoridades chinas están redoblando el apoyo a la economía. Pero su objetivo es evitar una fuerte desaceleración, no acelerar el crecimiento a las tasas anteriores. Son reacios a permitir que fluya demasiado dinero barato a instituciones bancarias y empresas de propiedad estatal que ya están endeudadas. Tampoco quieren usar todas sus municiones, dada la incertidumbre sobre el costo que le supondrá al país la guerra comercial con Estados Unidos.

Si crees que el panorama es preocupante, no eres el único. Pero Estados Unidos todavía tiene una gran fortaleza: el consumidor estadounidense. “No puedo pensar en un momento en que el consumidor estadounidense haya estado en mejor forma”, dijo en septiembre el vicepresidente de la Reserva Federal, Richard Clarida. Los niveles de deuda en relación con los ingresos están en su punto más bajo en 40 años, la tasa de ahorro es alta y el gasto real del consumidor está creciendo a una tasa de casi 3 por ciento.

Las recesiones tienen la mala costumbre de agarrar desprevenidos a los economistas, y las que sí se pronostican a menudo no se cumplen. Hace unos años, muchos marcaron 2020 en su calendario como un año probable para una recesión. Mark Zandi, quien es economista jefe de Moody’s Analytics Inc., advirtió a principios de 2018 que 2020 sería “el verdadero punto de inflexión (…) Se necesitarán buenas políticas y algo de suerte para evitar una recesión”. En aquel entonces, Carl Riccadonna, economista jefe para Estados Unidos de Bloomberg LP, también predijo que la economía podría tener “un viaje accidentado” en 2020.

Ahora que la Fed ha proyectado pausar el recorte de las tasas de interés y se ha disipado el frenesí de los recortes impositivos de Trump, el temor era que la recuperación estadounidense simplemente se topara con pared. En cambio, se ha topado con una espesa niebla de incertidumbre que dificulta que las empresas planifiquen con anticipación. No obstante, el sector privado todavía está creando empleos, y el 80 por ciento de la economía estadounidense que no está vinculada con la manufactura y el comercio mundial está creciendo a un ritmo decente.

Puede que la comunidad empresarial esté asustada por las guerras comerciales que ha iniciado Trump, pero hasta ahora ese miedo no ha llegado hasta los hogares estadounidenses. Mientras eso continúe así, Estados Unidos evitará una recesión en 2020. Pero no hay mucho margen para el error.